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La “paradoja de la satisfacción” y el agravio frente a Sevilla: por qué el gran caladero del PP está en la Costa del Sol

Juan Manuel Moreno, la semana pasada, en Fuengirola | EFE/Enrique Bermúdez

Néstor Cenizo

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La Costa del Sol es una franja de 175 kilómetros de largo que se ensancha o estrecha según la lejanía de las sierras que miran al Mediterráneo. Pero de la Sierra Almijara (al este) a Sierra Bermeja (al oeste), la montaña marca una división más honda. A un lado, el interior cada vez más despoblado, fiel hasta ahora al PSOE; al otro, la exuberancia de la costa, bastión del Partido Popular. En 2018, PSOE, PP y Ciudadanos empataron a diputados (cuatro), el PSOE logró una pírrica victoria en votos, pero un vistazo al mapa mostraba la nítida frontera entre el rojo socialista y el azul popular.

Ahora, los populares aspiran a lograr su triunfo más contundente en Málaga. El voto directo al PP alcanza el 35,6% y la estimación es del 37,7%, según el sondeo de mayo del CIS (único con datos provincializados). Ninguna otra provincia llega a estas cifras, ni refleja una diferencia tan abultada con el PSOE en la estimación de voto, 21,9 puntos. La Costa del Sol es uno de los grandes caladeros del PP en Andalucía: influyen las dinámicas municipales, la desideologización del voto, un sentimiento de agravio territorial y un perfil sociodemográfico que rompe amarras con dinámicas electorales tradicionales.

“Votar al partido es absurdo. Hay que votar al gestor. Y a mí, como fuengiroleño, me interesa que salga el Partido Popular, que además gobierna aquí”. A las puertas de la joyería que heredó de su familia, en la Plaza de la Constitución de Fuengirola, Felipe Sánchez afirma que lo de la izquierda y la derecha es “rancio” y que lo que cuenta es hacer cosas. “Yo veo cosas tangibles: cuando pasaba por delante del Hospital de la Costa del Sol [en Marbella] me tiraba de los pelos”, dice. Este martes, el consejero de Salud Jesús Aguirre ha aprovechado para visitar las obras de ampliación del complejo, paradas desde 2010 y ahora al 25% de ejecución.

Una franja azul en la costa

En 2018, el aspirante Moreno registró en la Costa del Sol sus principales victorias a nivel andaluz: ganó en Estepona, Mijas, Fuengirola, Torremolinos, Vélez-Málaga, Algarrobo, Torrox y Nerja, pero se le escaparon los dos municipios más poblados, la capital y Marbella. “Hasta hace muy pocos años, era rojo completo, pero empezaron a salir manchitas en algunas capitales, y luego en la costa y áreas metropolitanas”, explica Ángel Cazorla, profesor del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada.

La Costa del Sol es un imán turístico y residencial para extranjeros y nacionales, pero también para las cercanas poblaciones del interior, que pierden servicios y envejecen. En la costa están los 450.000 habitantes que Málaga ha sumado en el último cuarto de siglo, hasta los 1,7 millones, y con perspectivas de seguir aumentando. Los dos últimos años fue la provincia española que más creció: 20.652 nuevos habitantes en 2021. En la franja costera se concentran los servicios y gran parte de la riqueza de la provincia de Málaga, con siete de los diez municipios con mayor renta de la provincia.

Cazorla explica que sobre el mapa del voto puede superponerse el del desarrollo económico y social, para ilustrar la “paradoja de la satisfacción”, el concepto acuñado por el sociólogo Manuel Pérez Yruela: la derecha avanza tras la culminación de las mejoras materiales. “La condena para la izquierda es el éxito que ha ido consiguiendo en Andalucía. A lo largo de muchos años los resultados colmaban las expectativas, pero llega un momento que se produce una quiebra”, analiza Cazorla, que fue director de trabajo de campo del Centro de Documentación Política y Electoral de Andalucía (CAPDEA).

A esta ruptura contribuye el debilitamiento de los anclajes familiares del voto, a medida que la población rural se traslada a la costa y aparecen otros esquemas de sociabilización política, vinculados ahora a la decepción con las respuestas a la crisis económica. “Muchos jóvenes empiezan a estudiar en las ciudades y rompen lazos psicológicos y políticos con su pasado”. Para ellos, la ideología es un concepto mucho más laxo y débil. “Todo esto se nota especialmente en las zonas desarrolladas”, remata Cazorla.

