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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

“España en el corazón”

Barbijaputa

El diario La Razón organizó un foro para hablar de actualidad política con el líder de Vox, Santiago Abascal. Un foro ad hoc, para él, para Vox, para el partido afín a ese medio.

No era una entrevista por sorpresa, no era un ardid con temas específicos que el entrevistador supiera que constituyen el talón de Aquiles del político. Nada de eso. Era un espacio seguro para Abascal, un lugar para lucirse, para predicar al coro. Sin embargo, el ultraderechista no supo qué contestar a las preguntas que le hicieron.

¿Su excusa? Tener “a España en el corazón” y no en “la cabeza”.

Esto, que juro que no es obra de El Jueves, sino una noticia real, no es la primera vez que pasa. Ni es la primera vez que le pasa a Abascal, ni a la ultraderecha española (ni siquiera es la primera vez que le pasa a sus homólogos alemanes: el candidato de la ultraderechista AfD no supo responder a ninguna pregunta sobre sus propuestas políticas concretas en cuanto le quitaron del cuestionario el tema de refugiados).

El problema de esta completa ignorancia sobre qué temas ha de tratar un gobierno, no es sólo que en Andalucía ya estén gobernando, sino que no dejan de crecer en las encuestas para las generales y municipales como si de un partido con programa se tratara. Crecer sobre la nada es posible y, llenarte de nada, también.

Conseguir que una masa importante de la ciudadanía se mueva al compás de tu batuta lanzando sólo consignas vacías como “llevar a España en el corazón” es tan antiguo como el mundo mismo. El propio Abascal debe de pensar que para conseguirlo sólo se necesita gente enfadada por unas causas pero lo suficientemente poco profundas como para hacerles creer que las causas de su malvivir son otras. Por supuesto, apoyados por la inestimable ayuda de los medios de comunicación, propiedad de hombres blancos y de clase alta, nostálgicos del feudalismo en general.

Abascal lo cree así y por eso ni siquiera ve la necesidad de prepararse absolutamente ninguna entrevista, porque, de hecho, cuanto menos conteste, mejor le va. Un poco como Rajoy, que hacía del silencio política. También lo creen así los asesores de Inés Arrimadas. Se entiende así que el cordón sanitario de Ciudadanos sea al PSOE y no a Vox.

Y mientras la derecha usa esa parte del electorado para sacar rédito político, mientras al mirarlos a la cara ven el símbolo del dólar, las demás estamos temblando como hojas porque tenemos pánico a sus votos. Esos votos a la nada, al no-programa político, a la “España del corazón”, que puede arrebatarnos en cuestión de meses unos derechos que han costado años y vidas de sacrificio obtener.

Por su parte, lacayos de Abascal, como Rocío Monasterio, tampoco saben muy bien qué ocurre, por ejemplo, en las escuelas a las que quieren meter mano “urgentemente”. Pero da igual, se sacan cosas de la manga para justificar esas medidas “urgentes” que quieren llevar a cabo, inventándose problemas que no existen para, a continuación, presentarse a sí mismos como la solución a ellos.

“Les dicen a nuestras hijas que prueben a ser chicos y a nuestros niños que sean chicas. ¿Por qué tienen que adoctrinar a nuestros niños? ¿Por qué no nos dejan en paz?” https://t.co/RdG1daHLiS pic.twitter.com/z0OEwWpbUm

Estos talleres a los que hace referencia Monasterio no existen. Europa Press ni se molesta en desmentirlo, legitimando así que... bueno, algo de eso sí que habrá. Tanto Europa Press (y la prensa en general con honrosas excepciones) como Vox dejan en la pelota del colectivo LGTBI (en este caso) que se las apañen para ir limpiando toda la basura que ellos esparcen. No esperen tampoco que salga Ciudadanos a desmentir estos bulos. Su relación con el colectivo LGTBI se limita a ponerlo como atrezzo en algunos discursos. Del PP ni hablamos.

Muchas feministas nos encontramos en una tesitura curiosa: aunque no queramos votar porque estamos huérfanas de partidos, sentimos que debemos hacerlo para evitar un mal mayor. Y nos encontramos con que tenemos dos opciones para que nuestro voto cuente y no vaya al trifachito: o PSOE o Unidos Podemos.

¿Cómo vota una al PSOE y se va a dormir tranquila cuando sabe que están permitiendo que personas migrantes se ahoguen en el Mediterráneo impidiendo salir a los barcos de salvamento? Porque esto es algo que está haciendo específicamente este PSOE de hoy.

¿Cómo vota una a Unidos Podemos solo porque es lo menos malo? ¿Es esta una forma de ejercer un derecho libremente para ellas y sus compañeras? Pero lo más importante es: ¿le importa a alguien que seamos tantas las mujeres huérfanas de partido político? ¿Le importa a alguien que haya un porcentaje tan vergonzosamente alto de abstencionistas?

Ya sabemos la respuesta. Pero nada que afecte a las mujeres, a las personas migrantes o a los colectivos oprimidos es nunca urgente.

Una vez más, las que más tenemos que perder en unas elecciones somos las que ni en el mejor de los escenarios tenemos mucho que ganar. Y a la contra vienen los privilegiados que no tienen miedo a nada porque ningún partido es una amenaza para ellos, y sólo tienen posibilidad de seguir ganando y ganando. En detrimento nuestro, claro.

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