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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El presidente del PP de Granada desafía a la cúpula nacional de su partido

Sebastián Pérez (derecha) junto con Pablo Casado y Juan Manuel Moreno Bonilla en un acto de la campaña

Álvaro López

El presidente del PP, Sebastián Pérez, está protagonizando una lucha por su supervivencia política digna de Viriato para mantenerse en pie incluso en contra de su propio partido. Los últimos acontecimientos ocurridos en el seno de los populares granadinos han servido para poner de relieve que, efectivamente, Pérez está dispuesto a plantar cara hasta a sus propios jefes. Fuentes del PP granadino aseguran que la dirección nacional del Partido Popular lleva varios años planteándose que su líder granadino deje de serlo.

De hecho, en estos últimos meses, las cartas estaban marcadas para que así fuera: un tribunal había tumbado el último congreso provincial que le reeligió como presidente en Granada y en Génova se les dibujaba la coartada perfecta para aupar una gestora y derrocar a Sebastián Pérez. Sin embargo, la Audiencia de Granada ha revocado la decisión del primer juzgado y en Madrid se han quedado sin argumentos dando alas a un Pérez que ya no se calla.

Reproches a Sevilla y Madrid

El presidente del PP de Granada se ha despachado a gusto esta misma semana argumentando que se ha sentido solo. Que no ha tenido el respaldo de las direcciones de su partido, ni a nivel regional ni a nivel nacional. Ha sido la primera vez que se ha pronunciado en esos términos poniendo negro sobre blanco lo que ya era un secreto a voces que fuentes de los populares han repetido por activa y por pasiva: que Sebastián Pérez está cada vez más solo en su partido.

Para entenderlo, voces internas de la formación señalan que hay que viajar hasta el año 2014. Hace ahora un lustro, el entonces alcalde de Granada, José Torres Hurtado, sufría un ictus leve que le obligaba a abandonar temporalmente la política y su puesto como primer edil. Quienes vivieron aquellos días desde dentro sostienen que Sebastián Pérez, gracias a su condición de presidente del partido, intentó inhabilitar a Torres Hurtado para alcanzar la alcaldía. Aquellas intrigas palaciegas se resumieron en un gesto que inició la guerra interna y que hoy se recuerda entre los afiliados del PP: Pérez se sentó en el sillón de Torres Hurtado con un puro simulando ser el primer edil ante la presencia de sus compañeros de partido.

La disputa interna, que ya se había vislumbrado desde hacía tiempo dada la ambición de Pérez por alcanzar la alcaldía de Granada, se recrudeció desde entonces hasta límites que llegaron a dividir a los populares en dos grupos que se apoyaban en cada uno de los líderes. Año y medio más tarde de la kafkiana escena del puro, según cuentan políticos del PP, cuando la 'Operación Nazarí' estalló y provocó la detención del entonces alcalde, Torres Hurtado, Sebastián Pérez intentó que le eligieran como alcalde sustituto en calidad de primer teniente. Sin embargo, Torres Hurtado puso como condición que si él dimitía, Pérez también debía hacerlo.

La política de bandos

La guerra granadina cambiaría de protagonistas desde la Operación Nazarí, pero no de roles. Pese a que Torres Hurtado había sido expulsado del partido, sus allegados siguieron haciendo campaña en favor de otro modo de entender el PP de Granada y contra Sebastián Pérez. Así surgió el enfrentamiento con Juan García Montero, concejal de Cultura en la etapa de Torres Hurtado, cuando este quiso disputarle la presidencia provincial en 2017. Esa discusión interna ya había llegado a oídos de Sevilla que empezaba a ver en ella un freno para sus aspiraciones electorales tanto a nivel local como regional después de que en cada cita con las urnas se perdieran votos con respecto al anterior.