El factor de arrastre municipal

Fuengirola es el paradigma: un municipio relativamente rico, joven y que ha multiplicado por diez su población en medio siglo, hasta superar los 82.000 en un estrecho tramo de ocho kilómetros de longitud. El PP aquí obtuvo su mejor resultado en la provincia en 2018, con el 30,89% de los votos. También ganó en 2015 y en 2012. Un primer factor es la inercia marcada por el gobierno municipal, vencedor desde 1995 con mayorías cada vez más absolutas. “Gana el PP porque el pueblo está cuidado”, dice Pedro Rodríguez, de 69 años, de tertulia con otros tres compañeros jubilados. De ellos, solo uno se declara votante popular, pero los cuatro reconocen el peso de la gestión municipal.

Como en Fuengirola, el PP gobierna la mayoría de los municipios más poblados de la provincia: Málaga, Marbella, Torremolinos, Alhaurín de la Torre, Rincón de la Victoria o Estepona, donde logró su mayoría más abrumadora en 2019: el 69,4% de los votos.

En Fuengirola escasea la cartelería electoral y abundan, en cambio, los carteles de agencias inmobiliarias y abogados, muchos de ellos en algún idioma escandinavo. Desde los años 70, este es lugar de residencia para la más nutrida colonia de finlandeses fuera de Finlandia. El 37% de su población es extranjera, principalmente británica, y el municipio dedica una concejalía en exclusiva para atenderla.

Pero el PP también parece estar capitalizando su acción a nivel autonómico. Este es el municipio con mayor porcentaje de autónomos de la región: el 32,2% de los afiliados a la Seguridad Social, por el 17,3% de media en Andalucía. “Aquí hay muchísimo emprendedor, que se siente más protegido por la derecha”, analiza Miguel Ángel Cortés en las oficinas del varadero del puerto.

A la puerta de su joyería, Felipe Sánchez relata cómo durante la crisis sanitaria su clientela, mayoritariamente extranjera, pasó a cero. Cerró dos de las tres tiendas, despidió a sus nueve empleados y se quedaron solo su hermana y él, que heredaron el negocio en 2009. “Yo veo que la Junta nos ayudó y rápido. Y ojo: con condiciones y papeleo. Cómo lo habría hecho el PSOE, no lo sabemos”, dice.

El diagnóstico lo comparte incluso la izquierda. “A la gente, en general, no le va mal y no tiene ganas de probar otras cosas. El PP le ha quitado bastante ideología a la gestión, y ahí está su éxito”, comenta Javier García León, excandidato del PSOE a la alcaldía de Fuengirola y derrotado sucesivamente por Esperanza Oña y Ana Mula: 'A mí la gente me decía: “Me caes bien, te votaría, pero esta gente no lo hace mal, hacen buena gestión'. Nosotros no generamos la misma confianza”.

De la lonja…

Hace algunas semanas, el pescador jubilado Juan Haro recibió una llamada. El equipo de campaña de Juan Manuel Moreno quería subir al candidato en un barco, y hacer como que faenaba. Conseguir el permiso de marina mercante llevó semanas, pero las fotos de aquella jornada han servido para trasladar una imagen del presidente como alguien cercano a los pescadores, un sector muy sensible al descontento por las limitaciones que le imponen las administraciones.

Haro, que acompañó a Moreno en el barco, es simpatizante declarado del Partido Popular, a quien no le imputa ninguno de los problemas que acechan al sector. Ni el precio del combustible, ni las negociaciones en Bruselas son competencia autonómica. Sí lo es el cobro de las ayudas por las paradas biológicas, pero un telefonazo de Moreno le parece suficiente: “Se lo dije, allí mismo llamó por teléfono y dijo que en breve estaría resuelto”. 

Por la lonja de Fuengirola pasaron unas 500 toneladas de pescados y mariscos en 2021, principalmente de pulpo y jurel. Juan Sánchez, presidente de la cofradía de pescadores, acaba de desembarcar 50 kilos de pulpo, que con suerte venderá a ocho o nueve euros el kilo. Guarda el cigarro para la foto, mientras explica que el gran problema es el bajo precio de las capturas. Por ejemplo, los jureles se descartan muchas veces porque apenas alcanzan los 30 céntimos por kilo. ¿Y eso se podría corregir con la nueva ley que regula los precios en la cadena alimentaria? “No, porque eso es la ley de la oferta y la demanda. Si lo ponen a dos euros los jureles y no los compran, ¿qué hago yo con los jureles? ¿Se los doy al Gobierno?”.

