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El colapso en la atención médica incrementa las agresiones a sanitarios: “Estamos justificando los ataques y tenemos que denunciar”

Un sanitario realiza una prueba PCR, en una imagen de archivo.

Blanca Sáinz

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“Hay muchos datos que no están registrados porque no somos un gremio que estemos acostumbrados a denunciar”. Así comienza su exposición María Ángeles Vila, responsable de agresiones del Colegio de Enfermería de Cantabria. El motivo de la afirmación de la sanitaria no es otro que la contradicción en la propia estadística del Observatorio de Agresiones del Consejo General de Enfermería que señala que en 2020 estas aumentaron en España un 12,5%, mientras que en Cantabria el dato disminuyó y pasó de cinco a cuatro ataques.

Sobre si la situación se está relajando a medida que la presión sanitaria va disminuyendo, Vila lo tiene claro: la gente está más crispada y tiene menos aguante. “Los cuatro casos que ha habido son los denunciados, pero estamos convencidos de que hay muchos más y que, de hecho, los sanitarios estamos minimizando los ataques y justificándolos con que es por el tiempo de espera, porque están estresados... Y tenemos que denunciar”, añade.

Precisamente en este momento se encuentran preparando varias campañas de sensibilización para que los profesionales sean conscientes de cuándo están recibiendo una agresión “porque no tienen que aguantar insultos”. Y es que las agresiones verbales o “menores” son las más comunes, siendo cerca del 67% de los ataques totales. Además, tal y como cuenta la profesional, donde más se producen es en Urgencias por el tiempo de espera: “Cada vez estamos más colapsados... Hay muchísimo trabajo y a veces la propia dinámica es la que impide que los sanitarios podamos pararnos con los pacientes a explicarles por qué estamos tardando”, asevera.

Además, la mayor parte de estas agresiones son a mujeres sanitarias, y casi un 70% de estas son provocadas por pacientes y no por familiares. Por ello, Vila recuerda que se ha demostrado que aquellas comunidades que sensibilizan a su personal sobre lo que es una agresión para que sepan identificarla, aumentan el número de denuncias.

“A raíz del episodio desarrollé cierto pánico y he estado dos años apática”

María (nombre ficiticio) es médica de Atención Primaria del Servicio Cántabro de Salud (SCS) y, por experiencia propia, considera que el servicio de Urgencias en los centros de salud es el más peligroso al no disponer de seguridad y al contar con pacientes “que ahora están muy descontentos con la atención prestada”: “La gente se ha sentido desatendida y está viviendo mucha tensión... Y los profesionales estamos percibiendo agresividad en gente en la que no lo veías”, cuenta.

No obstante, el episodio que sufrió en su caso no se ha producido recientemente, sino hace seis años en el Centro de Salud de Laredo durante un servicio de Urgencias. Allí, un chico de 23 años en claro estado de embriaguez “y bastante drogado” llegó con la mano muy inflamada, algo que la sanitaria asoció con varios casos previos que había tenido de personas que llegaban al centro con contusiones “porque les habían pegado de la que iban por la calle”.

La posibilidad -que se terminó confirmando- de que se tratase del agresor sumado al estado de su mano, hizo a la médica enviarle a hacerse una radiografía al Hospital de Laredo. En ese momento, el hombre decidió gritar a la sanitaria y mostrarse violento con ella, tanto que María tuvo que atrincherarse en una sala y llamar a la Guardia Civil, todo mientras el agresor continuaba pegando patadas a la puerta de cristal tras la que se encontraba ella.

Sin embargo, le dio tiempo a escapar antes de que la Guardia Civil llegase: “Esa noche me vi al límite. Su fuerza era incontrolada y él era absolutamente impredecible. En mi cabeza no encontraba ningún razonamiento a lo que había pasado, no podía haberle dejado descontento ni había pasado nada. Era una persona a la que solo por encontrártela por la calle es capaz de pegarte”, añade la profesional.

Al llegar las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad supieron exactamente quién era el hombre y le recomendaron que denunciase, algo a lo que la profesional, aún en estado de shock, accedió: “Después el hombre empezó a ir al centro de salud a preguntar por mí, y nunca he sido miedosa pero a raíz de todo esto desarrollé cierto pánico. He estado dos años apática, en los que perdí parte de mi vocación. Esto me pasó factura emocional y llegué a plantearme dejar la medicina... Si me volviese a ocurrir volvería a denunciar, pero es terrible tener que seguir atendiendo a la persona que pretendía agredirte”, señala.

Y es que él, además de volver a acudir al centro para preguntar por ella, fue en varias ocasiones en las que la médica tuvo que volver a atenderle algo que, reconoce, le provocaba “pánico”: “Nadie evaluó cómo estaba yo después de la agresión. Podía haber sido una persona que no estuviese muy equilibrada y que al tocarme le clavase un bisturí”, comenta con cierto enfado.

Pero aunque no obtuvo ese respaldo por parte de la Dirección del centro ni de la Consejería, tanto el Colegio de Médicos de Cantabria como la Guardia Civil tuvieron un trato “impecable” hacia la médica: “Los guardias estuvieron viniendo habitualmente al centro durante dos años. Solo para comprobar que no había problemas y con cierto carácter disuasorio”, indica.

Finalmente, y tras el juicio, el acusado fue condenado a seis años de cárcel debido a la cantidad de denuncias que tenía acumuladas. Entretanto, la sanitaria ha ido recuperando la vocación por su profesión y ahora se encuentra en otro centro sanitario de la comunidad desde donde reconoce que “en general, nadie denuncia salvo que haya situaciones físicas”. “Lo que sí te reconozco es que aquello que viví me ha servido para llevar mejor la pandemia. Ese episodio me sirvió para darme cuenta de que me jugaba la vida trabajando, así que al coronavirus no le he tenido tanto miedo”, reconoce con cierto tono de esperanza.

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