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Los patios de Córdoba: el legado de civilizaciones hecho convivencia

Imagen antigua de un patio cordobés. (Foto. Archivo Municipal de Córdoba)

Carmen Reina

Abrir las puertas de una casa para que a ella pase todo el que desee contemplar la belleza de un patio cordobés. Ese gesto, convertido en una tradición que cumple ya casi un siglo, es el valor de las Fiesta de los Patios, distinguida como Patrimonio Inmaterial por la Unesco desde 2012 precisamente por ese hecho de convivencia y de compartir que definen a esta fiesta.

El legado de civilizaciones anteriores que en su arquitectura dejaron en herencia a Córdoba la construcción de viviendas en torno a un patio, ha sido imbuida después por ese hecho social propio y singular que extrapola la convivencia vecinal diaria en el patio a la magnitud de visitas que hoy en día reciben estos oasis urbanos, sobre todo en el mes de mayo y en fechas señaladas como la Navidad, donde las plantas y flores ornamentan estos espacios de manera única en el mundo.

Fue en 1918 cuando los cordobeses comenzaron a abrir las puertas de sus patios al público, una costumbre que se formalizaría con la convocatoria del primer Concurso de Patios, Balcones y Escaparates en 1921. De entrada, hubo una escasa respuesta de los propietarios para participar en el certamen, algo que hizo que hasta 1933 no se volviera a celebrar, una interrupción en el tiempo que fue la primera pero no la única, puesto que con el estallido de la Guerra Civil de nuevo se dejó de desarrollar el concurso. De hecho, el concurso no se recuperaría hasta 1944, momento a partir del cual se establecieron ya los primeros criterios de valoración de los patios: la arquitectura, la decoración y el tipismo de los mismos.

La idea de potenciar los patios como atractivo turístico de la ciudad prendió pronto e hizo que a mediados del pasado siglo, se aumentara el número de premios y su dotación económica, además de conceder ayudas económicas a los propietarios premiados con el fin de compensar el esfuerzo y los gastos que hacían para cuidar y mantener los patios en óptimas condiciones. En esta época, el concurso fue creciendo paulatinamente convirtiéndose en uno de los principales atractivos del programa ferial de Córdoba en el mes de mayo, con iniciativas como el certamen de Reina de los Patios –un concurso de belleza que se mantuvo entre 1962 y 1983- y el Festival de los Patios Cordobeses, la fiesta que desde 1956 ha llegado hasta nuestros días y que se complementaba con una programación paralela de música clásica y flamenco en los patios más antiguos y en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos.

Pero fue con la llegada de la democracia cuando llegaron los grandes cambios en las bases del concurso y su dotación económica, años en los que se estableció que los patios debían adornarse exclusivamente con plantas y flores de temporada y se prohibía la instalación de bares en las estancias. Se trató entonces de preservar la autenticidad de la fiesta, su historia y su belleza, para cuidar los patios tanto desde dentro como desde fuera y que se convirtieran en la seña de identidad más particular de las fiestas de Córdoba.

Ya en los años 90, se establecieron las distintas categorías de premios, distinguiendo entre patios de arquitectura antigua y moderna, con galardones específicos para la decoración natural, el esfuerzo de los vecinos por su cuidado o el uso artístico del agua.

Y es precisamente todo ese cuidado y tradición lo que ha llegado hasta nuestros días convertido en la Fiesta de los Patios, reconocida internacionalmente. Un lugar de convivencia, un oasis de vegetación y una arquitectura singular de puertas abiertas, de los cordobeses al mundo.

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