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Éxodo de enfermeros andaluces a Cataluña: “Sabíamos que cuando la Covid se estabilizara íbamos a ir a la calle”

En primer plano, tres enfermeros de las decenas de sanitarios de Andalucía que han acabado en Barcelona tras quedarse sin hueco en el SAS

Álvaro López / Carmen Reina

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María, Francisco, Isabel o Rubén son solo cuatro nombres de la larga lista de andaluces que han tenido que hacer las maletas en las últimas semanas para cambiar Andalucía por Cataluña. Tal y como avanzaba La Vanguardia, son decenas los sanitarios que se han marchado del Servicio Andaluz de Salud (SAS) porque no les han renovado o los contratos ofrecidos no son suficientes así que les conviene irse a 1.000 kilómetros de casa. La mayoría de ellos son enfermeros y se cuentan por decenas. Son tantos que hay promociones universitarias que tienen casi el mismo número de egresados en Cataluña que en Andalucía, a pesar de haberse formado al sur de Despeñaperros, según los sindicatos. El éxodo no tiene que ver tanto con los salarios, explican los enfermeros, sino con las condiciones y la duración de los contratos: “Son más largos y dan más seguridad”. Los sindicatos calculan que unos 600 enfermeros andaluces han emigrado a Cataluña para trabajar.

Este medio se ha adentrado en la historia de algunos de estos sanitarios que se vieron sin alternativa el pasado 31 de octubre. Sus nombres estaban en la lista de los 8.000 profesionales a los que el SAS no renovó después de haberlos empleado como refuerzos contra la Covid-19. Entonces, el consejero de Salud, Jesús Aguirre, lamentaba la falta de recursos económicos para hacer más contratos y advertía que los esfuerzos se iban a centrar sobre todo en la Atención Primaria. De hecho, la Junta de Andalucía ha creado las controvertidas consultas de acogida que son, a juicio de los sindicatos, una criba con la que pretenden quitar pacientes a los médicos de cabecera, pero utilizando a enfermeros para que diagnostiquen si la gravedad de la persona es suficiente para ver a su doctor. Pero tampoco por esta vía han conseguido renovar muchos de los sanitarios que se han ido hasta Cataluña.

El perfil de los enfermeros y enfermeras que se han ido de Andalucía es el de un profesional joven, rondando la veintena, que acaba de terminar la carrera y que ha trabajado como refuerzo por las bajas por vacaciones, laborales o por necesidad del SAS. Cuando, sobre el papel, su función ya no ha sido necesaria, Salud no les ha renovado más. Mientras tanto, en Cataluña se abren opciones en tres destinos principales que son el Hospital del Vall d’Hebron de Barcelona, un hospital público en Tortosa (Tarragona) y sobre todo el Hospital del Mar que es concertado y es donde ofrecen las vinculaciones más largas, de en torno a dos años. Ese es el caso de María Alfaya e Isabel Carmona, dos amigas y enfermeras cordobesas que a sus 22 años han cambiado la tierra de la Mezquita por Barcelona. En la Ciudad Condal han encontrado en el Hospital Vall d’Hebron un lugar en el que abrirse camino frente a la incertidumbre.

Ambas acabaron este año la carrera y cursaron la solicitud para trabajar en Córdoba poniendo vacunas. “Cuando se han acabado las vacunas, nos hemos quedado sin trabajo”, lamenta María que trabajaba en un centro de salud, mientras que su amiga Isabel estaba destinada para vacunas y autocovid. Sus contratos duraron apenas cuatro meses. Justo el tiempo que pasó entre que acabaron la carrera en junio y dejaron de renovar en octubre. Como explica María, lo habitual es que solo puedan trabajar “en verano o Navidad aprovechando las bajas” si acaban de terminar sus estudios. Como recién egresadas, tuvieron fortuna de lograr los pocos contratos que quedaban este año porque la vacunación y la presión asistencial mantuvo a mucho personal con vinculación en el SAS.

Luchar contra la incertidumbre

Hasta que el cuento terminó. “Se nos acabó el contrato. Al principio estábamos relajadas porque estábamos preparando oposiciones y pensábamos que, al menos, si no trabajábamos podíamos estar estudiando. Pero al final te acaba entrando el nerviosismo de ver a otra gente trabajando mientras tú no”. En vista de que la situación no parecía ir a mejor y sin ninguna opción laboral encima de la mesa, comenzaron a moverse para buscar una salida contra el estrés que estaban padeciendo por no tener trabajo.

María habló con compañeros suyos de la facultad que se habían marchado tanto a País Vasco como a Cataluña y resolvió su futuro “muy rápido”. “Me pasaron un contacto el jueves. El viernes hablé con sindicatos, ese mismo fin de semana hicimos los papeles y el martes fuimos en AVE hasta Barcelona. El miércoles entregamos los papeles y empezamos a trabajar el jueves”. La sanitaria confiesa que se sienten valoradas y en buenas condiciones laborales en Traumatología del Hospital Vall D’Hebron de la Ciudad Condal. “Además, hay diez personas de mi clase trabajando aquí. Cuando me enteré no me lo podía creer. A veces no sé si estoy en Córdoba o en Cataluña”.

