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Granada y las estaciones eternas de la ciudad de la poesía

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Juan Miguel Baquero

Granada es una tierra de estaciones. De tiempos, más que de trenes. De miradas históricas. A las cosechas callejeras que siembran espacios para el recuerdo, no era fácil guindarlas con sugestivas paradas. Pero ahí están. Hay mucha Graná más allá de la Alhambra, el Albaycín, y hasta Sierra Nevada.

Una retahíla de citas culturales siembran el añejo reino nazarí de música, cine, fotografía. La metrópoli oriental es el lugar donde callejean eternos Federico García Lorca, Enrique Morente y Leonard Cohen. Reconocida por la Unesco como 'Ciudad de la literatura', es la tierra donde una plaza pregunta por quién doblan las campanas. Y del flamenco. Y donde todo puede pasar bajo la poética urbana de Luis García Montero. Graná, como diría una paisana, “la vín, qué arte tiene compae”.

Tierra de estaciones culturales… y flamenco

Cuando es turno del hábito contemporáneo, la ciudad nazarí nunca defrauda. El concurrido mercado cultural deja tentaciones como Lorca y Granada en los Jardines del Generalife. Reponerse al viaje es adentrarse en un universo musical: del Festival Internacional de Jazz al de Música y Danza. Y el de Magia, titulado Hocus Pocus, o el encuentro de Fotografía Emergente Pa-Ta-Ta. Precioso nombre que sumar a la estación plural del séptimo arte: Cines del Sur y cine clásico con Retroback.

Y paren máquinas. Estación: flamenco en Granada. El Sacromonte. El barrio de las Cuevas. La conexión eterna con este arte ancestral convierte al reino nazarí en un escenario único. Inimitable. Oír no es sinónimo de respirar. Ni ver de morder. Como muestra, la ruta mundada en la ciudad de los gitanos, el rincón universal del Poema del cante jondo y el Romancero gitano de Lorca. Que amar, dicen, no es igual que tocar.

Donde doblan las guitarras

'Pura música' podría significar Graná. Como tantos otros sentidos posibles. El vientre de una de las obras maestras del rock patrio: 'Omega'. El disco que ensalza, con 20 años a cuestas y un documental, el legado inmortal de aquella conexión mágica entre los granadinos Enrique Morente y Lagartina Nick.

Y de Morente a Leonard Cohen. Y de la fusión poética al flechazo lorquiano. Del ramarazo poético del cantaor al enamoramiento vital del cantautor y padre de Lorca Cohen. Lorca, Cohen y Morente. Que entre los tres forjaron la pasión con un vals eterno en una tierra que siempre quiso ser rockera. Y donde, como paradigma, hay un lugar que inventa acordes cotidianos bajo el nombre del líder de The Clash: la plaza Joe Strummer. Allí donde cualquiera pregunta por quién doblan las guitarras.

Y más Lorca, taxis, y mucha poesía

“Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi”. Arranca, con tal verso, uno de los poemas más famosos y controvertidos de Luis García Montero. Letras urbanas que visten la normalidad de lírica. Una estación principal del granadino que se pone ropa de calle y agarra la mano creadora de Rafael Alberti y Antonio Machado. Y a su paisano, Federico García Lorca, con olor todavía a la Huerta de San Vicente.

Que de Federico no hay que olvidar su obra, dice García Montero, y nunca su muerte. Del poeta español más universal de todos los tiempos... ¿qué añadir? No lo suelta la tierra, pero nunca se fue. Tampoco su magnética relación con la música, como preámbulo del poder seductor de su obra, de la apasionante atracción lorquiana. Lo mejor será leer sus pasos en Granada. Y caminar sus letras.

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