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10 horas de calma y 10 minutos de guerra: Así ha reventado el debate del primer Presupuesto andaluz de PP, Cs y Vox

Marta Bosquet, presidenta del Parlamento andaluz.

Daniel Cela

El proyecto de ley de Presupuestos andaluces de 2019 llegó este miércoles al Parlamento aprobado de antemano, gracias al pacto firmado el pasado 13 de junio por los socios de Gobierno, PP y Ciudadanos, y su aliado Vox. Eso ha restado intensidad a un debate hipotenso, aburrido y protocolario, que se ha prolongado durante diez largas horas (seis en la tarde del miércoles y cuatro este jueves). Pero los últimos diez minutos han sido volcánicos.

El consejero de Hacienda, Juan Bravo (PP), ha cargado contra la “superioridad moral del PSOE” -el rasgo que más crispa a la derecha- enfrentándole a sus contradicciones históricas, incluido el famoso discurso de 1931 de la diputada socialista Victoria Kent, justificando ante Clara Campoamor que no era el momento idóneo para aprobar el sufragio femenino en España. Al PSOE se le han roto las costuras de indignación, porque no tenía derecho a réplica y porque la presidenta de la Cámara, Marta Bosquet (Cs), no sólo les ha negado la palabra. Les ha invitado a marcharse del Parlamento. “A quien no le interese lo que está diciendo el consejero, que abandone el hemiciclo”, dice Bosquet. “¡Esto es inaudito, inaudito!”, gritaban los socialistas. La paradoja es que el episodio dramático de última hora ha devuelto al PSOE a un debate en el que han sido invisibles todo el rato. El portavoz socialista, Mario Jiménez, se ha llevado la pelea fuera del Pleno, llamando “comisaría política” a la presidenta de la Cámara, y anunciando que sus servicios jurídicos estudiarán el modo de reprobar su actuación por vulnerar el reglamento.

Esos diez minutos han devuelto al Parlamento andaluz un retrato fugaz del bipartidismo, una imagen de la polaridad extrema entre la izquierda y la derecha, ahora que el PSOE andaluz, derrocado del poder tras 37 años, confronta a diario su compromiso con la justicia social al pacto de PP y Cs con la extrema derecha. Los defensores de la igualdad contra los aliados de la extrema derecha, un relato machacón que ha terminado irritando incluso al consejero teóricamente más templado del gabinete, Juan Bravo, que ha aparcado su talante moderado para atizar al PSOE en la frente.

Más o menos ha sucedido así: cerca de las dos de la tarde, tras cuatro horas de debate y votación del Presupuesto y las enmiendas, el Parlamento ha aprobado las cuentas con los votos de PP, Ciudadanos y Vox. El consejero de Hacienda ha subido a la tribuna, como dictan los usos y costumbres de la Cámara, para agradecer a los grupos la participación y felicitarse por la ley más importante del año, la que permite al Ejecutivo poner número a sus políticas: 36.500 millones de euros. Pero enseguida Bravo se ha salido del protocolo y ha pronunciado un discurso muy ideológico nada improvisado -que traía leído- y que ha lanzado como un proyectil a la línea de flotación del PSOE. Todo ha saltado por los aires, las formas, el trato personal, la política...

Los socialistas salían derrotados de una votación que consolida la alianza de PP, Ciudadanos y Vox y garantiza la estabilidad del Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla, probablemente hasta muy avanzada la legislatura. Se habían pasado toda la jornada negando la máxima del PP y Cs, a saber, que éstos eran “los Presupuestos más sociales de la historia de Andalucía”, los primeros que no están firmados por un Gobierno del PSOE. El consejero de Hacienda aprovechó su discurso de cierre para responderles, y lo hizo hurgando en la herida de la historia, negando a los socialistas la bandera de la que hacen gala: que el PSOE es adalid de los principales avances sociales y democráticos de la historia de España. “¿Todos los avances sociales son del PSOE? ¿Todos? ¿De verdad? ¿De nadie más?”, ha preguntado Bravo, con tono irónico.

Luego, el popular ha desempolvado un famoso extracto de un debate en las Cortes entre Clara Campoamor y la socialista Victoria Kent, dos mujeres que jugaron un papel decisivo en la aprobación del sufragio universal femenino de 1931. El consejero ha leído aquel famoso extracto del discurso de Kent, en el que discrepaba con Campoamor de si era el momento idóneo para aprobar el voto femenino. “Es peligroso conceder el voto a las mujeres. Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino”, ha leído Bravo. La lectura es literal, pero Bravo sugirió que el voto femenino salió adelante a pesar del rechazo del PSOE, y eso no ocurrió así. Los socialistas tenían 115 diputados en 1931: 83 votaron a favor y 32 votaron en contra o se abstuvieron (161 síes, 131 en contra).

En ese momento la bancada del PSOE andaluz ha roto a gritar, a elevar la voz, a protestar, a pedir a la presidenta de la Cámara, Marta Bosquet, el turno de palabra por alusiones del consejero. “¡Es inaudito, es inaudito!”, se escuchaba gritar, a micrófono abierto, a la vicepresidenta de la Mesa, la socialista Verónica Pérez. Bosquet mandó callar a los socialistas y el consejero siguió enumerando hitos de los avances sociales en España, negando la autoría “exclusiva” del PSOE. “La Transición, la Ley de Dependencia, el Pacto contra la Violencia de Género... ¿sólo lo hicieron los socialistas? ¿De qué partido fue la primera mujer alcaldesa? Del PP. ¿Y la primera Defensora del Pueblo? ¿Y la primera presidenta del Congreso? ¿Y la primera vicepresidenta de la Comisión Europea? Todas del PP. ¿Eso nos hace superiores?”, se preguntó.

En ese punto los socialistas habían entrado ya en combustión interna y pedían la palabra a gritos, sin que la presidenta de la Cámara se la concediera. “A quien no le interese lo que está diciendo el consejero, que abandone el hemiciclo”, dijo Bosquet. Una vez terminó su intervención el titular de Hacienda, la presidenta anunció que se levantaba la sesión, en medio de un revuelo tremendo. El portavoz del PSOE, Mario Jiménez, se quedó solo gritando, durante un minuto largo, la misma frase: “¡Señora presidenta, señora presidenta me tiene que dar la palabra!”. Sus señorías empezaron a salir, y Jiménez seguía gritando solo en el desierto. Bravo bajó de la tribuna y fue a saludar, uno a uno, a los portavoces de cada grupo en el debate. Al acercarse a la ex presidenta andaluza, Susana Díaz, ésta le negó el saludo. “No venga a saludarme a mí, súbase ahí [la tribuna] y pídale disculpas al grupo parlamentario socialista”, le espetó.

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