Familias aragonesas abren las puertas de su casa para acoger a niños saharauis con discapacidad
“Me dicen que soy valiente por acoger a una niña saharaui con discapacidad, pero no es así, porque ella es dócil y cariñosa; lo tiene todo y para mí es una experiencia muy gratificante”. Así de convencida se muestra Lourdes Guiral, la madre de acogida de Naha, una niña saharaui con dificultades para moverse y para hablar, que por primera vez pasará este verano con una familia aragonesa. Con ella, ha llegado a Aragón un grupo de niños saharauis con discapacidad. Ocho en total, de los cuales cinco viven en las residencias y centros vacacionales de las asociaciones para discapacitados de la provincia de Huesca, mientras que los otros tres son acogidos por familias.
Todos tienen entre ocho y doce años y cada uno de ellos necesita un cuidado especial. Por su situación, son más vulnerables que el resto de la población y sufren todavía más las condiciones de los campamentos de refugiados del Sáhara Occidental.
Hace tres años la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui (Alouda), en contacto permanente con los campamentos de Tinduf, quiso aportar su granito de arena, tras conocer de primera mano la realidad de este colectivo. Enseguida se puso en contacto con la Coordinadora de Asociaciones de Personas con Discapacidad (Cadis) de Huesca para liderar un programa que permitiera a estos niños salir de los campamentos durante los meses de verano. Algunos de ellos se alojan en el centro vacacional de ATADES en Martillué; en el de la Fundación Benito Ardid en Isin y en la residencia de Aspace en Huesca, donde participan de las actividades junto al resto de niños de la provincia.
Vienen acompañados de varios monitores, quienes reciben formación de los profesionales de Cadis durante estas semanas, para que a su vuelta puedan aplicar las técnicas aprendidas en los centros habilitados para los discapacitados en los campamentos de refugiados, explica la gerente de Cadis, Marta Peñas.
Los niños son diagnosticados durante su estancia en Aragón
Para los niños, su estancia en Aragón es más que una experiencia. Es clave para su salud. La falta de medios de los campamentos de refugiados provoca que la gran mayoría no cuente con un diagnóstico claro de su grado de discapacidad y menos aún de un tratamiento adecuado y eso es precisamente lo que se quiere arreglar.
Por ello, los niños saharauis acuden a varias revisiones pediátricas en sus centros de salud y en el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, donde reciben atención médica por parte de un equipo de voluntarios compuesto por médicos, enfermeros y auxiliares y se someten a intervenciones quirúrgicas si son necesarias.
Estas revisiones ayudan a establecer un diagnóstico para mejorar, en la medida de lo posible, la calidad de vida de estos niños. El presidente de Alouda, José Luis Laliena, recuerda las crisis epilépticas que sufría uno de los niños, al que no le habían diagnosticado la enfermedad. Fue durante su estancia en Aragón cuando se la detectaron y, desde entonces, recibe de forma periódica la medicación enviada por Alouda al campamento donde vive. “Ya no ha vuelto a tener más episodios de epilepsia”, destaca Laliena. No es el único. También a dos niñas sordomudas, que participaron en el programa de la asociación Umdraiga hace cinco años, se les puso el implante coclear en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza.
Las familias de acogida
La madre de acogida de Naha cuenta que no le importa ir de consulta en consulta, al contrario, “cuánto antes mejor”, por si hay que hacer alguna operación o rehabilitación, ya que el tiempo apremia, indica. Lourdes Guiral no dudó ni un instante cuando, al ponerse en contacto con Alouda, le ofrecieron acoger a una niña con discapacidad. “Soy jubilada, dispongo de mucho tiempo y no me importa dedicarle el verano a ella”, aclara. Naha tiene problemas motores que le afectan al lado derecho y dificultades para hablar, pero ambas se comunican perfectamente, afirma. “A su manera me pide lo que quiere. Le he cogido un cariño que nos va a costar separarnos”, señala.
Tampoco Yolanda Otín, vecina de Sabiñánigo, dudó cuando su hija le pidió acoger durante el verano a Saha, afectada por una discapacidad intelectual. La conoció durante su estancia en un campo de refugiados y le pidió a su madre acogerla en su casa. Este año es la segunda vez que viene y, entre los planes de esta familia, está conseguir que la niña se quede durante todo el invierno.
También Laura Baceló, coordinadora de 'Vacaciones en Paz' de la asociación Umdraiga en Zaragoza, acoge desde hace cuatro años a Manana, una niña saharaui con síndrome de Down.
Desde Alouda quieren hacer hincapié en la situación de vulnerabilidad que viven las personas con discapacidad en los campamentos de refugiados. No sólo en el Sáhara Occidental, sino también en los de otras zonas en conflicto del mundo. “La atención a los partos en estos campamentos es muy precaria y hay muchos nacimientos de niños con problemas”, alerta.