“Al principio, cuando llegamos, lo pasamos un poco mal porque no teníamos piso y tuvimos que estar en un hostal sin saber siquiera qué turno íbamos a tener en el hospital. Fue un poco agobiante”. Reconoce que la experiencia parece de “otro mundo” porque “te vas a 800 kilómetros de tu casa sin nada, sin un lugar donde dormir y sin saber si te irá bien o no”. Pese a ello, arriesgaron y se fueron a Cataluña con el contrato de dos meses que les ofrecieron. “Si sale bien perfecto y si sale mal está la opción de volver”. Aunque les han prometido que renovarán cuando expire su relación contractual el próximo 31 de diciembre, guardan reservas por lo que pueda pasar.

“Sabíamos que nos quedábamos sin contrato porque éramos las últimas en llegar. No teníamos puntos y estábamos las últimas en las bolsas del SAS. Estaba claro que cuando la Covid se estabilizara íbamos a la calle”, admite María. Ahora, su realidad es que las han contratado “para cubrir incidencias porque la gente después de la pandemia necesita vacaciones”. Con esperanza, fuentes sanitarias les han comunicado que los contratos que les pueden ofrecer a partir del año que viene se renovarían trimestralmente y que tras la segunda renovación podrían tener opción a un contrato de medio año.

Carlos Santos es un enfermero de 25 años que también hasta el 31 de octubre trabajaba para el Servicio Andaluz de Salud (SAS) en Atención Primaria en Cabra (Córdoba). Como muchos de sus otros compañeros, sus contratos vencieron mientras se conocía que no iban a ser renovados, pese a la saturación en los centros de salud y ante una sexta ola de Covid en ciernes.

Como él, su novia María José, de 22 años, también había tenido un contrato de meses como enfermera en Cabra. Y tampoco vio renovado su contrato. Ambos han tenido que emigrar fuera de Andalucía para encontrar trabajo. Ahora, tanto él como ella trabajan desde noviembre en el Hospital del Mar de Barcelona con un contrato de dos años de duración, con la posibilidad de elegir turno para conciliar su vida en común y preferencia en el servicio que eligieran. “Aquí no falta el trabajo”, explica Carlos a Cordópolis. Somos “jóvenes, no nos importa venirnos a una gran ciudad ahora, no tenemos hijos y lo que queremos es trabajar y estabilidad”.

Mejores contratos en Cataluña

Francisco López aún no se ha ido, pero está a punto de hacerlo. Como María e Isabel, acabó su vinculación con la Junta de Andalucía el pasado 31 de octubre. Fue uno de los damnificados entre los 8.000 sanitarios a los que el SAS no renovó. Este joven de 23 años ha trabajado como enfermero en Atención Primaria en el centro de Salud de Salobreña, en la Costa Tropical de Granada. Como acabó en junio la carrera, ha estado trabajando entre julio y el pasado 31 de octubre cuando 8.000 sanitarios se fueron a la calle en Andalucía. “Viendo que no me iban a renovar, me puse en contacto con una compañera de mi promoción que se fue a Barcelona porque a ella no la renovaron en octubre. Le pregunté que cómo lo había hecho para conseguir un contrato de larga duración allí y ella me pasó el teléfono de un sindicato que me organizó todo”.

Después de quedarse sin trabajo, el miedo por no saber de su futuro le angustiaba. “A principios de noviembre estaba muy nervioso porque sabía que en el SAS no me iban a contratar”. Por fortuna, llegó una oferta de trabajo del Hospital de Tortosa en Tarragona. Dadas las circunstancias, decidió aceptar la oferta tarraconense y hará las maletas para empezar a trabajar el próximo 1 de diciembre con un contrato de un año y un mes con posibilidad de alargar otros 365 días.

Otro caso que explica cómo está el sector sanitario en Andalucía es el de Rubén. Su experiencia liga directamente con la extinción de las agencias públicas de Salud que tiene la Junta de Andalucía y que se deben extinguir en los próximos meses. Este joven de 25 años ha estado como enfermero en el Hospital Costa del Sol de Marbella, pero la inestabilidad que atraviesan estos centros por su futuro inmediato está llevando a algunos profesionales a marcharse. “A mí sí me habían renovado, pero rechacé el contrato porque me estaba preparando para enfermero militar”, confiesa.

Sin embargo, desestimó la opción porque le llamaron de Cataluña para ofrecerle una oportunidad de “muy larga duración”. Quedarse en Andalucía no parecía la mejor alternativa por la experiencia que estaba viendo en muchos compañeros que se quedaron en la calle el 31 de octubre. Además, aunque podría haber vuelto a su hospital, pero el contrato que le ofrecían “era muy corto porque ahora las agencias sanitarias se integran en el SAS”.

“En Andalucía los contratos son de muy corta duración, mientras que en Cataluña están ofreciendo de un año y medio a dos”, lamenta este joven. Como el resto de sus compañeros, está ilusionado por la oportunidad que se le abre en tierras catalanas, aunque eso signifique renunciar a su vida cerca de su familia. En parte, les ayuda el hecho de sentir que no están solos y que la precariedad laboral del SAS ha hecho que decenas de sanitarios hayan tenido que emigrar juntos para buscarse una carrera laboral.

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