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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Feminismo de barrio(s)

Participantes en una manifestación del 8M.

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Aún no he tenido la oportunidad de leer 'Feminismo de barrio. Lo que olvida el feminismo blanco', libro de Mikki Kendall (Capitán Swing, 2022), pero tras echar un vistazo al adelanto, sospecho que es el tipo de libro interruptor que merece la pena leer porque te hace crecer, te revuelve. En breve, un grupo de cántabras lanzaremos, con la editorial La Vorágine, '10+1 feminismos del día a día', un conjunto de relatos feministas que tiene una intención similar: mostrar que el feminismo es una lucha que surge de la cotidianidad, del compromiso con una vida que merezca la pena ser vivida para las más y, en consecuencia, por un mundo mejor que dejar a nuestres hijes. Eso implica atender a la intersección de opresiones que pueden acumularse en un cuerpo de mujer —sobre decir que me da igual si es cis o trans—: contra el heterosexismo, sí, pero también el clasismo, el racismo, el edadismo, las agresiones al planeta o la minusvaloración de las personas con diversidad funcional.

El libro de Kendall pone de manifiesto que aceptar nuestra obligación con otras luchas no significa cargar al feminismo con pesos que no le corresponden, como tienden a señalar las feministas liberales. De hecho, este velar por un mundo más justo es esencial a la propia lucha feminista que, a lo largo de su génesis como movimiento, nunca se mantuvo ajena a las vindicaciones antiesclavistas, obreras, pacifistas… Por eso, aunque se reivindique la necesidad de romper el techo de cristal, no se nos debe escapar que esta demanda, que afecta a una minoría, está sobrerrepresentada, y que es más preocupante y urgente la lucha contra el suelo pegajoso o la dificultad de acceso a la vivienda y la situación de la Sanidad o la Educación, realidades que dañan a más mujeres y en situaciones más vulnerables: por ejemplo, mujeres migradas y/o racializadas, quienes, a menudo, sufren una opresión ejercida por otra mujer, amén de que soportan un peso significativo en la cadena de cuidados.

Para nombrar esta complejidad, la activista por los derechos humanos, participante en Black Lives Matters, y profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de California, Kimberlee Creenshaw, acuñó en 1989 el término “interseccionalidad”, a saber, un marco diseñado para explorar la dinámica entre identidades coexistentes —por ejemplo, mujer, trans y negra— y sistemas conectados de opresión —en el ejemplo anterior, patriarcado, herenormatividad y supremacía blanca—. Así, la interseccionalidad pone de relevancia que las mujeres no somos un grupo homogéneo, ni estamos igualmente posicionadas en todas las estructuras de poder, por lo que la sororidad nunca puede ser aproblemática, pues la raza y la clase dan forma a las experiencias de vida de las mujeres, interactuando con el género.

Estoy leyendo, por cierto, 'Cuando te llaman terrorista', de Patrisse Khan-Cullors y Asha Bandele, de la misma editorial, sobre el movimiento Black Lives Matters y me llama la atención el papel jugado por las mujeres negras trans en la génesis del movimiento pese a su escasa visibilidad. Otra identidad sobrecargada de opresiones, justamente. Cuentan, por ejemplo, cómo, cuando ocurrieron los hechos de Ferguson, donde la policía mató a un joven negro de 18 años, se montó una caravana en la que participaron de un modo muy significativo estas mujeres, que atravesaron la América profunda jugándose el tipo. La propia Khan-Cullors reconoce que no se les reconoció lo suficiente su papel, algo más injusto aún si tenemos en cuenta, como ella misma señala, que “las personas más criminalizadas del planeta son las mujeres negras trans que no pueden pasar por cis”. Si echo la vista atrás y recuerdo mi militancia feminista callejera más activa, siempre recuerdo a mujeres trans en las reuniones y manifestaciones… Para ahora tener que oír, más de veinte años después, que hay mujeres que niegan el derecho a existir a otras mujeres. Resulta que hay territorios, y Cantabria, por fortuna, no es uno de ellos, donde han surgido iniciativas ‘feministas’ que se niegan a aceptar los avances legislativos para las personas trans, un avance, por cierto, de todes y para todes. Es inaudito que nuestro movimiento retroceda así en su cualidad moral y alcance político, más con la que está cayendo desde fuera, con la ultraderecha más troglodita infiltrada en las instituciones. Siento decir que la transexclusión —las llamadas TERF— no me parece una opción legítimamente feminista, sino una discriminación inaceptable. Con todo, ahí está, y habrá que superar esto con dosis infinitas de tolerancia, paciencia… y cuidados para las compañeras trans.

Pero, como ya he dicho, en Cantabria no tenemos esos problemas. El 8 de marzo marchamos, todes juntes, un año más, por 'Todas las mujeres, todos los derechos, todos los días', de Puertochico al Ayuntamiento. Este año, además, lo haremos contra las guerras, tan características del patriarcado y su raíz violenta. Una vez más, las mujeres defenderemos la vida contra la muerte, sin olvidar que no solo hay guerra en Europa, que hay invasiones similares en Yemen o Palestina sin condena alguna por parte de la comunidad internacional, y que sigue habiendo, por tanto, refugiados sirios, afganos, yemeníes, palestinos… que no han contado con la hospitalidad que se está demostrando con los ucranianos. ¿Racismo sin racistas o falta de desarrollo ético? Hay quien dice que esta guerra ha modificado la política de refugiados europea, pero no nos engañemos, no es así: no ha cambiado ni un ápice, sigue siendo la misma política racista —institucional y ciudadana, cuidado— que solo acoge a ‘los suyos’, los blancos, y que usa los derechos humanos de un modo selectivo, como derechos ciudadanos, esto es, solo aplicables a quienes tiene detrás una nacionalidad europea y un muy determinado color de piel.

En definitiva, porque siguen existiendo opresiones muy diversas que afectan a las mujeres por todo el mundo, y porque no son solo las mujeres quienes nos preocupan, sino la justicia, que tiene mil escenarios en que florecer, las feministas hemos tenido, tenemos y tendremos un trabajo inmenso por delante que, no obstante, no dudaremos en atender. Porque, como proclaman Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser en el 'Manifiesto por un feminismo para el 99%' (Herder, 2019): “Representando a todas las explotadas, dominadas y oprimidas, el feminismo quiere convertirse en una fuente de esperanza para la humanidad entera. Aspiramos a hacer frente a todos esos desafíos. Rechazando sacrificar el bienestar de una mayoría para proteger la libertad de unas pocas”. Nos vemos en las calles, un nuevo 8 de marzo, pero que viva día tras día, barrio a barrio, en toda su amplitud y complejidad, el imprescindible y multiforme trabajo feminista. 

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