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Cuando tu boda depende de una decisión judicial sobre las restricciones

Rubén Bello y Esther Gurría el día de su boda.

Claudia Sáez

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Parecía que su boda no se iba a celebrar nunca, y como la de ellos, la de cientos de novios en toda Cantabria durante la pandemia. Rubén Bello y Esther Gurría planeaban casarse el 13 de junio de 2020, pero, “obviamente, en plena pandemia se canceló, y lo aplazamos al 15 de mayo de 2021”, explican los propios protagonistas. La odisea continuó en febrero de 2021, cuando la gestión del Casino de Santander, donde tenían reservado el banquete, dejó de estar en manos de la empresa que lo llevaba, “y entonces nos quedamos sin boda otra vez, por lo que llamamos como a 25 o 30 fincas diferentes para intentar poder celebrarla en algún sitio”, añade la pareja.

Finalmente, apareció una nueva fecha, el 31 de julio, y viendo los datos y la evolución de la campaña de vacunación en la comunidad autónoma creyeron mejor “esperar a esa fecha, pensado que se podría hacer sin problemas en el Casino, que ya tenía una nueva empresa de restauración para gestionarlo”.

Pero no todo terminó ahí, porque hace unos días, cuando se encontraban ultimando todos los detalles para el enlace matrimonial, los peores augurios se cumplieron con el anuncio de la Consejería de Sanidad de Cantabria que obligaba al cierre del interior de la hostelería como consecuencia de la evolución negativa de la pandemia de la COVID.

“Tuvimos cinco minutos de pánico, pero la realidad es que actuamos rápido y conseguimos contactar con el Hotel Milagros Golf de Miengo, que se encuentra en otro municipio con un nivel de alerta en el Semáforo COVID más bajo. Y así, montamos la boda en dos días, después de estar dos años preparándonos para hacerla en Santander”, relatan Rubén y Esther.

“Lo que más nos ha trastornado es la forma de actuar de esta clase política que toma las decisiones sin pensar en las consecuencias, porque cerraron el martes, el jueves dijeron que podría celebrarse con pasaporte COVID, y el viernes el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria tumbó las medidas. A nosotros nos frustra que no hayan pensado en la cantidad de parejas que llevamos años preparando este momento. Si no hubiéramos dado ningún paso, lo hubiéramos podido celebrar en el Casino, y te queda esa espinita”, señalan ambos, y añaden que tampoco entienden “qué sentido tiene un cierre de interiores en Santander si yo me he podido llevar a mis 100 invitados a Miengo, provocando unas desigualdades entre municipios que no tienen motivo razonable”.

Conchi, wedding planner del Hotel Milagros Golf, apunta también a ese “descontrol” en las medidas que se anuncian “de un día para otro”, lo que les supone “un enorme problema para organizarnos, sobre todo con los proveedores y todo el personal que hay que gestionar”.

“Rubén y Esther me llamaron con el tiempo muy justo, se quedaban sin hotel y sus invitados venían de fuera, así que quisimos ayudarles y solucionarlo, y fue una puesta en marcha súper rápida de compras, proveedores, empleados, etcétera”, explica la organizadora. Las empresas viven día a día a la espera de nuevas medidas, pero la propia profesional indica que lo esencial ahora es “trabajar hasta donde se pueda y hacerlo lo mejor posible sin que nadie se contagie”.

“Una gestión pésima”

“Lo que nos ha enseñado la pandemia es a reaccionar rápido y corriendo porque si no nos quedamos sin boda”, recalcan los novios. Una sensación que seguramente comparta la mayoría de parejas que se ha enfrentado a situaciones similares durante la pandemia. Vanesa Abascal, presidenta de la Asociación de Bodas en Cantabria, llega a considerar que la gestión desde la Consejería de Sanidad “no es mala, es nefasta”.

“Imagina lo que puede ser para un florista o un restaurante que tiene productos perecederos comprar para una boda 3.000 euros en flor o 10.000 euros en comida, y de repente que cierren interiores en ciertos municipios. Pues esta gente, además de llevar más de un año trabajando muy poco, lo poco que pueden trabajar se lo echan abajo, y lo único que están haciendo es crearles deuda”, indica Abascal.

Llega a considerar que es “como tener una losa encima de la cabeza” y que “es una situación que en otras comunidades no pasa”. “Nos gustaría que se pusieran a hacer otra cosa que no sea la de dirigir a la población, porque no lo están haciendo nada bien”, denuncia la presidenta de la Asociación de Bodas en Cantabria, que afirma que estas medidas “han afectado a todas las bodas que se celebraban en interiores y a los restaurantes que han tenido que comprar carpas y demás utensilios para celebrarlas en el exterior por el cambio de medidas. Luego, un dinero tirado a la basura al echar estas medidas para atrás”.

“Como restaurantes, no solamente se pierde una boda, sino todo el dinero que cuesta prepararlo”, añade Abascal, que quiere reiterar lo “pésima” que ha sido la gestión de las medidas, y pide al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que cese al consejero de Sanidad y al director general de Salud Pública y busque a “otras personas más aptas”.

Entre interior y exterior

Los cambios de hábitos y las improvisaciones están a la orden del día en las bodas en plena pandemia. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Santander ha buscado como medida para poder celebrar enlaces en el Palacio de la Magdalena, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad para este tipo de actos, el acondicionamiento de una estructura exterior para duplicar el aforo, que en el interior se reduce a diez personas, a las que se suman otras diez que pueden ocupar esa zona al aire libre.

Esta medida ha afectado ya a las seis bodas que se celebraban el pasado fin de semana en la ciudad, un momento en el que se encontraba en nivel de riesgo 3 del Semáforo COVID, –antes de que quedara anulado– en función del cual las bodas en el interior deben celebrarse con un tercio del aforo.

Estas seis bodas se suman al centenar que se han celebrado desde el inicio de la crisis sanitaria, incluyendo el Palacio de La Magdalena y el propio Ayuntamiento, como explica la concejala de Protocolo, Miriam Díaz. La edil destaca que “Santander ha adaptado el modelo de las ceremonias civiles, donde únicamente los novios puedan retirarse la mascarilla y se disponen turnos para la firma de los testigos. También se ha dado la posibilidad a las parejas de casarse y celebrarlo nuevamente con sus familiares y allegados más adelante, pensando especialmente en quienes no pudieron cancelar o aplazar el enlace”.

“Comprendo los nervios, la incertidumbre y preocupación de las parejas y más cuando las medidas sanitarias te cambian los planes a muy pocos días de la celebración. Por eso, esperamos que los novios disfruten de un día único e inolvidable. Haremos todo lo posible”, concluye.

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