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“6.000 zaragozanos podrían comer cada semana con lo que tiramos”

Raul Blas, vicepresidente de Feeding Zaragoza

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

A las reuniones de la asociación Feeding Zaragoza sólo acuden una decena de personas, pero pueden presumir de haber convertido la capital aragonesa en pionera en la denuncia del despilfarro de alimentos que se produce en nuestro país. Hace unos días, consiguieron repartir 6.300 raciones de comida reutilizando sólo alimentos que iban a tirarse a la basura. Ahora, a Raúl Blas (Zaragoza, 1976), vicepresidente y portavoz, le preocupa atraer a más voluntarios a la asociación.

¿Qué impresiones os lleváis del acto que organizásteis, #ZgzNoTiraComida?

Nuestro balance es brillante, por la gran acogida que nos dio todo el mundo; sobre todo, por los 300 voluntarios que colaboraron con nosotros, incluso había más gente interesada. El éxito de la ciudadanía y del voluntariado es indiscutible, más allá de que el número de comensales era muy difícil de cuantificar porque hubo gente que repitió. El éxito fue conseguir tanto voluntariado, lo buena que estaba la comida, el buen ambiente que hubo... Lo que sí sabemos sin duda es que preparamos más de 6.000 raciones de comida; nuestro reto era llegar a las 5.000 que se han repartido en otras diez ciudades del mundo en acciones similares. Nosotros entregamos unas 5.000 en la plaza del Pilar, y después llevamos otras 1.000 al Refugio de Zaragoza para repartirlas entre personas necesitadas. Por tanto, no se tiró ni un kilo de comida. En total, teníamos unas 4 toneladas.

¿De dónde había salido toda esta comida?

Los alimentos venían de agricultores de los alrededores de Zaragoza, tanto de agricultura ecológica como de extensiva, aprovechando la parte de la cosecha que se desecha por no tener el aspecto o los calibres que exigen los supermercados, donde todos los productos tienen el mismo tamaño, el mismo color... son exactamente iguales. Los propios vendedores de Mercazaragoza nos habían guardado esa semana la parte de las cosechas que no iban a poder vender. También recogimos unos 4.000 trozos de pan; eran el sobrante de dos panaderías normales de barrio durante cuatro noches. La ideología de Feeding lucha contra el desperdicio de alimentos: ahora mismo, se tira comida en los hogares, en los supermercados, en la agricultura, en la distribución... en todas las etapas de la cadena alimenticia. Feeding Zaragoza, como el resto del movimiento Feeding, nos hemos inspirado en un libro de Tristam Stuart, Despilfarro: el escándalo global de la comida; también nos influyó el documental Somos lo que comemos. Hace cinco años, en Zaragoza ya fuimos pioneros repartiendo 1.000 raciones de comida elaborada con alimentos que iban a ser desechados para denunciar que 1.000 millones de personas pasan hambre en el mundo. Ahora, cinco años después queríamos llegar a repartir 5.000 raciones; también porque Tristam Stuart ha ido organizando actos similares, llamados Feeding 5.000, en otras diez ciudades del mundo. Lo único que queríamos demostrar es que cogiendo comida desechada de los alrededores de una ciudad durante una semana se puede dar de comer a 5.000 personas. Ese dato demuestra nuestro éxito de organización, pero, a la vez, es un dato vergonzoso.

¿Se podrían recoger cada semana ese volumen de comida desperdiciada?

Nadie ha hecho ningún esfuerzo para darnos comida, no han sido donaciones por caridad. Simplemente nos dieron lo que iban a tirar, lo que iba a acabar en la basura. Por ejemplo, teníamos una caja de 1.000 kilos de patatas; eran las típicas patatas que una máquina de selección había descartado por calibre. Esas patatas no se venden porque son muy pequeñas, pero están perfectamente, de hecho, estaban muy buenas. Y así con todo: las berenjenas, los pimientos... todo era de medidas que los supermercados no aceptan. En realidad, cualquiera lo compraríamos para nuestra casa. Y más todavía, si nos lo dejaran a un precio inferior, pero los supermercados prefieren que se tire.

¿Qué se podría hacer para evitar que se tire tanta comida?

Por ejemplo, quitar la fecha de consumo preferente de los productos, a pesar de que es totalmente subjetiva, falsa y no impide el consumo del producto porque sea nocivo. Esa fecha está manipulada por las empresas de producción y los supermercados para favorecer el consumismo, para que tiremos los productos y compremos otros. En España no se hace y parece imposible; pues bien, en Estados Unidos está prohibida la fecha de consumo preferente, solo se puede poner la fecha de caducidad. En Feeding también apostamos por prohibir a los supermercados tirar comida. Esto también puede parecer imposible en España, pero ya lo han aprobado en Italia primero y en Francia después, con ayudas en sus declaraciones fiscales para el pago del transporte de la comida que se pueda aprovechar y con multas en caso de incumplimiento. En España, como ocurre con el gasto de luz o de agua, se intenta sensibilizar a los consumidores a pesar de que el porcentaje de comida que tiran los ciudadanos es muy pequeño en comparación con los supermercados, que además falsean sus datos. En nuestras rutas del despilfarro con chavales de institutos, habíamos preguntado a jefes de supermercados qué iban a tirar, nos habían dicho que nada y una hora después en sus contenedores hemos visto veinte barras de pan, repostería en bandejas de corcho totalmente forradas de plástico, verdura en perfecto estado... simplemente porque la fruta y la verdura es muy barata, reciben al día siguiente otro camión que ya han pedido y no tienen sitio para acumular todo. Y de una forma nada digna: si le pueden echar un bote de lejía por encima o romper los productos para evitar el efecto llamada a los contenedores, mejor.

