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ENTREVISTA

Imanol Gómez Martín, poeta: “La poesía ha resultado ser una vitamina tanto como lectura como en escritura”

El poeta y traductor Imanol Gómez Martín.

Olga Agüero

Santander —

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Imanol Gómez Martín reúne casi tres décadas de escritura en su reciente aventura poética, extensa y plural, en la que habla de la memoria y la pérdida en un diálogo con la muerte y la contemplación de la propia naturaleza. Entre reflexiones sobre el arte y la creación poética el autor, profesor de Filosofía, reivindica la poesía como resistencia a la pérdida y como taller donde se repara el sentido. Después de títulos poéticos como 'Bucólicor', 'Cuando las ciudades maten a los poetas' y 'Centone',“ además de la novela 'Ataré tus ojos a mi alma', Gómez Martín vuelve a confiar en El Desvelo Ediciones para su 'Taller de ausencias', donde convergen el poeta, el filósofo y el traductor que lleva dentro. Un ejercicio de memoria, una mirada al pasado y a quienes hoy son ausencia.

El título de su último trabajo, 'Taller de ausencias', ¿a qué responde?

Responde a la necesidad de reconstruir o reparar el sentido que, a lo largo de nuestra vida, va dejando restos o memorias que se alejan tras la pérdida física de aquellos que nos acompañaron y ya no están. Lugares del pasado, aquellos sabores que se alojaron durante un tiempo en la memoria sensorial, música cuya melodía se va borrando y no somos capaces de rememorarla, los amigos que dejaron de serlo, no por enfados o riñas, sino por construir o dejarnos llevar caminos diferentes.

¿Cómo se dio cuenta de que la poesía era una necesidad vital?

No podría decir cómo me di cuenta de la necesidad vital de la poesía, pero sí ese cuándo; ese momento de la adolescencia, en el instante en el que un poema llega a tus manos y se convierte en espejo o mejor, en brújula. Ese poema que, inesperadamente, te cuestiona, le da otra posible interpretación a lo que te sucede, a las preguntas que no sabías contestar o te procura nuevas preguntas que te abren a la posibilidad de explorar por ti mismo el y en el lenguaje -imitando, claro está- a aquellos que acabas de leer, por lo que esos primeros poemas, esa primera arquitectura del poema no deja de ser una copia, no en el sentido platónico, una “a la manera de tal o cual poeta”.

¿Ha respondido a sus expectativas? ¿Qué le da la poesía?

Nunca he tenido unas expectativas; la poesía siempre ha formado parte de mi vida, siempre ha estado allí, siempre he estado rodeado de libros. Se lo debo a mi madre, que fue una gran lectora y me inculcó la pasión por el lenguaje. Más que expectativas la poesía ha resultado ser una vitamina tanto como lectura como en escritura. Al igual que en cualquier otra faceta literaria, lo que más me mueve es la lectura incesante. La escritura es consecuencia de esas lecturas. Jamás podría dejar de ser lector, pero podría abandonar, no sé si fácilmente, la escritura. Lo curioso es que tanto la lectura como la escritura de poesía me ofrecen nuevas visiones del mundo y de mí mismo, aportan un conocimiento al que otras disciplinas no consiguen acceder. En fin, me ayudan a entender lo que me rodea y a significarlo de una manera más bella. Nietzsche decía que la ética era estética. Yo afirmo dicho presupuesto, pero con la poesía como búsqueda de la verdad y de la belleza. La poesía como ética. La poesía lleva su propia verdad y belleza y al compartirla se crea, al menos cuando no es una impostura, una atmósfera que ayuda a los demás. Por tanto, la poesía que es ética y estética, se convierte también en ese compartir con las demás personas en política. La poesía es política.

¿Y qué le proporciona al lector de poesía?

'Taller de ausencias' responde, por una parte, a la necesidad de rescatar aquellos libros publicados antes del año 2000 y que ahora mismo son inencontrables, y, por otra parte, a mostrar a aquellas personas que lo deseen mi producción poética inédita en estos últimos 25 años.

Usted es profesor de filosofía, pero al parecer la filosofía no le basta para explicar el mundo. ¿Qué tiene la poesía que no tiene la filosofía? ¿Se complementan?

