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Adiós de los amigos del dibujante Carlos Pacheco: “Esperábamos que la ELA no fuera su kriptonita”

Carlos Pacheco abrió para los dibujantes españoles la senda del cómic de superhéroes.

Alejandro Luque

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Carlos Pacheco, el dibujante de superhéroes más célebre de España, falleció este miércoles a causa de la ELA. La noticia de que padecía esclerosis lateral amiotrófica ya llenó de consternación el pasado mes de septiembre el mundillo del cómic y de la cultura en general. Él mismo lo daba a conocer a través de sus redes sociales, después de que se hubiera retirado de la actividad profesional en abril de este mismo año. Amigos, lectores y colaboradores subrayaron entonces su admiración por el artista, conocido por haber abierto las puertas del sello Marvel a los creadores españoles, y le enviaron ánimos para hacer frente a la enfermedad.

El fallecimiento ha generado un gran impacto en la comunidad del noveno arte, para la que 2022 está siendo un año duro por las grandes firmas que han dicho adiós. Las redes sociales se convertían en un hervidero de homenajes y recuerdos para el que fue el gran pionero español del cómic de superhéroes, con reconocimientos de primeros espadas como Cels Piñol, que en Twitter le recordaba que “el cielo está embaldosado con vinilos”, o Jorge Fornés, que señalaba que “es imposible resumir lo que ha significado Carlos Pacheco para los artistas españoles, hoy se ha ido un grande, descansa en paz, maestro…”. Entre muchos otros también se sumaba Pasqual Ferry, que lamentaba que se ha ido “demasiado pronto. Y como solo las personas a las que quieres de verdad pueden provocar cuando se marchan, el vacío que dejas es grande y profundo. Marcaste la diferencia. Creaste un legado artístico a la altura de tus héroes de la infancia. Se acabó sufrir”.

Porque quienes estuvieron en contacto con él destacan que ni siquiera la terrible enfermedad había arrebatado a Carlos Pacheco su inveterada costumbre de hacer chistes. “Carlos era un dibujante de trazo talentoso, con ojo cinematográfico y con un formidable sentido del humor, que es un rasgo distintivo de la inteligencia”, comenta un amigo veterano, el periodista algecireño Juan José Téllez. “Desde que descubrí sus primeras viñetas en la revista Tuboescape, me fascinó su forma de concebir la historieta. Por entonces, enseñaba física en los salesianos de Algeciras y practicaba halterofilia en su pueblo, San Roque. Hace unas semanas, bromeábamos con eso, porque no estaba para levantar pesas. Quienes crecimos con Spiderman, Los 4 Fantásticos o Los Vengadores, agradecimos que él los humanizara sin restarles superpoderes ni superacción. A él y a Rafael Marín, les debemos Iberia Inc, los primeros superhéroes españoles, basados en nuestros propios mitos, empezando por Melkart, que ya existían antes de que se creara la Marvel. Esperábamos que el ELA no fuera su kriptonita”.

En recuerdo de su “bonhomía”

Otro amigo de muchísimos años es el pintor Juan Gómez Macías. Sanroqueño como el dibujante, ha sido durante muchos años gestor cultural para el Ayuntamiento de este municipio del Campo de Gibraltar, que ha decretado dos días de luto oficial. “Tengo la suerte de haber tenido a Carlos Pacheco como amigo desde hace bastante tiempo. En todos esos años he disfrutado de su crecimiento como artista y cómo se ha ido reconociendo su extraordinario talento en los ámbitos más prestigiosos y exigentes. Carlos logró la difícil posición de ser el que debía y quería ser: lo que soñaba ya desde niño lo consiguió, y no solo por su talento sino, además, porque trabajó sin medir el esfuerzo en el convencimiento de que todo se hace para los demás. Esa bonhomía explica su naturalidad y noble posición en un mundo tan proclive a perder el verdadero sentido de la vida y las cosas”.

