Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La izquierda debería ser una fiesta. Ha conseguido la coalición más amplia desde el Frente Popular. Sumar ha reunido a quince formaciones de todo el Estado. Pero no hay aires de victoria sino humo de batalla, no hay ambiente de celebración sino de funeral, no hay alegría sino amargura, porque ha habido una guerra fratricida que no ha acabado, porque se han profundizado las heridas y porque el pacto con Podemos más que un acuerdo de adhesión es un acta de rendición del partido y de defunción de dos mandos, Irene Montero, vetada, y Pablo Echenique, apartado. No se ha buscado tanto la unión como la sumisión de los morados. No hay unidad porque están divididos. Es una suma con restas. Mal empiezan.
No ha habido más veto que el de la ministra de Igualdad. La lista de motivos para dejarla fuera es larga: está quemada, despierta odio, no suma, resta… Pero es más importante la lista de razones para dejar que sean ella y su partido los que decidan. En primer lugar, todas las formaciones han podido elegir sin restricciones. Es una discriminación inadmisible. En segundo lugar, cuando aceptas unirte a un partido en coalición, asumes el paquete completo. La cuestión es que Sumar, y sobre todo, Más País, no estaban muy por la labor, según crónicas de la negociación. Quieren sus votos y sus bases sin sus cargos ni sus cargas y eso es una contradicción. No hay una cosa sin la otra.
Por último, y más importante, a Montero la han quemado en la hoguera de los medios de la derecha por sacar adelante leyes feministas y por ser quién es. A mí ella me ha parecido mejor en sus logros que en sus crisis en las que no ha sabido o querido apagar algunos fuegos por confundir firmeza con rigidez, pero la izquierda no puede entrar en el marco de la derecha porque envía el mensaje de que quien lo intenta, muere abrasado. Así es como los reaccionarios hacen retroceder el progreso. El Supremo, tan oportunista en sus sentencias, en plena negociación, le quitó la razón a la ministra en la Ley del Solo Sí es Sí, pero también a sí mismo en sentencias anteriores. Lo vimos con Oltra, lo vemos con Montero. Cuando la turba prende las antorchas, la izquierda debe poner el cuerpo delante y el pie en pared para proteger a los suyos.
Me temo que el problema de fondo es que Podemos y Sumar no querían confluir. Podemos se ha resistido todo este tiempo, con indisimulada hostilidad, contribuyendo al descrédito de Sumar. Yolanda Díaz respondió que podrían ir sin ellos. Pero el resultado del 28M ha sido tan severo con los morados que se han visto obligados a unirse. No por convicción sino por necesidad. Por supervivencia no solo política, también económica, porque la situación después de perder tanto poder es crítica. Me temo también que Sumar no ha perdonado el daño recibido y ha aprovechado su superioridad para exigir la rendición incondicional. Pero cautivo y desarmado el ejército morado, la guerra no ha terminado sino que continuará diez días más hasta que se cierren las listas en las que los de Ione Belarra intentarán a toda costa incluir a Montero.
Asumamos que es un matrimonio de conveniencia, pero démosle la vuelta a la narrativa. No es tanto por su conveniencia como por la conveniencia del país. Aunque los padres ya no se quieran, los hay que son capaces de entenderse para cuidar de los hijos. Pueden tener diferencias sobre su educación, pero llegar a acuerdos y aportar cada uno su manual. Sumar y Podemos deberían hacer de la necesidad virtud. Ambos se necesitan, la izquierda los necesita, pueden convertir sus diferencias en su fortaleza, no en su debilidad. ¡Menos mal que hay izquierdas distintas, diversas, contrapuestas, que discuten y se enfrentan pero que han decidido convivir y cooperar! Hay que sumar la división. No les queda ni nos queda más remedio. Mal han empezado pero pueden acabar bien. Para eso deben cesar la agresión y el agravio. También por parte de los entornos tóxicos. Si Podemos ha aceptado entrar, tendrá que ser parte. Si Sumar ha aceptado que entre, tiene que dejar que lo sea.
En esta semana de negociaciones esperpéntica y espantosa ha faltado lo que hemos pedido con insistencia: prudencia y generosidad. Generosidad para ver al otro, prudencia para acercarse a él. No solo por parte de los partidos, también de los votantes. A quienes dicen que sin Irene o con Irene no votarán, les preguntaría si prefieren un gobierno con Abascal. Propongo una solución salomónica que requiere generosidad y altura de miras y que no contentará a las partes pero puede gustar a la ciudadanía y detener el ruido y la furia de una maldita vez: que Sumar rectifique y acepte a Irene Montero en reconocimiento a sus méritos y que Irene Montero agradezca la rectificación, pero tome la decisión de apartarse como hizo Iglesias cuando llegó a la conclusión que movilizaba más en contra que a favor como demostró el 28M. Dejar paso a nuevas caras para abrir el partido y seguir trabajando desde otro lugar. Irene Montero podría hacerse un Pablo Iglesias.
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