En cuanto a la relación entre poesía y filosofía nunca he podido evitarla. Es más, aparte de dedicar algunos poemas a filósofos, con es el caso de Leibniz o Descartes, algunos poemas se convierten en metapoemas, ya que el poema habla de sí mismo en el propio acto poético. El poema se dice y en dicho “se” habla de sí mismo. El propio acto poético se convierte en poema. El hecho de la escritura se convierte en el sujeto del poema sin dejar de ser el propio objeto. Sujeto y objeto convertuntur (se convierten) como en el proceso alquímico que tanto gustaba a uno de los poetas que aparece varias veces citado en la antología: Leopoldo María Panero. La nómina de filósofos-poetas es interminable. Desde Parménides, con su poema 'Sobre la naturaleza' (Peri pýseos) hasta Nietzsche, Unamuno, Heidegger, María Zambrano con su inigualable 'Claros del bosque'; o poetas-filósofos tales como Hölderlin, Pessoa o T.S.Eliot, de quien aparecen en el libro algunos epígrafes de su 'Waste Land' ('Tierra baldía'). En definitiva, que la poesía, a mi juicio, consigue llegar a aquello que no se puede llegar de otra manera: parafraseando quizás a los poetas místicos con aquello de la unión mística como la unión de lo que no se puede unir.

Portada del último poemario de Imanol Gómez Martín.

Usted también traduce. ¿Cómo es ese ejercicio de traicionar y ser fiel a la vez?

Yo no creo que traducir sea traicionar, sino más bien dar la oportunidad de abrir a los posibles lectores obras que no hubieran sido capaces de leer y disfrutar nunca, a no ser que tuviesen don de lenguas y hablaran chino, japonés, ruso y un larguísimo etcétera, por supuesto. Ahora bien, si hablamos de la fidelidad, en mi caso, como traductor de poesía, siempre he tratado de ser fiel al o a la poeta en cuanto a la esencia y/o sentido del poema. Para traducir poesía hay que ser poeta, aunque nunca se haya escrito una línea. En mi caso he sido y sigo siendo un lector voraz de poesía tanto releyendo poetas antiguos como leyendo a las nuevas generaciones. Me vienen a la memoria dos autoras españolas actuales : Aroa Moreno Durán con su 'Todavía una noche', y Laura Ramos con 'Nonú'. He tenido la suerte de estar en contacto con algunos de los poetas traducidos, (Robert Nye y Marnie Pomeroy) y siempre he estado en contacto con las familias y biógrafos de los otros (Martin Seymour-Smith y Norman Cameron), de tal manera que, ante cualquier problema de traducción o sentido, siempre han estado allí para darme su versión.

No creo que traducir sea traicionar, sino más bien dar la oportunidad de abrir a los posibles lectores obras que no hubieran sido capaces de leer y disfrutar nunca

¿Cual es su poeta traducido que más le gusta?

No sería justo si nombrase a un poeta en detrimento de los demás a la hora de significar mis gustos, pero está claro que el trato directo, humano, con los poetas con los que he podido comunicarme es fundamental a la hora de elegir. Robert Nye, por ejemplo, me envió libros suyos que yo no había mencionado en una de nuestras cartas (él seguía manteniendo el correo postal como medio de comunicación con sus colegas escritores y editores) y me dio alguna indicación sobre la elección de sus poemas. En cuanto a Marnie Pomeroy, de 93 años, seguimos manteniendo contacto por medio del correo electrónico habitualmente, y tanto ella como su hija Maeve, ambas viven en Canadá, está activa en las redes sociales.

¿Cómo han influido esos otros 'yos' en su poesía?

El hecho de haber dedicado más de diez años seguidos a la traducción de estos poetas ha tenido que dejar, de algún modo, su huella no solo en mis poemas, sino también en mi visión del mundo. Que en algún verso aparezca algo de ellos supongo que es inevitable, como también lo son otras experiencias, pero sí que a veces algún poema me suena al poema de otro: algunas expresiones, el tratamiento de algún tema o la estructura de un poema, son, a veces, para mí, reconocibles. El contagio poético existe. Nunca como los heterónimos de Pessoa, por supuesto.

¿Es necesario o superfluo el recitar? ¿Qué aporta?

Ni todos los poemas son recitables ni todos los poetas recitadores. Yo creo que va más con el carácter de cada poeta. Sí creo, en mi opinión, que hay poemas cuya musicalidad, ritmo, cadencia, invitan a ser recitados, convirtiéndose casi en música. En su máxima expresión, cuando ya son musicados, tendríamos, por ejemplo, los lieder de Schubert, de Schumann o de Mahler. Los adoro.

¿Cómo se agota el poema? ¿Cómo se completa? ¿Es el lector quien lo adopta?

Como también ocurre en otras ramas del arte, creo que nunca es definitivo el poema. En algún momento hay que darlo por finalizado, aunque sea el lector quien lo completa con su propia interpretación y sentido.

¿En qué está trabajando ahora?

Estoy traduciendo para la Fundación Graves una selección de poemas de Robert Graves que espero terminar este próximo 2026.

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