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“Mi abuelo, Ramón Acín, era un punto solitario en el mapa de la memoria histórica en el que ahora brillan otros hombres y mujeres como él”

Los nietos de Ramón Acín, hijos de Katia: de pie, Federico, Conchita y Ramón; sentadas, Katy y Ana. La foto fue tomada el pasado 19 de mayo, sobre el escenario de la obra de teatro 'La niña azul'.

Óscar Senar Canalís

Zaragoza —
  • La Fundación Ramón y Katia Acín estrena un nuevo portal en el que están disponibles multitud de documentos y obras de ambos artistas: el padre, “hombre bueno” asesinado por el fascismo; la hija, ejemplo de cómo exorcizar el pasado a través del arte

“Amigo Buñuel: Tornémonos nidos de gusanos, antes que torcer nuestros comenzados caminos; caminos rectos, sencillos, henchidos de independencia y de humanidad”. Ramón Acín escribió estas palabras en la prensa en 1930. El “amigo” de su apelación no era una manera de hablar: apenas dos años después, el oscense se gastaría el premio del gordo de la lotería en financiarle Tierra sin pan al cineasta de Calanda. El recorte de El Diario de Huesca donde se publicó este texto es uno de los cientos de documentos que están disponibles en el portal de la Fundación Ramón y Katia Acín, que se renueva para impulsar el estudio y divulgación del “hombre bueno” que murió asesinado a manos de falangistas el 6 de agosto de 1936.

La Fundación Ramón y Katia Acín tiene el aliento de los cinco hijos que esta última tuvo con su marido Federico García Bragado. En mayo, buena parte de sus descendientes -una tropa más que numerosa- se reunió para asistir al doble estreno, en Huesca y Zaragoza, de la obra de teatro La niña azul, inspirada en la figura de Katia, mujer de biografía no menos interesante que la de su progenitor. La familia entera estaba encantada con esta iniciativa, al igual que con cualquier otra que reviva el legado de Ramón Acín, “Es algo que me da mucha satisfacción, porque nos devuelven su figura enriquecida con nuevos puntos de vista, y recuperan sus valores de coherencia, bondad y humanidad, que son eternos”, dice Ana María García-Bragado Acín.

Que todo el fondo documental relacionado con Acín esté disponible en Internet, “para que quien quiera lo tenga a su alcance”, tiene su origen precisamente en el afán de Katia de no olvidar nunca lo que les ocurrió a su padre y a su madre, Conchita Monrás, que compartieron trágico destino en las tapias del cementerio de Huesca, con unos días de diferencia. “Éramos apenas unas niñas y mamá, de vez en cuando, sacaba una caja y nos enseñaba los recuerdos y fotos de sus padres. Incluso nos llevaba a pasear por la alameda y el río, los mismos lugares que frecuentó con ellos. Sentía esa necesidad. No nos contaba historias truculentas, pero sí supimos siempre que a los abuelos los habían matado en la Guerra Civil”, explica Conchita García-Bragado.

Un doble legado

“De todo esto en la sociedad no se hablaba, claro, ni de Ramón Acín. Lo único que quedaba de él, de forma sorprendente, era el monumento de las Pajaritas del Parque Miguel Servet de Huesca, que no sabemos por qué fue respetado tras su muerte”, rememora Conchita. Todo cambió en 1982, con la llegada del PSOE al Gobierno de Aragón, y el impulso de un grupo de investigadores, con el profesor Manuel García Guatas a la cabeza, que se propuso sacar a la luz la obra artística de Acín, verso suelto de la generación de la vanguardia. Exposiciones, artículos... “Su figura salió de las catacumbas de la historia”, dice su nieta, que recuerda cómo de los enormes baúles de las golfas de la casa familiar en La Pobla de Montornés -a donde, tras el fusilamiento, fueron enviados, confiando en salvarlos, los enseres que tenían en Huesca- empezaron a salir pinturas y dibujos...

Este no iba a ser el único tesoro que iba a tener que gestionar la aún no nata Fundación. En 1989, Katia Acín se jubiló tras una vida entera dedicada a la docencia de Historia. Heredera de la vocación pedagógica de su padre, en su carrera como profesora sembró semillas que aún hoy dan frutos: ella fue la impulsora del grupo de teatro del instituto de Binéfar, en el que participó Paco Paricio, quien después fundaría la popular compañía Los Titiriteros de Binéfar. El caso es que Katia, que “nunca había hecho lo que había querido, que llegó tarde a todo”, reunió a todos sus hijos y les soltó una bomba: se iba a Barcelona a estudiar Bellas Artes, y encima pensaba alojarse en un colegio mayor, como cualquier otro alumno.

“Ya de niña pintaba con su padre; toda la vida nos había dibujado en los cuadernos y no había dejado esquina de periódico sin garabatear”, cuenta Conchita. “He aprendido muchas cosas en la universidad, pero a dibujar no, porque eso ya sabía”, llegó a decir la propia Katia. Se especializó en grabado, y con 71 años, comenzó una intensa actividad artística en ese campo. En 2004, apurando la vida y el arte hasta el último momento, falleció sin resentimiento y dejó una notable colección de obras... ¿Qué hacer con todo aquello?

“Asignatura pendiente”

En 2005 surge la Fundación, con el objetivo de gestionar todo el legado familiar, que incluye también la poesía de Sol (1925-1998), la otra hija del matrimonio Acín Monrás. Una década antes, Katia y Sol habían firmado un acuerdo con el Gobierno de Aragón, por el que se cedía al ejecutivo autonómico toda la obra de Acín. “El compromiso fue que la Diputación General de Aragón la conservaría y divulgaría, y aquí está la clave”, remarca Ramón García-Bragado. “Ese mismo año, tras la dimisión del presidente José Marco por el 'caso del sillón', gana las elecciones autonómicas el PP y la obra queda depositada primorosamente en el Museo de Huesca, pero la parte de darle difusión fue relegada. Hoy sigue siendo una asignatura pendiente”, lamenta Ramón. Aunque son varias las exposiciones temporales que se le han ido dedicando a su abuelo y su madre -la última de ellas el pasado año en el Museo Pablo Serrano-, los familiares de Acín lamentan la falta de proyección fuera de Aragón, donde tan solo se ha mostrado de forma monográfica una vez, en Barcelona en 1990.

Desde la Fundación se va a seguir reivindicando que Acín “esté a disposición de toda la sociedad: si es una sociedad individualista y egoísta, guardará a Acín en un cajón, pero si es una sociedad solidaria y con valores, utilizará a Acín porque será una figura que la representará”, reflexiona el nieto. “Ahora que se estudia la memoria histórica, su caso es representativo -dice Ana María-; hace unos años, mi abuelo era un punto solitario en un mapa en el que ahora brillan otros muchos puntos, porque hubo muchos hombres y mujeres como él”.

Muchos son quienes no olvidaron ni olvidan a Ramón Acín. Como tampoco lo hizo su amigo Luis Buñuel. Entre la documentación accesible a través de la nueva web de la Fundación está la carta manuscrita que este envió a Katia y Sol en 1962, en el que, sin florituras, les comunicaba que, tras pelearlo con su distribuidor francés, les haría llegar 25.000 pesetas, cantidad que se sumaría a las 60.000 enviadas en año anterior, con las que quería compensar la decisiva contribución de Acín al rodaje de Tierra sin pan. Katia, más sentida que el genio de Calanda, respondió en una misiva de 1963: “... es muy difícil encontrar en estos tiempos a una persona como usted, y precisamente porque la vida nos ha sido poco amable reconocemos y agradecemos más su gesto”.

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