Los agravios del sector primario parecen cristalizar aquí en un voto al PP, de cuyo gobierno autonómico Juan Sánchez dice que “cumple” con las ayudas. ¿Aunque siga debiendo las de 2021? “Está todo firmado. Lo que hace falta es que paguen”.

… a los chiringuitos

Sentado en una terraza que empieza a oler a fritura, Alberto Santos da otra clave de por qué municipios como este votan distinto al interior. “Los pueblos siguen estando antiguos. En la costa no hay pueblos: son ciudades abiertas, y casi todos somos foráneos”, dice.

Él, por ejemplo, llegó de Madrid hace más de 30 años. Desde entonces, ha tenido que renovar la licencia año a año sin poder realizar reformas, hasta que llegó el Gobierno popular. “La jugada de la Junta” ha sido clave para poder levantar unos “chiringuitos nuevos” de obra, muy criticados por los ecologistas porque consolidan la privatización del dominio público con estructuras de hormigón. “Ganas de criticar para mantener su pequeño espacio”, replica el empresario.

Hay 29 chiringuitos en Fuengirola y casi 400 en la Costa del Sol. “Los chiringuitos garantizan que las playas no estén abandonadas”, dice el empresario, cuyo negocio puede ocupar 100 metros cuadrados más, hasta los 300. “Antes era lo mismo, pero sin legalizar”, dice. “Nosotros siempre estaremos a favor de la gente que nos deja trabajar. Y hoy en día hay que echarle flores a Moreno porque nos ha traído paz espiritual”.

El agravio comparativo

“Quizá es que estábamos cansados de tanto gobierno socialista infructuoso. A lo mejor han importado tantos años mirando a otro lado”, dice Miguel Ángel Cortes, el dueño del varadero, que resume bien otro elemento que está explotando el Partido Popular. Durante años, en la Costa del Sol ha ido cristalizando una sensación de agravio: la Junta de Andalucía se identificaba con Sevilla, e ignoraba a Málaga, a la que se castigaba por sus gobiernos municipales del PP.

“En el pasado, el Gobierno andaluz ha sido un limitante para Málaga”, suele decir Moreno. Ahora, el PP traslada que las tornas han cambiado. En sus mítines, suele recapitular sus visitas a la provincia en tres años y medio. 176 visitas institucionales, “más que los tres anteriores sumadas”. Tanto él como su segundo de a bordo, Elías Bendodo, son malagueños, y eso también cuenta.

El PP sabe que hay un argumento simple para explotar esa veta. En la capital, el candidato siempre cita el Metro (que está inaugurando por partes). Durante su mandato se han completado las obras, y la llegada al Centro, programada inicialmente para el 11/11/2011, está prevista ahora para agosto, cuando culminen las pruebas de seguridad. También suele recordar que el tercer hospital al menos ya es un proyecto, aunque no se haya puesto ni una piedra. La primera promesa del tercer hospital es de María Jesús Montero, entonces consejera de Salud, en diciembre de 2007.

El PP incide en esa brecha, que es muy perceptiva y cala, pero Cazorla cree que cada provincia tiene su queja: “Hace siete años, en una encuesta que hizo CAPDEA muy basada en el tema territorial, la línea se ponía en Granada, Almería y Jaén, frente a Málaga y Sevilla”.

Y hay, por último, un elemento demoscópico. El 51% de quienes votaron a Ciudadanos en 2018 se muestra ahora dispuesto a cambiar al PP, y sólo el 16,8% repetiría su voto, según la encuesta flash del CIS de junio. “Son vasos comunicantes”, ilustra el experto, y este trasvase (que ha aumentado durante la campaña) tendría especial repercusión en Málaga, la provincia donde los naranjas obtuvieron mejor resultado en 2018: el PP podría doblar sus cuatro parlamentarios (el CIS le da 7-8) y Ciudadanos pasaría de cuatro a uno. 

Tumbado a la bartola en la cabina de su coche de caballos, a Antonio Romero le importa poco todo esto, y tampoco termina de ver claro eso de que los hoteles estén llenos. “Se estarán quedando en la habitación...”. Romero, autónomo, resume como nadie que llevar el traje de ganador siempre acerca un poquito a la siguiente victoria: “Para poner a otro, que se quede el que está”. 

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