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Egilo, la reina goda castigada por la historia: “Lo que se cuenta de ella es un poco peliculero”

Egilo o Egilona, la última reina visigoda de Toledo

Carmen Bachiller

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Corre el año 711. Los ejércitos musulmanes invaden Hispania. Es el fin del reino visigodo de Toledo. Entre los cientos de personas cautivas que se agolpan en los restos de un antiguo circo romano de la vieja Toletvm se encuentra Egilo, la reina viuda de Roderico (o don Rodrigo), el último rey godo, muerto en la batalla de Guadalete a manos de las tropas de Tarik y Muza.

Ambiciosa, influyente, manipuladora… Son algunos de los calificativos que la historia nos ha dejado acerca de Egilo o Egilona, sin más datos que algunas pocas crónicas difíciles de contrastar. Ella es la protagonista de la tercera novela del periodista David Yagüe (Madrid, 1982) que se presenta hoy en Toledo, en la librería Cascaborra.

La última reina goda (La esfera de los libros, 2024) navega entre realidad y ficción. “He tenido una relación curiosa con el personaje. Hace unos años escribí una novela ambientada en la misma época en la que su papel era casi un cameo. Después, al leer más sobre ella, me di cuenta que era un auténtico dulce, un personaje muy interesante y poco tratado”, dice el autor.

No solo se sabe poco de Egilo, sino que además lo que se conoce resulta “peculiar y negativo” y eso “ofrece mucho margen para poder fabular sobre por qué paso a la historia con esta mala fama”.

El contexto histórico de la novela hay que situarlo en un momento de debilidad del reino visigodo, dividido tras las disputas por la sucesión del rey Witiza. Este monarca era enemigo de Roderico (don Rodrigo) que terminaría ciñendo la corona en el año 710, aunque solo la mantuviera sobre su cabeza durante un año. El libro le describe, por cierto, como mujeriego y maltratador.

“Era un familiar lejano de Witiza. Su matrimonio con Egilo quizá fuese una especie de oferta de paz para que Roderico no intentase asaltar el poder, cosa que les debió salir bastante mal”, relata el escritor.

Fue un matrimonio posiblemente forzado para Egilo al que se sumó un segundo, también por obligación, ya como cautiva del ejército musulmán. Se sabe que entre los años 713 y 714 se casó con el gobernador (wali) de al-Andalus, Abdelaziz, hijo de Muza, “el conquistador final del reino godo”. La historia ha dado por cierto que Egilo instigó a su marido para que “se declarara independiente del califato omeya de Damasco, ciñendo la antigua corona goda como legitimación de su acción”, según apunta la Real Academia de la Historia.

Esta novela habla de eso y de mucho más. “Todo indica que Egilo fue importante. Era la última reina del reino visigodo de Toledo y la primera dama en un nuevo orden islámico de la península ibérica”, explica el autor que, por cierto, tiene sus propias dudas sobre el relato tejido en torno ella. “¿Era tan manipuladora como para conseguir que su marido musulmán abjurase de su fe y del califa de Damasco? ¿Es posible que le incitase a abjurar del dios que había llevado victorioso al ejército desde Arabia hasta la península ibérica? Lo que se cuenta es un poco peliculero”, afirma.

En su opinión, “por muy altiva que fuera, y probablemente lo fue porque pertenecía a la aristocracia de la Bética y porque había sido reina, no dejaba de ser una cautiva a la que habían casado con el hijo de conquistador”.

David Yagüe recuerda que aquel era “un mundo muy masculino de guerreros y batallas” en el que “el poder de la mujer seguramente fue obviado o marginado por los cronistas”, aunque dos de ellas pasaran a la historia (o a la leyenda). No solo se refiere a Egilo, sino también a otro de los personajes de la novela.

El libro también da espacio a ‘Florinda de la Cava’, la hija del conde don Julián, gobernador de Tánger y Ceuta. “Se suele decir que por ella se perdió España”. Es otra de las mujeres que pasaron a la historia, no como la víctima de una violación, sino como la culpable de que un rey perdiese la guerra y su reino.

Un artículo de la Biblioteca Virtual Cervantes habla de un relato de “origen incierto” ocurrido en Toledo, que circulaba ya desde el siglo X entre los escritores cristianos asentados en zona mozárabe. Ese relato considera como desencadenante de la invasión musulmana de Hispania la violación de la hija del conde.

Este noble, estrechamente unido al rey godo Witiza -al que sucedió don Rodrigo-, defendió Ceuta contra los invasores árabes. Habría sido un aliado del reino visigodo hasta que su hija Florinda fue forzada por el rey.

Una conocida leyenda toledana así lo ha transmitido de siglo en siglo. Sitúa los sucesos en un torreón junto al río Tajo, en lo que hoy se conoce como ‘el Baño de la Cava’. Se dice que hubo un pacto entre el conde don Julián y los musulmanes para derrotar al que sería el último rey godo, como venganza por el ultraje. Rodrigo terminaría muerto en la batalla de Guadalete y con él acabaría el reino visigodo.

“Tiene guasa la cosa porque Florinda fue violada por el rey, pero es a ella a la que se culpa de la derrota”, dice David Yagüe, quien reconoce que, aunque las leyendas puedan tener “algo de verdad”, lo cierto es que “también hay mucho de contexto y de intención política”.

Ha intentado indagar en las razones de “la mala fama” de Egilo y de Florinda. “Las mujeres siempre fueron importantes, aunque no pasaran a la historia. En este caso concreto debieron serlo, si no, no aparecerían en las crónicas, aunque lo hayan hecho con connotaciones negativas”.

He buscado establecer un diálogo del lector con el pasado porque los tiempos y los contextos cambian, pero las personas afrontamos problemas similares como la convivencia o la integración, los roles de género…

Una parte de la inspiración para este libro llegó de otro, Reinas medievales en los reinos hispánicos de la historiadora María Jesús Fuente, que cuestiona el papel de ‘femme fatale’ que se le atribuye, entre otras reinas, a Egilo. “Ella pone en duda estas historias y yo soy del mismo parecer. Creo que fue una cabeza turco perfecta para justificar el que pudo ser el primer magnicidio de al-Andalus”.

“Tenemos constatado que Egilo vivió también en Sevilla junto a su segundo marido”. Es otro de los escenarios de la novela junto a Córdoba -la ciudad de la que procedía su familia- o Mérida.

No aparece, sin embargo, otro de los grandes centros visigodos del territorio, Recópolis, hoy convertida en parque arqueológico visitable en Zorita de los Canes (Guadalajara). “En aquella época ya no era un centro de poder visigodo”.

El paso del reino godo al árabe, dice Yagüe, “debió ser muy rápido, un auténtico shock. Creo que es una situación que los lectores del siglo XXI, acostumbrados a la rapidez de los cambios tecnológicos, podemos comprender muy bien”.

La novela ha pretendido también “establecer un diálogo del lector con el pasado porque los tiempos y los contextos cambian, pero las personas afrontamos problemas similares como la convivencia o la integración, los roles de género…”

Es también un libro coral donde los personajes secundarios desfilan por la trama y las subtramas para explicar, por ejemplo, el encontronazo inicial y la posterior convivencia entre culturas o religiones (incluidos los judíos) y hasta el impacto de las guerras en la salud mental. “Era un mundo en transición”. Quizá, dice, “uno de los menos conocidos”. Así que el libro no intenta “enseñar historia” sino solo “abrir el apetito”.

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