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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Todo lo que se puede perder

Yolanda Díaz conversa con Irene Montero y Alejandra Jacinto, en presencia de Alberto Garzón y Enrique Santiago

Javier Gallego

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El jueves pasado se aprobaba en el Congreso la primera ley de vivienda de la democracia. No es la ley más audaz que se podía hacer, la ley que pedía Unidas Podemos y nos gustaría a muchos, pero es histórica. El actor y dramaturgo Juan Diego Botto sintetizaba la emoción y significación del momento en un tuit con una foto de afectados y activistas que asistían a la aprobación desde la tribuna de invitados: “Asun, con una notificación de desahucio pendiente, Richard con siete intentos de desahucio sufridos, Mercedes, que ha ayudado a detener decenas de desahucios, se abrazan tras la aprobación de la ley de vivienda. Falta mucho y podría ser mejor pero es un paso importante”. Es un primer paso para las instituciones, pero es el resultado de los millones de pasos que han dado durante años las organizaciones. Es un “sí se puede” resonando en el Parlamento.

Ha costado mucho llegar hasta aquí. Muchas noches en vela, muchas asambleas, mucho llanto, mucha angustia, mucho miedo, muchas manifestaciones y protestas, mucho sindicato, muchos choques con la policía, mucha detención y acoso, mucha lucha obrera y mucho apoyo mutuo, muchos desahucios, familias destruidas y vidas que se han quedado por el camino. Ha costado más de una década de labor incansable de los movimientos por la vivienda digna. Y ha costado que Unidas Podemos venza la oposición del PSOE dentro del propio Gobierno. Recordemos que el anterior ministro de Fomento, José Luis Ábalos, decía que la vivienda es “un bien de mercado” sobre el que no se podía actuar. Hablaba como si el mercado fuera intocable e incontrolable, como si la Constitución no dijese bien claro en su artículo 128 que el Estado puede intervenir por el interés general en cualquier ámbito económico. 

Las negociaciones estaban detenidas, en el dique seco, con los socialistas bloqueando por miedo a molestar a los fondos y a los bancos, pero la cercanía de las elecciones, la presión de Unidas Podemos, y una sociedad civil organizada que nunca ha dejado de empujar y de creer en que era posible, han forzado una ley que consagra que la vivienda es un derecho, regula los alquileres y fomenta el alquiler público, impone topes a las subidas de precios, controla a los grandes propietarios y ofrece mayor protección a los desahuciados. Por eso han votado a favor los partidos de izquierda de la investidura y en contra todos los partidos de derechas del Parlamento (PP, Vox, Cs, PNV, Junts, PDeCat, UPN y Coalición Canaria) con la CUP a la que le parece insuficiente. Insuficiente es, pero mucho más sería no haber hecho nada y seguir como estábamos. 

Es una ley que tendrán que aplicar las autonomías y el PP ha anunciado que la incumplirá en Madrid y Andalucía, y el PNV que estudia recurrirla en el Constitucional, como hace la derecha española con todo lo que se aprueba. La Ley de Vivienda es un ejemplo de lo que se ha avanzado, de lo mucho que queda por avanzar, del esfuerzo que hay detrás de cada avance y de lo fácil que sería retroceder. Es también un ejemplo de por qué es necesaria una fuerza a la izquierda del PSOE y por qué su descomposición nos abocaría a un gobierno de extrema derecha negacionista que destruiría todas las conquistas y evitaría otras muchas. 

Ha sido una legislatura dificilísima, con una crisis pandémica, bélica y económica que este gobierno ha contestado por primera vez rescatando a la clase trabajadora. Se han aprobado impuestos a los ricos, la banca o las eléctricas, subidas del salario mínimo y leyes de eutanasia y de igualdad y libertad sexual. Hay reformas que se han quedado a medias como la reforma laboral, la reforma de las leyes mordaza o esta misma ley de vivienda, y otras muchas como la Justicia, la Transparencia o la Gobernanza que ni se han emprendido. Este mismo 1 de mayo, Día de los Trabajadores, nos recuerda lo mucho que queda aún por hacer para “subir salarios, bajar precios y repartir beneficios” como pedíamos hoy en las calles. Me invade la melancolía al pensar todo lo que se puede perder por la división de la izquierda. De lo que se ha hecho y de lo que está por hacer. 

Solo una foto de Irene Montero en la manifestación junto a Yolanda Díaz (rodeadas por Alejandra Jacinto, Alberto Garzón y Enrique Santiago) me ha devuelto la esperanza de que todos estos momentos, y los que podrían venir, no se pierdan como lágrimas en la lluvia.

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