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El periodista Ma Jun creó una base de datos de empresas contaminantes en China. En 2006, con la información, lanzó una página web que tuvo resultados inmediatos: una empresa de su lista se puso en contacto porque querían solucionar el daño que habían causado. “Ahí me di cuenta de la fuerza de la información: los datos empoderan”, decía esta semana el periodista chino en El País.
Tal vez Ma Jun tuviera razón, pero a juzgar por las cosas que vemos a diario, los datos, a pesar de que los expertos no paran de citarlos, no son lo que eran. A veces, incluso se podría decir que no sirven para nada a la hora de argumentar. Una pena. A los periodistas les gustan mucho los datos y un tanto por ciento siempre queda bien en los titulares.
William Davies, un profesor de política económica que ha publicado “Estados nerviosos”, un libro sobre cómo las emociones se han adueñado de la sociedad, explicaba al periodista Rafa de Miguel en El País, que si uno quiere tener éxito en Twitter y que su mensaje sea lo más viral posible, “debe contener lo que los psicólogos llaman ”emoción moral“. Y añadía: debes expresarte en términos como ”esto es escandaloso“ o ”esto es terrible“. El profesor, de 43 años, que vive en Londres, considera que si se escribe un mensaje de consenso, lo más objetivo posible, no le interesa a nadie. ”Si quieres ser viral, lo mejor será afirmar algo que no se sostenga ni remotamente con hechos“.
Hace unos días, un periodista aragonés recogía en su twitter un mensaje con una cita de Tomás Guitarte, el diputado electo de Teruel Existe, en el programa “Salvados, de La Sexta”: “El tema nacionalista es de ricos. Nosotros lo que necesitamos es comer todos los días”. Sin entrar en los muchos problemas que sin duda tiene Teruel, como despoblación y muy mejorables comunicaciones entre otros, el periodista añadía un comentario dudando de si la riqueza era el verdadero problema y lo argumentaba con la brevedad propia de Twitter: “PIB per cápita en la provincia de Teruel 24.262 euros; en la provincia de Badajoz, 22.685 euros y 22.685 a nivel nacional”. En los comentarios al tuit, el valor de los datos no empodera. Por el contrario, desaparece. “Te has tragado el timo de la estadística”, llega a decir uno de los comentarios. “Nosotros lo que necesitamos es comer todos los días” es un mensaje más potente que el dato oficial de la la renta per cápita de una provincia.
“Recordamos un 20 por ciento de lo que leemos, un 50 por ciento de lo que escuchamos y un 90 por ciento de lo que sentimos”, según explica Fernando Rodríguez Varona, consejero delegado de Publicis en España, una central de medios de uno de los grupos publicitarios más importantes del planeta. En la publicidad lo saben hace tiempo y buscan nuestros sentimientos. El precio puede ser un factor importante a la hora de comprar un coche, pero en determinados segmentos es mejor hablar de “el placer de conducir” para, así, capturar la atención del potencial comprador de coches y situar la marca en el intangible de la emoción.
Desafortunadamente, las redes sociales y los medios de comunicación están contribuyendo a difundir mensajes que rayan el absurdo, pero benefician a quienes se aprovechan de las nuevas formas que adopta la comunicación política. Por ejemplo, el 22 de noviembre aparecía una noticia, en el caso de El País en la portada) informando de que el presentador de televisión Arturo Valls denunciaba a Rocío Monasterio por irregularidades urbanísticas. La respuesta de la presidenta de Vox de Madrid no se hizo esperar. Dijo que Valls es “un progre que manda a su manager a que compre un local”. ¿Dónde vas? Manzanas traigo“, que diría un clásico.
En España, Vox es un exponente de cómo se puede tergiversar la información y poner tierra quemada de por medio. Emulando a Trump, auténtico maestro de la manipulación informativa, Monasterio respondió por Twitter y, como no podía ser de otra forma, los medios amplificaron un tuit donde la mejor argumentación consistía en que Valls es un progre, un término que ya es antiguo y que, curiosamente, recuperan en Vox después de estar muchos años en desuso.
Ante la falta de rigurosidad, las noticias falsas, los populismos y demás enfermedades de la comunicación, solo se me ocurre recordar las recomendaciones de Manuel Leguineche a los periodistas: “Contrastad, confirmad y dudad”. Si lo hacemos será más difícil que nos vendan la moto.
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