“Es indudable que es uno de los artistas más brillantes de nuestra época, nada nuevo digo”, agrega Gómez Macías. “Y cabe subrayar que era una persona de una altura y calidad humana muy poco corriente, esa era fundamentalmente la clave de su grandeza. Ser feliz siempre fue su aspiración principal, muy por encima de cualquier otra. Amistad y admiración, amor fraternal, es lo que por él siento”.  

Más joven en edad, pero unido a Pacheco también por una larga amistad, Francisco Cerrejón recuerda sus primeros contactos con el dibujante antes de llegar a ser el coordinador del Encuentro del Cómic y la Ilustración de Sevilla. “Sólo me he saltado un examen en mi vida y lo llevaba bastante bien estudiado”, evoca. “Fue uno de Historia de América, con el profesor, hoy catedrático, Pablo Emilio Pérez Mallaína, de los tres mejores que tuve en toda la carrera. Recuerdo que era un sábado, el mismo en que se presentaba en la Taberna del Alabardero, en la calle Zaragoza, a metros de la mítica librería Arte 9, un tomo que recogía la serie limitada de Bishop, el primer trabajo para la Marvel, la de verdad, de Carlos Pacheco”.

“Aquello fue tan importante en tantos sentidos que resulta imposible resumirlo en un párrafo, además se ha escrito hasta la saciedad. El resumen es que Carlos fue el autor que abrió, precisamente con ese cómic, la puerta de Marvel a los dibujantes españoles y aquel día lo tenía delante. Ningún examen podía competir con eso, por muy responsable y estudioso que me hubiera vuelto en la carrera. Después llegaron encuentros en salones, jornadas, en el Encuentro del Cómic de Sevilla, en las pulpadas, en bares, hasta que llegó un momento, casi sin darme cuenta, en que Pacheco pasó a ser Carlos”.

“El niño de pueblo que quiso volar”

Cerrejón, hoy gestor cultural en el Ayuntamiento de Sevilla, cuenta también que “a veces, cuando me paro en la estantería en la que tengo sus cómics, entre ellos por supuesto el Bishop debidamente firmado de aquel maravilloso sábado, me sigo asombrando por la suerte de haber tenido como amigo a un autor de ese calibre, que ha marcado como muy pocos a varias generaciones de lectores y de autores, uno de los grandes del cómic internacional (lean la última entrega de Arrowsmith y compruébenlo por sí mismos). Pero acto seguido me acuerdo del último chiste, de la última conversación sobre tebeos o sobre música o sobre la vida en general, conversaciones en las que Carlos desprendía una cultura gigante, una amplitud de miras aún mayor y un humor continuo e inevitable (no había conversaciones con él sin risas ni bromas), y es entonces cuando me doy cuenta de la suerte que tengo de poder disfrutar de los grandísimos tebeos de Pacheco, pero sobre todo, de la que tengo por la amistad que me regaló Carlos”.

En términos no menos cariñosos se expresa Rafael Marín, escritor y guionista que, como se ha mencionado antes, colaboró con Pacheco en varios proyectos, y que atesora mil anécdotas con él, desde “el buzón en el que, de cachondeo, puso el nombre de Barry Windsor-Smith [el autor de los tebeos de Conan El Bárbaro]... y donde llegó a recibir carta de un fan alborozado que casualmente pasó por delante de la puerta”, a “la sorpresa de que hay o había un novillero que se llamaba igual que él y cuya furgoneta publicitaria aparcó una vez justo delante de su puerta, su alergia al queso o su pasión por los trajes de chaqueta y corbata”.

“Carlos era mi primo en el sentido calé del término”, concluye Marín. “Era el niño de pueblo que quiso volar. Y voló. El dibujante de cómics español en el que se miran los dibujantes que han venido luego. Un hijo del pop que sabía de tebeos, de música, de cine. Y todavía tenía la humildad de decir que era biólogo. Lo quiero”.

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