“Los migrantes siguen llegando porque hay un efecto huida, no un efecto llamada”
Karlos Zurutuza es periodista y ha cubierto, observado y vivido sitios tan calientes del planeta como Irak, Afganistán y Siria. Ahora publica 'Tierra adentro', un libro de la editorial Libros del K.O. que pone en el centro a las personas para poder comprender qué pasa en Libia. La clave, de nuevo, es “ir una y otra vez al país”, como ha hecho desde 2011 acompañado por el fotógrafo Ricard García Vilanova, para ver el proceso con el tiempo y hacer un periodismo internacional reposado y comprometido. Este viernes, a partir de las 19.30 horas, Zurutuza estará presentando su nuevo libro en La Vorágine.
¿Cómo se consigue hacer la radiografía de un estado fallido?
La clave es apostar por el país, volver y ver el proceso a lo largo de los años. Ricardo y yo llevamos yendo desde 2011 con frecuencia, aunque últimamente no hay visados y el país está cerrado, lo cual nos duele mucho.
Será difícil, en este caso, que la gente confíe y acceda a hablar con un periodista...
El mayor obstáculo para trabajar hoy en día es la burocracia. Ahora no dan visados, pero incluso cuando los daban necesitabas una red de contactos enorme para desatascar la situación. Una vez lo consigues, tanto con los libios como con los migrantes es muy fácil hablar. Hay que ganarse la confianza, no pretender que alguien que está sufriendo te lo cuente todo en el primer minuto, pero llega un momento en el que confían en ti.
Su libro es un retrato completo de Libia. ¿El periodismo internacional conlleva una tarea más intensa de contextualización para que llegue a todo el mundo?
Debería ser así, pero desgraciadamente no lo es. Yo veo muchas veces lo que se publica de Libia y leo una lista de datos, nombres, políticos, oficiales y gente importante del país y me pongo en la piel del lector, que no sabe nada, y pienso… ¿Qué pasa en Libia? ¿Cómo viven los libios? Y eso es difícil de encontrar.
¿El racismo se cura leyendo libros como 'Tierra adentro'?
Yo creo que se trata de intentar conseguir un ejercicio de empatía. Para eso, primero tienes que ponerle cara y conocerle. Si no le conoces y te crees que todos los subsaharianos, los migrantes, vienen a delinquir y robarte lo que tienes es muy difícil que hagas ese ejercicio de empatía. Pero, yo creo que, cuando uno consigue saber quién es la persona que tiene delante, es más fácil realizar ese ejercicio tan básico.
Además, no hace falta ir a Libia para saber qué le pasa a estas personas. Tenemos cantidad de subsaharianos en las calles y son accesibles, basta con preguntarles y están siempre agradecidos de que alguien les reconozca como personas. Cuando uno escucha sus historias, son las mismas que he escuchado en Libia.
Está el ejemplo del Sahara Occidental. No hay sociedad más concienciada que la española con ese drama. Pero, después de cada elección, la primera visita oficial es siempre a Marruecos. La voluntad de la gente, que es solidaria, no se articula en un cambio político.
¿Qué repercusión tiene que la Unión Europea financie a los guardacostas libios?
Antes de eso, hay que preguntarse qué ha hecho la ONU y qué ha hecho Europa en Libia desde 2011 hasta ahora. Cómo se destruye un país como Libia que, a pesar de estar sometido a los caprichos de Gadafi, tenía unos niveles de vida aceptables y la gente, gracias a los beneficios del petróleo y al estado rentista, llevaba una vida digna. Eso sí, no había libertad de expresión y ahí faltaban derechos fundamentales.
Cuando impulsamos una intervención como aquella, liderada por Sarkozy, del que supimos después que Gadafi había financiado su campaña electoral, es cuando uno se da cuenta de que hay que remontarse muy atrás. ¿Por qué recibíamos a Gadafi con alfombra roja y le reíamos las gracias antes de 2011 y luego se convierte en el tío más malo del mundo? Hay que empezar desde ahí. Todo esto es el resultado de una falta de una política potable para Libia. Se mata a Gadafi y se cae en la trampa de la insurrección. El objetivo era matar a Gadafi, pero no había un programa consensuado entre los libios y tampoco en Europa. Entonces, ahora se toman medidas como esta. El tapón de migrantes que era antes Libia ha desaparecido, ahora llegan y hay que poner un cordón sanitario como este, cueste lo que cueste, aunque tengas que financiar a todas las milicias del tráfico y proteger tu gobierno con milicias salafistas, que es lo que ocurre con el gobierno de la ONU.
¿Libia puede acabar como Egipto, con unas elecciones en las que salga alguien que no interese a Europa y se vuelva a poner a un dictador?
Yo creo que ese ha sido el plan para Libia, pero descartando las elecciones. En Libia en este momento no se puede, había unas elecciones programadas para este año que no se van a celebrar porque es imposible hacerlo con un mínimo de solvencia. ¿Quién las convoca, qué gobierno? Son milicias, ¿cómo se van a ganar la confianza de la gente para que depositen su voto en una urna? La solución a la egipcia puede ser, pero sin pasar por unas elecciones cuyo resultado no nos gusta, sino directamente con otra intervención militar.
En este sentido, ¿se pagará el desconocimiento que hay sobre Libia? Tiene unas características muy particulares...
Sin duda. Seguimos sin saber nada. Yo de esto me di cuenta cuando mataron a Gadafi y se celebró el final de la guerra. Llevábamos todo el año ahí, pasé varios meses yendo y viniendo y fue en el momento en que me di cuenta de que había contado una batalla en un país que me seguía resultando desconocido. Cuanto más tiempo pasas allí, te das más cuenta de todas las claves que se te escapan. Por eso, también necesitas volver para intentar entender aquello, no solo la situación de ahora, sino lo que era Libia con Gadafi. Intentar entender el país. Libia en 2011 era como un set de televisión, puro entretenimiento sin contexto.
¿Las ONG en el Mediterráneo estaban haciendo un trabajo que Europa no sabe abordar?
Las ONG intentaban cubrir el vacío que dejó la operación Mare Nostrum, que financiaba Italia en 2014 y rescataba gente. Italia pidió ayuda a Europa, porque era una operación muy costosa, y Europa miró hacia otro lado, Italia se quedó sola y suspendió la operación. Si esa operación siguiera funcionando, no harían falta las ONG. Además, sabemos los que rescatan, pero no los que mueren, que probablemente sean muchos más. Como ocurre en todos los conflictos, son un testigo muy incómodo porque te cuentan lo que está ocurriendo realmente con el dinero de nuestros impuestos.
¿Qué hay de cierto en el “efecto llamada”?
Cuando se retira Mare Nostrum, los migrantes siguen llegando en la misma proporción porque hay un efecto huida, no un efecto llamada. Es gente que huye del infierno. No hay un efecto llamada, se tirarán al mar haya o no barcos de rescate. Antes no los había y la gente llegaba a Lampedusa o a donde podía. Esto está corroborado con los datos. Cuando terminó Mare Nostrum, la gente sigue intentando llegar a Europa y el número de muertos en el Mediterráneo se multiplica por 30.