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Un viaje a Siria sin salir de Zaragoza

Lian Faez y Yousef Shahibar, dos jóvenes sirios que llegaron como refugiados exiliados por la guerra.

Laura Gracia Romero

Zaragoza —

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El primer restaurante Syriana de Zaragoza abrió sus puertas el 25 de abril de 2021, en el número 104 de la calle Miguel Servet y fruto del esfuerzo de Lian Faez y Yousef Shahibar, dos jóvenes sirios que llegaron como refugiados exiliados por la guerra que comenzó en aquel país hace doce años. Este mes de abril, la familia Syriana ha inaugurado una tetería con el fin de acercar más su cultura a la capital aragonesa. Ahoa han inaugurado su tercer local, una tetería, que compaginan con los otros dos establecimientos de comida tradicional siria.

“Syriana, tanto para mí como para muchos clientes, significa viajar a mi país sin salir de Zaragoza. Por eso, desde la decoración de los locales hasta la elección de las recetas y la presentación de los platos está cuidado al mínimo detalle con el objetivo de acercar mi cultura a esta ciudad”, señala Lian Faez, el cocinero de Syriana.

La inauguración de la tetería, el pasado 15 de abril, sorprendió a todo aquel que paseaba por la calle Mayor ese día. Los viandantes pudieron encontrarse con dos establecimientos Syriana abiertos, uno frente al otro, que ofrecían un buffet libre gratuito de bebida, comida y postres tradicionales amenizados por un espectáculo de danza del vientre al ritmo del darbouka, un instrumento de percusión de origen árabe.

“Este tercer negocio -la tetería- ha nacido de una forma especial, ya que el segundo restaurante lo abrimos por la necesidad de tener más espacio y, en este caso, lo que queremos es compartir algo más que una degustación gastronómica”, explica Faez.

En este establecimiento, además de encontrar el té, los licores y los postres tradicionales, “el cliente podrá leer su futuro en las tazas de café, asistir a espectáculos de danza del vientre, apuntarse a clases para aprender este baile, fumar cachimbas, conocer gente de otras culturas o realizar un intercambio de idiomas, entre otros planes previstos”, adelanta el cocinero.

Recuerda también la importancia que tienen las lecturas de las tazas de café o de las manos en Siria, que tienen un “valor sentimental porque en mi país es algo muy típico que te encuentras en cualquier cafetería o que te hace algún familiar después de la comida”.

El éxito de Syriana en la capital aragonesa se ha debido a varios motivos. El cocinero considera que se debe al “cariño” con el que se cocinan los platos y a que “toda la comida viene fresca y se hace al momento. Hasta la carne procede de nuestras carnicerías Syriana, especiada al estilo sirio”. También ha recalca que vivir en Zaragoza les ha ayudado a conocer cómo comen los españoles, “con los que compartimos dieta mediterránea e intentamos adecuar nuestros platos sin demasiadas especias o picante, lo justo, el toque especial para que el cliente quede contento”.

En la carta, que se amplía continuamente, se encuentran platos caseros como su popular falafel, hummus, warak enab, mutabal, labna, pinchos morunos, costillas de ternera, kebba alepo, croquetas rellenas de ternera, churrasco, shish tawok o el secreto de la abuela, una de las especialidades de la casa.

Desde el inicio, el 5% de los beneficios de Syriana son donados a campos de refugiados en Siria o a distintas causas sociales. Los propietarios, junto con la asociación ‘Ayuda a Refugiadxs en Zaragoza’, organizan al año varias campañas de recogidas de alimentos y material humanitario en solidaridad y apoyo al pueblo sirio. La última fue a causa de los terremotos registrados el pasado mes de febrero en Turquía y Siria.

Tanto Yousef como Lian han tenido que hacer frente a las dificultades que supone venir como extranjero a un país en el que faltan recursos que faciliten la integración a las personas migrantes. Uno de estos obstáculos es el idioma, por lo que casi la totalidad de la plantilla de los establecimientos Syriana la conforman personas extranjeras para que el lenguaje no sea un impedimento a la hora de encontrar trabajo.

“Estuve casi un año en un campo de refugiados en Grecia. Pasar por algo así te cambia la vida, es como vivir sin poder mirar atrás, porque está la guerra; ni tampoco hacia delante, porque no ves futuro. Tuve suerte de poder trabajar como voluntario de traductor, al hablar un poco de inglés y de conocer a tantas personas de tantos lugares. La visión que tenía del mundo cambió”, relata el joven. Respecto al futuro, Lian explica que su objetivo es “generar más empleo” y “acercar culturas”. En definitiva, “no parar”.  

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