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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Cómplices de la violencia machista

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“Nos están matando uno a uno”, musitaba una desolada Nina Simone en el concierto que dio al día siguiente del asesinato de Martin Luther King. Los racistas matan a los negros por su raza. Los machistas matan a las mujeres por su sexo. Porque pueden, porque mía o de nadie, porque tu vida me pertenece y vale menos, porque el hombre manda y la mujer obedece. Las están matando. Una a una. A ellas, incluso a sus hijos. El goteo es constante, insufrible. En las últimas semanas, una avalancha. Con el fin del estado de alarma que permitía a los verdugos controlar a sus víctimas, la violencia aprisionada se ha desatado. 

Una niña de seis años asesinada y arrojada al mar en una bolsa por su padre para destruir a su madre. La hermana de un año, desaparecida, probablemente en las mismas circunstancias. Una chica de 17, descuartizada por su exnovio. Una joven de 21, arrojada por el balcón por su pareja, un hombre. Antes, en una sola semana, cinco mujeres y un niño asesinados por sus compañeros o ex compañeros sentimentales. Dieciocho feminicidios y siete niños huérfanos este año por violencia machista. Ése es su nombre. Violencia de género. Del género masculino contra el femenino por machismo, misoginia, patriarcado. Violencia vicaria contra los hijos e hijas para matar a las madres en vida. Quien la niega es cómplice. Quien pacta con quien la niega, también. 

La ultraderecha dice que es una violencia como cualquier otra. Revienta los homenajes a las víctimas argumentando que también hay mujeres que matan a niños y a hombres. Pero no se pueden comparar, mucho menos equiparar. La estadística es tozuda, implacable. De las víctimas mortales dentro de la pareja en España, el 85,8% son mujeres asesinadas por hombres, según datos de la Justicia española. De todas las mujeres asesinadas en un año en el mundo, casi la mitad (47%) mueren a manos de sus parejas o familiares, según datos de Naciones Unidas. Los hombres se matan sobre todo entre sí, en las calles o las guerras, a las mujeres las matan en casa. Hombres. No todos los hombres, pero hombres. Quien se da por aludido, algo esconde. 

Hay feminicidios masivos en todo el planeta. A ellas las violan ellos mucho más que al contrario. En los conflictos bélicos, la violación de hombres a mujeres es un arma contra el enemigo. Ellas sufren muchos más abusos y maltrato. Ellas tienen mucho más miedo de ir solas por la calle. Ellas son prostituidas. Existe una violencia estructural para explotar, dominar, controlar, intimidar y, en último término, liquidar a las mujeres. No son sólo los abusos y homicidios, es también la subordinación y cosificación. Es el Cigala, detenido por maltrato, diciendo que las mujeres sólo denuncian por dinero. No es opinable, es contable: ellas corren muchos más riesgos en la relación entre sexos. Y quienes se oponen a dar más protección a quienes están más desprotegidas, son cómplices. 

Son fácilmente reconocibles. Estaban en Colón este fin de semana, gobiernan juntos en Andalucía, Madrid o Murcia. Es el cura canario que culpa a la madre de las niñas desaparecidas porque le fue infiel al hombre. Es el torero Cayetano Rivera diciendo que ni violencia machista ni violencia feminista (sic), mezclando víctimas y verdugos. Son quienes ovacionan a Plácido Domingo, agresor confeso de 20 mujeres avaladas por una investigación interna. Es Ayuso que aplaudía a rabiar. Ovacionar a un agresor sexual y llorar a la víctima de otro es cuando menos incoherente. Dejémonos de hipocresías. Llamemos a las cosas por su nombre. Negar la violencia machista también es violencia machista. 

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