Pero el PP andaluz se mantuvo a la espera sin querer entrar al trapo hasta que la dimisión de Rajoy como presidente nacional después de la moción de censura en junio de 2018, dio pie a un congreso que puso las cartas sobre la mesa y retrató a líderes locales como Sebastián Pérez. En aquellas primarias en las que se enfrentaron Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal y Pablo Casado, Pérez hizo campaña por Cospedal y siguió labrando así el descontento de sus jefes de partido. El hoy presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, apoyó a Sáenz de Santamaría y finalmente ganó Casado.

Cospedal y Casado acabaron uniendo sus candidaturas y la victoria del segundo tuvo un efecto dominó que sólo logró salvar Moreno Bonilla. Sebastián Pérez agotó su crédito con Sevilla y Madrid cuando la sentencia sobre su reelección como presidente provincial la tumbaba y Moreno Bonilla aguantó el tipo por el rumor de elecciones anticipadas en Andalucía que dejaban sin margen de maniobra a Pablo Casado. En ese escenario, Moreno Bonilla y Casado acabaron entendiéndose sobre todo después de que el primero lograse la presidencia de la Junta para el PP. Sebastián Pérez se quedó en una posición muy débil en el partido.

Lucha de egos

Las evidencias de que el presidente del Partido Popular de Granada estaba cada vez más aislado no dejaron de sucederse desde su derrota judicial por las primarias locales. Primero cuando el PP-A colocó en la lista granadina a nombres históricamente enfrentados a Pérez como la hoy consejera de Fomento, Marifrán Carazo, y después, cuando los resultados electorales seguían empeorando en cada cita. La dirección regional y la ejecutiva de Pablo Casado perdieron su confianza y evitaron, salvo excepciones, hacer declaraciones en sintonía con Sebastián Pérez.

Pero como había pasado con Moreno Bonilla por la cercanía de las elecciones andaluzas, Pérez se mantuvo como presidente y candidato a la alcaldía de Granada por falta de tiempo para crear una nueva estructura. Aunque en Madrid y Sevilla se prepararon varias juntas gestoras, el presidente granadino aguantó hasta que las elecciones municipales de mayo le dieron la penúltima estocada.

El PP se arrastró en Granada perdiendo la mitad de los votantes que había logrado en 2015. Aún así, consiguió ser la segunda fuerza política más votada, pero sin el apoyo de su partido, Sebastián Pérez inició una travesía por el desierto en la que resultó irrelevante. No dejó de postularse como posible alcalde si PP, Ciudadanos y Vox sumaban sus 14 concejales que daban mayoría absoluta, pero populares y naranjas decidieron, desde Madrid, que por estrategia política, la alcaldía sería para Luis Salvador, de Cs, que solo había obtenido cuatro concejales del total de 27.

La alternancia y una vía de escape

Sebastián Pérez ha intentado mantenerse a flote pese a haber visto cómo su entorno más cercano también le daba la espalda. Fuentes internas del partido entienden que los que le necesitaban ya no porque pueden contar con puestos de relevancia en la Junta de Andalucía. Sin apoyos, ha apostado su suerte a un supuesto pacto alcanzado con Ciudadanos en Granada sobre la alternancia en la alcaldía. Pérez sería alcalde dentro de dos años cuando Luis Salvador dejara el puesto. Ese había sido su órdago y así se planteaba su argumentario político hasta que la Audiencia de Granada le regaló esta semana un balón de oxígeno tumbando la sentencia que le obligaba a repetir el congreso que le reeligió y por el que Madrid quería cortar su cabeza política.

Ahora, Pérez se muestra beligerante con las dirección nacional argumentando que se ha sentido solo, que necesitó el apoyo de la ejecutiva y que no lo tuvo. Ese ha sido su primer paso antes de asumir, según entienden voces del PP de Granada, que sus opciones ya no pasan por aspirar a la alcaldía de la ciudad sino por hacer méritos para que en Madrid olviden lo ocurrido y le premien con un puesto en el Congreso de los Diputados. De hecho, en ese sentido ya hay una pista: Sebastián Pérez ya no descarta que otro compañero de su partido pueda ser el alcalde en dos años en lugar de él. Un gesto que se entiende como un guiño a la ejecutiva nacional para lograr seguir sobreviviendo.

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