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Medio Ambiente propone restringir el uso de siete plaguicidas por sus daños en los ríos

La CHE pide que se tomen medidas para minimizar las afecciones.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

Alerta en la cuenca del Ebro por la elevada presencia de residuos de plaguicidas en varios de sus ríos: la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente) ha solicitado a las comunidades de regantes “la adopción de medidas de minimización de afecciones” por el uso de siete de estos productos químicos y, paralelamente, ha pedido a las Comunidades Autónomas “que informen sobre los plaguicidas que consideren de uso extendido, para su posible control”.

Son dos de las conclusiones del último informe anual sobre la Red de Control de Plaguicidas, el noveno que elabora el Área de Calidad de las Aguas, que alerta del hecho de que “la contaminación química puede afectar al medio acuático a corto y largo plazo, y por lo tanto puede tener efectos agudos y/o crónicos”.

Concretamente, el organismo de cuenca llama la atención sobre la elevada presencia en varios puntos de la red fluvial, básicamente en ríos y barrancos que recogen de manera natural las escorrentías de las principales zonas de regadío, de residuos del insecticida clorpirifós y de los herbicidas atrazina, terbutilazina y metolacloro, así como de dicloroanilina y desetilatrazina. Estos dos últimos son metabolitos: el primero derivado de los herbicidas diurón, propanil y linurón –este último de uso frecuente en horticultura-, y el segundo, de la atrazina.

Mayor presencia de residuos donde vierten los regadíos

Los análisis de la Red de Control de Plaguicidas del año pasado, que incluyeron el estudio de 24 sustancias en 23 puntos de muestreo en cinco ocasiones, detectaron “incumplimientos de las normas de calidad ambiental en tres estaciones” –dos menos que en 2014 y cuatro menos que en 2012- y la presencia de algún plaguicida “en 257 de estas analíticas”, lo que supone algo más del 10 %.

Uno de esos incumplimientos de las normas se produjo en Aragón, concretamente en el barranco de la Clamor Amarga a su paso por Zaidín, por clorpirifós en tres ocasiones. Los otros dos fueron detectados en el río Segre en Serós (Lleida) por ese mismo compuesto y en el Alegría en Matauco (Álava) por metolacloro, punto en el que los niveles de metolacloro llegaron a multiplicar por nueve los datos tolerables, mientras en Zaidín los superaron en un 50 %.

Los mayores niveles de plaguicidas de toda la cuenca fueron detectados en estaciones situadas en cauces que reciben las escorrentías de los principales sistemas de regadío, como Riegos del Alto Aragón en el barranco de La Violada, y en los ríos Flumen en Sariñena, Alcanadre en Ontiñena y Gállego en la derivación de la acequia de Urdana, cerca de Zaragoza; el Canal de Aragón y Cataluña, en el barranco de la Clamor Amarga en Zaidín, y el Canal de Bardenas, en el Arba de Luesia en Tauste, además de los leridanos Canal d’Urgell y Canal de Piñana en el embalse de Utxesa, al que llega el canal de Serós.

Por último, el control de las tomas de agua para abastecimiento urbano –análisis de 29 sustancias en 86 estaciones- detectó una presencia superior a los 500 nanogramos por litro en el río Matarraña en Maella. Esos límites no son de obligado cumplimiento para el caudal bruto, antes de entrar en la red. “Con un tratamiento de potabilización adecuado, el agua de consumo humano queda exenta de plaguicidas”, señaló la CHE.

Convenio para estudiar cinco cauces

Por otro lado, el CITA y la CHE han formalizado un convenio para investigar y evaluar “la afección al estado de las masas de agua superficiales debida a los retornos de riego” en las cuencas de los ríos Arba y Alcanadre y a los barrancos de La Violada, Clamor Amarga y La Valcuerna.

Los trabajos, que tienen un coste presupuestado de 280.000 euros, se extenderán a lo largo de dos años y prevén “elaborar un documento de comparación entre el régimen natural de esos sistemas y la transformación que ha supuesto la introducción del regadío”.

Su finalidad es “avanzar una propuesta de objetivos de calidad para las masas de agua superficiales en consonancia con la Directiva Marco del Agua”.

El Gobierno de Aragón patenta un bioplaguicida de ajenjo

Por otro lado, el Centro de Investigación y Tecnologías Agrarias (CITA) del Gobierno de Aragón, que lleva tiempo trabajando en la investigación de bioplaguicidas que permitan reducir el uso de compuestos químicos en el campo, ha registrado, junto con el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y las universidades de Zaragoza y de La Laguna, la patente internacional para producir plaguicidas biológicos basados en extractos naturales de ajenjo, activos frente a insectos de plaga, hongos que provocan enfermedades vegetales y gusanos parasitarios como los nematodos.

El proyecto incluye el registro de una variedad de ajenjo llamada artemisia absinthium candial, cuyo cultivo supone, por otra parte, una alternativa a otros tradicionales como la alfalfa y el maíz al necesitar menos agua, según las conclusiones de un estudio realizado el año pasado sobre una finca de dos hectáreas de secano en Luesia, donde la pluviometría anual se sitúa en el entorno de los 700 litros por metro cuadrado.

La empresa colombiana Ecoflora ha obtenido las licencias internacionales para cultivarlo y para producir y comercializar bioplaguicidas con los aceites esenciales que se obtienen de esta planta, que pueden utilizarse tanto sin mezcla como combinados con otros principios activos naturales.

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