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Efectos del cambio climático: la ciencia avisa de que Sierra Nevada pierde nieve y dejará menos agua para Granada y Almería

Cara sur del Mulhacén, este 24 de diciembre, con nieve únicamente a partir de los 2.900 metros de altitud. Foto: Junta de Andalucía

José Miguel Muñoz

Granada —

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Los amantes del esquí se las prometían muy felices cuando Sierra Nevada recibía varias nevadas en octubre y noviembre que permitieron abrir la estación el 23 de noviembre, la fecha más temprana de su historia. Y el pasado puente de diciembre fue de los mejores, con más de 50.000 visitantes. Pero desde entonces no ha vuelto a nevar, las temperaturas han subido de forma inusitada y el 20 de diciembre, en vez de nevar, un temporal de lluvia y viento se llevó la nieve de numerosas pistas, que se han mantenido esta Navidad entre algodones, con horario restringido para preservar la nieve.

No sólo sucede en Sierra Nevada, sino que los efectos de la subida de temperaturas también se están notando en otros puntos de España: sin ir más lejos, en Teruel han cerrado dos estaciones de esquí por exceso de buen tiempo. En el caso del macizo montañoso granadino presenta estos días una inusual escasez de nieve, sólo visible en las zonas más altas, nada que ver con la espléndida estampa que lucía hace mes y medio. Y no se atisban nuevas precipitaciones en los próximos días.

El glaciar del Veleta ya es historia

Es lo que le espera a Sierra Nevada en el futuro por el cambio climático: menos nieve, pero sobre todo, más desigual, nevadas torrenciales y nieve menos persistente, es decir, que durará menos.

Así lo ponen de manifiesto las investigaciones que se llevan a cabo dentro del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada. Ya en 2015, el documento ‘La huella del Cambio Global en Sierra Nevada’, que aglutinaba numerosos estudios, recogía un descenso de las precipitaciones en los últimos 50 años, especialmente en las zonas más altas, con un día menos de nevadas por año, y “un aumento significativo de las temperaturas máximas”, sobre todo a partir de 1970.  El documento constataba que el antiguo glaciar bajo el Veleta ya es historia y predecía que las temperaturas máximas subirían hasta 6 grados a final del presente siglo si las emisiones de gases de efecto invernadero seguían como hasta ahora.

En riesgo la despensa de agua de Granada 

“Lo que más está cambiando en Sierra Nevada es la torrencialidad de la nieve: habrá años con más nieve que la media y otros con menos, pero más concentrada en menos días, lo que afecta a la persistencia de la capa de nieve, que durará menos”, afirma María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica y responsable de la Red Guadalfeo, un conjunto de estaciones meteorológicas desplegadas por la alta montaña de Sierra Nevada.

Otro de los efectos que más preocupa a los científicos, por el incremento de temperaturas, es el aumento de la sublimación de la nieve: se evapora sin pasar por el estado líquido, directamente de sólido a gas, “por lo que se pierden recursos hídricos”, alerta María José Polo. Y no hay que olvidar que Sierra Nevada es la gran despensa de agua de Granada, que llena ríos y embalses con su deshielo para cubrir unos periodos secos que cada vez se alargan más. La sublimación ha aumentado ya entre un 28% y un 35% en Sierra Nevada.

Una de las científicas del departamento de Polo, María José Pérez Palazón, publicó a finales de octubre su tesis doctoral, centrada en la evolución y tendencias futuras de la capa de nieve en Sierra Nevada. Se trata de la investigación más reciente y de mayor relevancia para saber qué futuro depara a la nieve del macizo montañoso, pues incorpora los últimos escenarios de emisiones previstos por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).

 

Los resultados de las proyecciones, realizadas hasta el año 2100, indican “una disminución global de precipitación anual en forma de nieve, con una tendencia significativa que oscila entre 0,21 y 0,55 mm/año (según se frenen las emisiones o continúen como hasta ahora) y cambia según el escenario y la región de la zona”, afirma la investigadora en su tesis doctoral.

La peor parte se la llevará la zona oriental de Sierra Nevada, en territorio almeriense, la más árida. La cuenca del río Andarax, con unas precipitaciones medias de 36,6 mm de nieve anuales en el periodo 1961-2015, pasaría a 15,7 mm de promedio en el intervalo proyectado en la investigación, 2006-2100. Es decir, menos de la mitad de nieve. Otras zonas perderán menos precipitaciones y en el conjunto de Sierra Nevada pasarían de 76,6 mm a 60,3. 

Pero, como destaca la investigadora, “el mayor impacto del clima en el régimen de nevadas se refleja en su carácter torrencial, con una disminución en el número de días con nevadas y un aumento significativo en la intensidad media global de nevadas en ambos escenarios”.

Esa mayor torrencialidad “puede tener un impacto relevante en el régimen fluvial, que actualmente se caracteriza por flujos no perennes, junto con la ocurrencia de eventos de crecidas repentinas” especialmente en la parte almeriense de Sierra Nevada.

 

Y la nieve, al durar menos y aumentar la fusión por sublimación, “traería asociada una pérdida continuada del volumen de agua de nieve que se aporta de forma directa a los recursos hídricos superficiales y subterráneos. Todo ello plantea la necesidad urgente de avanzar en la planificación de estrategias de alerta temprana y adaptación a los escenarios futuros”, alerta la investigación de la científica, que recuerda, en cualquier caso, que las proyecciones climáticas “no son pronósticos, sino más bien diferentes caminos probables a largo plazo que pueden seguir las variables climáticas, ya que están impulsadas por la dinámica a largo plazo del sistema de circulación global en la Tierra bajo diferentes escenarios de emisión”.

Suplir la nieve natural por artificial

La estación de esquí de Sierra Nevada intenta suplir las menguantes nevadas con mayores inversiones en producción de nieve artificial y en máquinas que acondicionen y distribuyan mejor la nieve existente.

Cetursa, la empresa pública de la Junta que gestiona la estación, ha comprado para esta temporada 33 nuevos cañones y sus nuevos gestores, tras la entrada del PP y Ciudadanos en el Gobierno andaluz, pese al negativo escenario que describen los científicos, planean incluso aumentar la superficie esquiable en un área propiedad de la estación -fuera del Parque Nacional- pero a cotas no precisamente altas, donde la escasez de nieve será más acusada. Unos planes que sorprenden a la catedrática María José Polo, que alerta de que “el coste energético de generar nieve va a ser muy grande”.

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