Hemos visto barbaridades, incluso pagar el sueldo de una persona para estropear los productos que se tiran, por ejemplo, abrir bolsas de patatas fritas con la fecha de consumo preferente pasada, en lugar de permitir que alguien lo pudiera utilizar. Además, hay muchísimos supermercados que, directamente, tienen en sus instalaciones compactadoras de basura para tirar todo sin que nadie lo pueda ver. Por eso, en los datos de la FAO o de la OMS aparecen cifras bastante más pequeñas del volumen que pensamos que pueden estar tirando los supermercados. Sí que en algunos empezamos a ver alguna campaña de fruta fea, con descuentos en productos con fechas de consumo preferente próximas... pero no se sabe el despilfarro que generan estos sitios.

¿También se podrían aplicar medidas en el sector hostelero?

También hay iniciativas interesantes, como fomentar que la gente se lleve a casa los restos de la comida que han consumido allí. No que lo pidan los clientes, sino que fueran los propios hosteleros los que te invitaran a llevártelo; parece que España tenemos vergüenza para pedirlo. En Australia, por ejemplo, le llaman doggy bag y es un movimiento muy extendido. Está estudiadísimo que cuando la gente sabe que se va a llevar los restos de comida con total normalidad, incluso pide más en el restaurante, con lo que el establecimiento sufragaría perfectamente el gasto de los envases con unos pedidos mayores. Evidentemente, si vamos a comer a un establecimiento de tipo buffet libre, ya sabemos qué va a pasar con las bandejas llenas de comida cuando a las cuatro de la tarde ya no quedan clientes. Deberíamos todos recapacitar y elegir bien a qué sitios queremos ir a comer. De hecho, Feeding Zaragoza trabaja sobre todo en sensibilización y en educación, con dinámicas que llevamos por colegios. Con más voluntarios, podríamos llegar a más, porque tenemos mucha demanda y sería una manera de plantar semillas en los niños, que son el futuro.

¿Os parece que hoy en día la mayoría de la gente sabemos poco sobre conservación y almacenamiento de alimentos?

Siempre decimos que hay que volver a lo que hacían nuestras abuelas. Seguro se llevarían las manos a la cabeza si nos vieran tirar el pan del día anterior: ellas hacían sopas de pan, pan rallado, torrijas... Nosotros hacemos dinámicas de aprovechamiento de los alimentos. Por ejemplo, yo tengo un pequeño huerto y la fruta viene toda a la vez, así que tengo dos opciones: tirarla o aprender técnicas para conservar esa comida. ¿Parece alquimia? Pues no, es bastante sencillo. Sólo hay que echar un poco de azúcar y calentar para hacer una compota o una mermelada, que dura años y años.

También podemos congelar la comida o cocinarla justo antes de que se estropee para que dure dos o tres días más. Si congelamos después de cocinar, volvemos a aumentar el tiempo de conservación. Se trata de aprender a valorar la comida, a tomarnos un tiempo para pensar antes de tirar dos manzanas que se han podrido. También, muchísimas familias tiran la comida que les sobra para no comer dos días lo mismo. A los que no lo hacemos, eso nos parece una barbaridad. A mí no me importa comer verdura dos o tres días seguidos, pero también se puede hacer un puré. O con la carne se pueden hacer croquetas, mezclarla con salsa para una pasta, hacer virutas para echarlas a la ensalada, hojaldres o empanadas... hasta el turrón de Navidad se puede utilizar en ensaladas. Todas esas cosas se nos ocurren cuando estamos alerta pensando en qué hacer para no tirar comida. En mi casa no tiro absolutamente nada.

¿A qué lo achacáis más este despilfarro? ¿A desconocimiento? ¿A un modo de vida que no deja tiempo para la cocina?

Todo influye. El capitalismo obliga a que todos queramos tener más cosas y a que para tener más cosas acabemos trabajando más horas y perdiendo tiempo de nuestra vida. No nos paramos a echar cuentas de la cantidad de euros que tiramos a la basura, pero cada hogar español tira como media 70 kilos al año; eso equivale a unos 250 euros al año por familia. Nadie se plantea que, si no tirásemos esa comida, quizá podríamos trabajar una hora menos al día.

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