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El fin del régimen del 78 aún no está escrito

IU asiste en el cementerio al homenaje a "víctimas del fascismo" en el 85 aniversario de la II República

Toni Valero

En este mes se cumple el aniversario de la II República. Quizá este año, en medio de la incertidumbre económica y convulsión política presentes, cabe hacer una lectura interesada de la II República que busque referencias para el presente en aquel hecho histórico. No se trata de construir paralelismos históricos simplistas ni sacar determinaciones históricas universales. Pero, al menos, sí merece la pena mirar el cuadro de la implosión del régimen de Alfonso XIII. En unas capas por encima, de ese lienzo que es la historia, se está pintando otra crisis de régimen.

De sobra es conocido que la II República se proclamó a las cuarenta y ocho horas (algunas menos por los armeros) de unas elecciones municipales que fueron entendidas como plebiscitarias sobre la monarquía. Alfonso lo pilló al vuelo, y lo cogió presto rumbo al extranjero.

Tras una dictadura de Primo de Rivera que apuntaló el régimen por unos años, la onda expansiva del terremoto de la crisis del 29 llegaba a Europa. El andamiaje español no se mantuvo en pié. La inestabilidad tras la dictadura se intentó reconducir con un gobierno de concentración, auspiciado por la oligarquia, al mando del Almirante Aznar. Reconozcamos que tanto apellido repetido en nuestros días debería hacernos pensar.

Pero la hoja de ruta de los banqueros, obispos, terratenientes e industriales se truncó, no por casualidad. El pueblo tomó la palabra y arrancó una república de unas elecciones municipales. Primera lección: en las crisis de régimen los desenlaces son inesperados si el pueblo toma la iniciativa. Las aspiraciones de libertad e igualdad bajo un modelo republicano venían de lejos y se extendieron durante años entre las capas populares gracias al tesón del movimiento obrero, que llegaba allá donde no llegaban los intelectuales comprometidos. Pero eso no es suficiente para explicar aquella victoria electoral.

A las aspiraciones republicanas de la mayoría social se tuvo que responder con un pacto electoral. Sin Pacto de San Sebastián entre las fuerzas republicanas y demócratas no se habría dado victoria electoral. Frente al gobierno de concentración de la oligarquía se tejió un acuerdo entre quienes querían derrumbar un régimen. Sintonizaron con el pueblo en el  momento preciso.

Aquella república afrontó un programa de reformas de alcance transformador. Sin negar sus limitaciones y contradicciones, sí entra, cuanto menos, señalar que extendió el sufragio universal también a la mujer, que reconoció el divorcio, que puso los primeros peldaños de una educación pública y laica, que antepuso el bienestar social (reservándose el derecho a expropiar para garantizar un “supremo interés social”) y que inició un plan descentralizador del Estado. Las pretensiones últimas de aquellas reformas mantienen plena vigencia.

Hoy estamos en otra crisis de régimen imposible de ocultar bajo la falacia de la recuperación económica y de la regeneración democrática. No hay rey, por joven y nuevo que sea, que soporte el contraste con la realidad social. La imagen de un comedor social ante el que hacen cola un pensionista, un desempleado de larga duración, una mujer precaria, un migrante sin papeles, un joven cualificado sin trabajo y un pequeño o mediano empresario arruinado es una imagen de crisis de régimen. A esa foto se le suman muchas más, como las de policías rompiendo cordones de la PAH ante un desahucio, las de Rodrigo Rato detenido o las de la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez.

Estamos en un cruce de caminos, como en abril de 1931. Se puede coger la hoja de ruta de la oligaquía, que implora por una gran coalición, para una reforma del régimen por arriba. Quieren una “regeneración”, la receta perfecta del gatopardismo. O, por contra, se puede caminar por la senda de la ruptura del régimen, por abajo, desde abajo. El pueblo trabajador tiene que ser protagonista de un proceso constituyente. Ese es el final inesperado de esta crisis de régimen. Esa es la hipótesis que no aparece en las previsiones de los consejos de administración del IBEX pero que sí se escuchaba en las plazas del 15M.

La construcción de unidad popular tiene múltiples expresiones y un objetivo: ruptura con un régimen del 78 carcomido por la corrupción y la desigualdad social. Esta unidad popular tiene que expresarse en la movilización social, en las redes apoyo mutuo entre los afectados por la crisis económica, en la lucha cultural y en las instituciones. Unidad popular en la calle y en los parlamentos. No dejemos que los de siempre cierren el ciclo de la crisis de régimen dando paso a otras décadas de estabilidad política sobre la miseria social. Reforma por arriba o ruptura desde abajo. Que no falle la brújula en ese cruce de caminos.

Toni Valero (@Toni_Valero) es secretario de organización de IU Andalucía.

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