“El agresor no siempre se reconoce a sí mismo”: un estudio analiza la violencia de género desde la perspectiva de los hombres condenados
Con treinta años de profesión a sus espaldas, la canaria María Teresa Cabeza Alonso señala que la línea que separa lo profesional de lo personal se le queda muy diluida. Esta trabajadora social se ha desempeñado tanto en entidades públicas como privadas, con una alta movilidad, lo que le ha otorgado “una visión integral del Trabajo Social más allá del mundo academicista”.
Este jueves 27 de noviembre, en El Prial, L’Infiestu, y dentro del programa Sembrando igualdad para la prevención de violencia de género, impulsado por COCEDER, impartirá la charla La violencia contra las mujeres desde la perspectiva de los hombres que cumplen condena por malos tratos.
La historia de las supervivientes
Se declara una enamorada de su profesión y mantiene el ánimo de seguir aprendiendo de los demás. Por ello, se embarcó en un máster universitario sobre Problemas Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED y en un programa de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, de donde surge el estudio que presenta; por otro lado, su recorrido profesional incluye ser directora y trabajadora social en la Casa de Acogida Edimar para mujeres víctimas de violencia de género —a las que ella prefiere referirse como “supervivientes”— del Ayuntamiento de Santa Lucía (Las Palmas) entre 2012 y 2017, entre otros trabajos.
Aborda esta investigación desde un punto de vista novedoso: la perspectiva de los agresores que han sido condenados y están internados en un centro penitenciario. En este caso, en Las Palmas I y Las Palmas II, que son los centros en los que ha desarrollado su estudio.
No se consideran violentos
Aunque “el espectro del agresor es muy amplio, pero muy concreto”, para su estudio lo acotó a 60 hombres internados, 30 en cada uno de estos centros. Un estudio que reafirma sus hipótesis: los condenados no se consideran violentos a pesar de cumplir condena por malos tratos; aun así, rechazan la violencia ejercida contra las mujeres; y el trabajo terapéutico puede ser una solución alternativa para reducir la violencia de género, siempre que se atiendan variables que rompan con la imagen de las mujeres dentro del sistema patriarcal.
“Sí la hay”, responde la investigadora, refiriéndose a la responsabilidad en la violencia de género. Parafraseando al ex delegado contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, “saben perfectamente lo que hacen y cómo”, pero muchos se excusan “en factores externos: las drogas, los recursos económicos y la repetición de patrones”. Según María Teresa Cabeza, no existe un hilo conductor que justifique la violencia, pero sí la existencia de un sistema que legitima los privilegios masculinos. Hablamos de control.
El mito del amor romántico
“Todo lo enfocan desde factores externos, pero la actitud agresiva ya estaba ahí. Convivimos en un sistema que legitima la violencia contra las mujeres y el mito del amor romántico, que hace mucho daño”, apunta. No asumen esos actos por motivos materiales, sino por “algo moral”. Y añade: las mujeres “son asesinadas, no es muerte”.
Consciente de que el perfil del maltratador es limitado, señala la falta de asunción de responsabilidad en los actos y la justificación de factores externos. “El problema viene cuando se habla de trastorno mental. Y cuando se pone de excusa el alcohol, éste solo desinhibe la actitud agresiva. Lo contrario sería minimizar la violencia y no darle la importancia que tiene”, explica.De la muestra de 60 hombres, 34 niegan haber ejercido violencia, aunque al analizar sus conductas reconocen que sí pudieron haber ejercido violencia psicológica, que consideran “menos dañina que la física” porque la perciben como “amoral” y niegan su implicación directa en agresiones físicas.
Metodología ecológica
Cabeza Alonso buscó que los reclusos estuvieran en el módulo de ingresos y aún no formaran parte del programa de intervención para agresores. Normalmente, estos programas se abordan mediante terapias cognitivo-conductuales individualizadas, sin considerar el entorno al que regresarán los internos.
En este sentido, se está implementando un abordaje ecológico en el marco del Programa Alianzas, desarrollado por las trabajadoras sociales Laura Tamaño Gallego, Cristina Filardo Llamas, Luis Verdú Ortiz y Esperanza Sánchez Craus. Este enfoque, habitual en Latinoamérica, llega tarde a España e implica trabajar con la familia y la comunidad. “Hablo de inserción, no de reinserción, para no reforzar viejos patrones. Si no se trabaja con la familia, no hay resultados”, señala.
Sentencias percibidas como injusticias
El espectro de edad de los hombres estudiados está entre 35 y 55 años, trabajan por cuenta ajena, conviven con su pareja y tienen estudios primarios. Cabeza Alonso insiste en que la violencia de género es “transversal porque afecta a cualquier estrato social, académico o económico”. Los internos perciben la sentencia como injusta y recurren a las excusas mencionadas, alegando provocación de sus parejas o la necesidad de escuchar ambas versiones. Solo tres de los 60 reconocen finalmente las agresiones sin justificación.
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