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Antonio Montesino: El hombre no es el territorio

El antropólogo, poeta, diseñador, editor y productor cultural Antonio Montesino.

Javier Fernández Rubio

Alfred Korzybsky, durante la I Guerra Mundial, cayó con sus hombres en una fosa que no estaba contemplada en los mapas que manejaba. De ahí la expresión 'El mapa no es el territorio' que dio a lugar a la moderna neurolingüística y está relacionada con paradojas distópicas tan del gusto de Borges y Houellebecq, pero también con el convencimiento de que el lenguaje no es suficiente para describir la realidad, o directamente la falsea. Cuestiones de semántica.

Toda exposición, como la que sobre la figura de Antonio Montesino y los 20 años de la Asociación Cultural La Ortiga puede visitarse estas semanas en la Biblioteca Central, es un ejemplo de cómo la obra no refleja la realidad del hombre y deja fisuras abiertas no recogidas en ningún mapa.

Deslumbrante, apabullante en cuanto a cantidad, calidad y variedad, la muestra 'La Ortiga. XX Aniversario' deja la sensación de que, si el mapa no es el territorio, el hombre es más grande que el territorio plasmado en esta su obra.

Torrelaveguense (1951-2015), Antonio Montesino fue un incansable creador poliédrico. Así se le define como antropólogo, etnógrafo, poeta, diseñador, editor y productor cultural, por poner un límite a la enumeración. En su haber hay 51 publicaciones en los ámbitos de las ciencias sociales, la poesía discursiva y visual y el pensamiento crítico. Bajo el soporte generador de su editorial Límite, Montesino, que se encargaba de diseñar y maquetar todas las producciones, era el responsable de una producción sorprendente en cuanto a su cantidad y calidad: una docena de colecciones de libros, carpetas, pliegos, revistas temáticas, por no hablar de La Ortiga, Poegramas, Parrhesia, La LunAzul, Antropológicas y Los Qdernos de la Casa de Fresno.

Como editor literario, llevan su firma 82 publicaciones colectivas y, como responsable del Aula de Letras de la Universidad de Cantabria, a él se debe el primer Taller Estable de Poesía Visual y Experimental, las revistas &cétera y Altazarabanda, así como la colección Metagrafías, por no hablar del centenar largo de conferencias y recitales sobre literatura y antropología que impartió.

¿Quién era Antonio Montesino? Esta es la pregunta que a uno le recorre mientras visiona el vídeo conmemorativo, husmea en las vitrinas en donde reposan sus publicaciones, admira su cartelería y curiosea entre sus objetos personales. En la muestra puede observarse sus gafas, sus cuadernos anotados, lupas, pipas y un gran bol con decenas de lapiceros consumidos y cuyos restos conservaba.

Montesino era un hombre insaciable por conocer y transmitir. Su esfuerzo titánico es un intento por dar salida a inquietudes en el campo de la antropología, las humanidades, la sociología, la literatura y el pensamiento crítico. Era un hombre inaprehensible, poliédrico, torrencial y volcánico, por definición, con un aura, una sensación melancólica de que una vida no es suficiente para abarcarlo todo, aunque el intento sea magnífico.

Esta exposición en la Biblioteca Central de Cantabria es la celebración de ese intento. Un legado que es un monumento a la tolerancia, el saber y el espíritu crítico, pues esas tres líneas empapan toda una obra literaria y editorial. Tolerancia, conocimiento y crítica que vienen tejidos sobre la urdimbre del buen humor y la bonhomía (impagables esas fotos de Montesino de carnaval) y un concepto juguetón de las cosas, como en su poesía visual, en donde nada es lo suficientemente importante como para tomárselo en serio, ni nada demasiado banal como para mantenerlo alejado de la creación y el estudio.

La Ortiga fue su proyecto más sobresaliente. Extendido a lo largo de casi dos décadas, y con más de un centenar de entregas, la obra es un compendio total de las facetas creadora, diseñadora y editora de Antonio Montesino. Sobriedad expresiva y textura de los materiales arropan un proyecto estético, ético y cívico de envergadura, con el arte, la literatura, la historia, el pensamiento y la investigación social como ejes reiterativos de una preocupación y un diálogo continuo con la otredad.

Como él mismo indicó, “La Ortiga es un proyecto sociocultural que asienta sus prácticas e ideaciones en la interdisciplinariedad, la interculturalidad, el pluralismo, el pensamiento crítico, la autonomía y el gusto por el trabajo bien hecho”.

El mestizaje y la pluralidad de visiones son importantes en la obra de este gran demiurgo, pionero en comprender cómo lo local y lo global se necesitan recíprocamente y cómo la educación es el auténtico motor de cambio; una educación crítica y en libertad, inconcebible de otra manera.

'La Ortiga. XX aniversario' es la constatación, siquiera aventurada, de que el hombre no es su obra: es más que su obra.

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