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La trinchera infinita y Franco: el cine también exhuma al dictador

La trinchera infinita

Alejandro Ávila

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En la radio, en el cine, en la televisión. En todas partes. La trinchera infinita del dictador Francisco Franco perdura más allá de su muerte. Pervive en nuestra memoria y nuestras palabras, sin importar que lo idolatremos, lo odiemos, tratemos de ignorarlo o de recordarlo a toda costa. Está ahí y se filtra en la actualidad con la exhumación de los huesos del dictador o en la cartelera de nuestros cines.

Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga regresan con la película La trinchera infinita (Moriarti Films, La Claqueta), que se estrena el próximo 31 de octubre, a uno de sus temas favoritos: la memoria. Como ellos mismos recuerdan, ya tocaron el tema en Loreak, pero de una manera, quizás, más intimista. Ahora lo hacen abordando uno de los temas más dolorosos de la Guerra Civil: los topos de la guerra. Esas personas que permanecieron ocultas en sus casas durante décadas, por miedo a que las ejecutaran.

Esa es la historia que cuentan en película: la vida de Higinio, un trasunto de todas esas personas enterradas en vida y cuya historia se va articulando con dosis de acción, profundidad narrativa, actuaciones de Belén Cuesta y Antonio de la Torre y unos rótulos que, a modo de definición, van marcando y enlazando la historia.

Desenterrar a Franco, el inesperado juego de palabras

Como la realidad es tozuda y sorprendente, dos de esos rótulos han terminado enredándose con la actualidad a una semana del estreno de la película: 'Desenterrar' y 'Franco'. La realidad ha superado a la ficción cuando los restos de Franco abandonan, por fin, el Valle de los Caídos. ¿Pura casualidad? Al otro lado del teléfono se encuentran los tres directores vascos, que responden ordenadamente y con pasión a un tema que sigue generando una enorme polémica.

Afirma el politólogo Dominique Moïsi (Geopolítica de las series. O el triunfo global del miedo (Errata Naturae)) que los guionistas de las series de ficción actuales tienen una sensibilidad especial para transmitir los miedos y los sentimientos que subyacen en una sociedad. Es lo que le ocurre en La trinchera infinita, la obra de ficción que se inspiró en el documental andaluz 30 años de oscuridad (Manuel H. Martín) y toda la literatura creada por autores como Manu Leguineche.

Jose Mari Goenaga asegura que cuando introdujeron el rótulo Desenterrar en la película “el tema de desenterrar a Franco ni siquiera estaba en el debate público. Sí es cierto que se hablaba mucho de abrir las fosas comunes. Vemos que la película deja filtrar elementos que están en el debate público, pero nosotros los ordenamos de otra manera. En la película no se desentierra a Franco, pero sí a otra persona. Lo hacemos así para hacer reflexionar al espectador y colocarlo en otra posición”.

Goenaga abunda en que son dos las acepciones que se dan en la película de 'Desenterrar': exhumar y traer a la memoria lo olvidado. Cree que, precisamente es en ese segundo sentido donde está la clave de la polémica que genera la exhumación de Franco: “Levanta ampollas porque trae a la memoria lo olvidado. Según el conflicto que se nos presente, todos tenemos cosas que queremos olvidar o recordar”.

Tanto en Loreak, como en La trinchera infinita, sus protagonistas se tropiezan siempre con la misma piedra: “aunque impongas el olvido o el recuerdo, la memoria sigue su cauce, se convierte en algo colectivo. Aunque algún colectivo trate de obligarnos a olvidar, termina teniendo vida propia”.

Una sociedad atrincherada

La polémica en la que ha quedado envuelta el desentierro de Franco en un lugar honorífico construido por presos de guerra como el Valle de los Caídos, nos lleva a preguntarnos si la sociedad española sigue inmersa en esa “trinchera infinita” que da título a esta película multipremiada en la última edición del Festival de San Sebastián.

Aitor Arregi considera que “nos escuchamos muy poco. Hay algo de atrincheramiento ahí, aunque no sé si más o menos que en otros países. Creo que ese atrincheramiento existe y que toca techo cuando hablamos de la Guerra Civil”. Goenaga abunda en que, efectivamente, conflictos como la Guerra Civil o la dictadura franquista “no acaban, sino que se transforman. Son conflictos que no están cerrados, pero que algunos prefieren ignorar”. Por su parte, Jon Garaño subraya que la Guerra Civil termina para unos en el 39 y, para otros, en el 75.

“Franco parece una señora mayor disfrazada”

Así, Franco representa en la película la amenaza invisible que, poco a poco, va calando en la cotidianidad de ese matrimonio deshecho por su golpe de estado. Su figura les llega a través de la prensa y radio, luego a través del cine y, finalmente, irrumpe con toda su violencia en el salón familiar... a través de la televisión. Es, además, uno de los momentos más cómicos de la película, uno de los rellanos en los que sus directores se apoyan para dejar respirar la historia con humor: “Parece una señora mayor disfrazada... no tiene cuerpo de jefe (de Estado)”, espeta Rosa (Belén Cuesta) tras verlo en el informativo cinematográfico del NODO, en uno de los momentos más celebrados por los espectadores.

“En algún momento, queríamos hablar de Franco, pero de una forma desmitificadora. No había un afán de ridiculizarlo, pero sí de acercarnos a él desde el punto de vista de un matrimonio de pueblo, en un momento en el que tienes la sensación de que nadie más te oye”. La escena permite, además, reflejar la “evolución psicológica y ideológica de Higinio. Es un personaje que arranca con unos ideales y un espíritu militante. Critica que una de las mayores victorias del franquismo es que la gente no se preocupe de la política, pero él, con el tiempo, termina sucumbiendo a esa despreocupación”.

Una dictadura infinita

Es decir, Higinio representa a esa mayoría de españoles que terminaron aceptando que la dictadura sería eterna. O infinita. “Lo vemos escuchando el discurso de Franco con interés, mientras su familia protesta. De ese modo, Higinio hace el mismo recorrido que muchos españoles, que no estaban enterrados en su habitación, pero sí sufrían otro tipo de encierro: no podían decir lo que querían y se tenían que esconder. Seguramente, porque estaban igual de incomunicados que Higinio”, apunta Goenaga.

Para el trío de directores vascos es muy importante defender que no se trata de 'otra película de la Guerra Civil', un subgénero que ha terminado creando un cierto prejuicio entre los que argumentan que “desde la Transición, la guerra y el franquismo siempre se ha retratado el conflicto desde una determinada posición ideológica. Nuestra intención es otra: la de aportar una reflexión a un nivel más humano, ya que es una alegoría sobre el miedo. Sin olvidar el contexto, nos gustaría que el público se acercase a ella sin olvidar el contexto, para que más allá de ideologías, te puedas sentir identificado”.

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