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Flamenco
De Rocío Márquez a Manuel Liñán: el pueblo malagueño que da casa y teatro a los artistas flamencos

Maui, durante un ensayo en Torrox | N.C.

Néstor Cenizo

Torrox —

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En el año del triple salto mortal internacional de Rosalía, otro disco español triunfó por encima de todos. Y a diferencia de Motomami, este fue creado lejos del oropel de Miami y Los Ángeles, en un tranquilo pueblo de la Axarquía malagueña encajado entre suaves lomas que miran al mar. Rocío Márquez y Bronquio encontraron el lugar idóneo para alumbrar El Tercer Cielo en Torrox, que este año es también el punto de origen de los nuevos espectáculos de Maui o Manuel Liñán. Todas acudieron a la llamada del In-Progress, un proyecto de residencias artísticas que pone casa y teatro a disposición de artistas flamencos que quieran dar forma a una propuesta innovadora alejados del ruido de la ciudad.

“Aquí les proponemos otra forma de trabajar. Suelen decir que se para el tiempo y que trabajan con otra profundidad”, explica el responsable de la iniciativa, Miguel Marín, un cordobés que lleva años programando el mejor flamenco en los mejores teatros del mundo: la Ópera de Sydney, el Gran Teatro Nacional de China en Pekín o el Teatro Stanislavski de Moscú. En una semana volará a Nueva York, donde presentará a Sara Baras en el Flamenco Festival, su marca más reconocida, con sede también en Londres.

El In-Progress de Torrox, impulsado por el municipio y la Fundación Concienciarte con apoyo del Ministerio de Cultura y la Diputación de Málaga, viene a ser la expresión local de una idea universal que Marín lleva poniendo en práctica 12 años. Se trata de ampliar los horizontes creativos del flamenco. En Nueva York o Londres intenta sacar a los artistas del posible ensimismamiento poniéndolos en contacto con creadores de otras culturas y ritmos. En Torrox, se trata de llevarlos al campo y procurarles un espacio material y espiritual desde el que explorar sus límites creativos. “Es la misma filosofía, pero aquí se orienta a artistas que quieren investigar y salir de su zona confort a partir del autoconocimiento”.

Estrenos de relumbrón en el Teatro Villa de Torrox

Los artistas vienen a regar una semilla, huyendo de la contaminación que a veces enturbia el proceso de maduración. Aquí, en una casa con vistas al mar entre Cómpeta y Torrox, la idea germina hasta dar fruto. “La convivencia es clave para crear la complicidad y la energía que luego se proyecta”, explica Marín, que les acompaña y presta un asesoramiento técnico. Luego se prueba el resultado para comprobar su maduración. En el Teatro Villa de Torrox se estrenaron el año pasado El Tercer Cielo, La Leona, de Olga Pericet, o Peculiar, de Ana Morales, galardonado luego con el Premio Nacional de Danza. “Es también una oportunidad para que lleguen a este pueblo espectáculos que de otra forma no llegarían”.

El coste de cada edición para las arcas municipales es de 30.000 euros. “Nos da la oportunidad de estrenar en Torrox espectáculos que van a girar por España y Europa”, resume Salvador Escudero, concejal de Cultura. El coste de la entrada es de cinco euros, un precio simbólico, pero que huye de la gratuidad total. “Eso sería una forma de devaluar el producto”.

La residencia artística refuerza también la imagen de marca de Torrox como municipio asociado a la cultura flamenca y que ya cuenta con el Festival Cajonea, centrado en el cajón flamenco, cada mes de noviembre. “Son proyectos novedosos, creativos y vanguardistas que se crean aquí. Queremos que haya un foco cultural”, dice el concejal. En los programas de los espectáculos recientes de Rocío Márquez y Bronquio o Ana Morales, representados en Europa y Estados Unidos, se aclara que fueron creados en este municipio de la Axarquía oriental, que desde hace décadas proclama con orgullo que tiene el mejor clima de Europa.

La prueba ante los chavales

El 9 de marzo a mediodía, Maui prueba Puerto Alegría ante un público exigente: 300 chavales del Instituto Jorge Guillén pueden verlo un día antes del estreno oficial. Puerto Alegría es una “autobiografía poética” con humor, poesía y teatro, en la que retira la máscara del personaje que creó hace dos décadas. “Yo creí que flotaría por ser una artista emergente”, dice mientras flota a la deriva en el arranque de un show con la dirección artística de Patricia Ruiz y ecos de Martirio.  

“Esta obra cuenta lo que hay detrás de los focos, y ese es un terreno muy virgen para el público en general, pero para los chavales mucho más, porque están acostumbrados a los envoltorios, a la purpurina de las redes sociales y de elementos asociados al éxito o al arte”, explica la artista utrerana, que durante el preestreno interpela a los jóvenes. Quiere saber qué es para ellos el éxito y cuál es su “mundo propio”. “¿Pensáis que para ser artista hay que nacer artista? ¿Hay que trabajar?”, pregunta Maui, hija del guitarrista y compositor Miguel Ramírez y sobrina de Bambino. “Mucho: pico y pala”, responde un chico. Cinco de los 300 levantan la mano cuando se les cuestiona si alguien se ha planteado ser artista. Todas tienen dudas.

“Yo era artista sin darme cuenta. No quería exponerme al público y sentía miedo”, les cuenta Maui, que durante años se vestía de negro riguroso para ocultarse tras su violonchelo: “Por eso decidí construir un personaje diferente a la persona que iba a comprar el pan”. Un personaje colorista, con un punto épico. “Vencer los miedos exige mucho trabajo, pero decidáis lo que decidáis, elegid lo que os guste. No importa si eres tímida, tienes miedos o prejuicios, porque eso se puede solucionar”. Reírse de una misma es una “cualidad” muy práctica en la vida, dice Maui. Encuentros como este pueden contribuir a despertar alguna que otra vocación artística.

“Cuando se trata de canciones, me gusta ponerme un pijamita gastado que tengo, pero para una obra como esta hay que salir del ruido y las prisas y aislarse completamente”. En Torrox ha encontrado ese plus de recogimiento. “La obra se llama Puerto Alegría y la hemos creado frente al mar, que ya ese horizonte te abre el apetito…”, cuenta Maui, que empezó a hacerse un poquito torroxeña cuando le llevaron a comer unos callos a su llegada. Fue el punto de partida de una obra autobiográfica que acabó encontrando puerto en este pueblo tranquilo con balcón al mediterráneo.

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