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Edificio dignidad, una tabla de salvación frente al desahucio

Edificio dignidad PAH Talavera

Julio López Espeso

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Desahuciar se define en el diccionario de la lengua española como la acción legal en la que un dueño o arrendador despide al inquilino o arrendatario. En los últimos tiempos cualquier persona que escuche mencionar la palabra “desahucio” imaginará sin lugar a dudas esas escenas ya habituales de policías entrando porra en mano para ejecutar las órdenes judiciales de “lanzamiento”, ese es el término jurídico con el que se denomina el acto de expulsar a una familia y poner sus enseres en la calle.

Pero casualmente el diccionario recoge también, para esa misma palabra, otro significado que no tiene nada que ver con el contexto al que nos estamos refiriendo pero que se nos antoja como fiel representación del estado anímico en el que los afectados por un desahucio pueden sentirse, “desahuciar es quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea”. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es bien consciente de esas dos definiciones, por eso como ellos mismos explican en sus folletos llevan a cabo acciones en muchos campos diferentes, entre ellos el emocional, judicial, comunicativo…

Queremos conocer la casa en la que la PAH de Talavera ha realojado a 9 familias, un edificio embargado por una inmobiliaria ligada a Liberbank (antes Caja Castilla –La Mancha) que ha sido tomada por la Plataforma y convertida en el hogar de estas familias desahuciadas ahora realojadas.

Es domingo, Talavera se levanta tras un día más de ferias, caminamos por el centro de la ciudad hacia el “edificio dignidad” las calles están casi vacías, esa soledad amplifica la desolación que transmite ver a nuestro paso tantos y tantos locales comerciales definitivamente cerrados, con el cartel de “se alquila” colgado en el escaparate, en una ciudad en la que el comercio siempre fue columna económica fundamental en buena medida como herencia de su pasado fenicio.

Es un callejón estrecho, en la fachada los carteles de “stop desahucios” parecen enfrentarse a los que en los edificios aledaños cuelgan las inmobiliarias con “se vende o se alquila”, es como si en este estrecho callejón estuvieran cara a cara los dos lados de la moneda.

Tras llamar a la puerta entramos en un pequeño portal en el que en un rincón se amontonan más carteles, es el “arsenal”, las pancartas con círculos rojos y verdes en los que se lee “si se puede” “pero no quieren” esos que vemos en los escraches, y que parecen estar ahí siempre preparados para ser puestos en funcionamiento. Estos días de ferias también han sido de protesta para ellos, los escraches son necesarios para dar a conocer el problema y presionar a políticos y banqueros, algunos de ellos de paso por la ciudad para los fastos oficiales de las fiestas. También hay una mesita de camping, es la que emplean para montar los puntos de información en los que cuentan a sus vecinos de Talavera la situación que están viviendo. Justo a su lado el carrito de un niño.

Salen a nuestro encuentro dos mujeres, una lleva en brazos a un niño de apenas un año, al momento aparecen otras cuatro mujeres que nos invitan a pasar a una de las viviendas ocupadas, un pequeño apartamento en el que casi en una pieza se agrupa la cocina y el salón. Nos sentamos en el sofá y en las sillas alrededor de una pequeña mesita de salón el niño pequeño nos mira “ojiplático” y comenzamos a charlar.

Algunas de las familias realojadas son mujeres víctimas de la violencia de género que con sus hijos han encontrado en “edificio dignidad” un techo y un apoyo.

Se muestran reacias a ser fotografiadas a cara descubierta, temen ser estigmatizadas, no es agradable sentir que a uno le señalan por la calle como alguien que no puede pagar su alquiler, aunque sea por que no hay trabajo ni ayudas, lo cierto es que cada vez son más las personas que tienen que vivir esta situación.

Gema y Verónica llevan la voz cantante a la hora de contarnos su situación. Verónica nos dice “Aquí estamos 9 familias, con 16 menores, somos 11 adultos y 16 menores. Algunos de los que estamos aquí no cobramos nada, ni siquiera el subsidio, otros si, 460 euros, que ya me dirás. Yo no cobro nada, me veía en la calle. Mi hermana que sabía de mi situación me dijo que existía esta plataforma y me acerqué a una de sus reuniones. Ya en la plataforma se decidió la ocupación o la reutilización que es como llamamos nosotros a esto”. Gema nos dice que todos son activistas, “montamos las mesas informativas, vamos a las protestas, a las negociaciones, damos apoyo a los compañeros y compañeras … estamos peleando por un alquiler social, que nos permita tener un techo y vivir, un alquiler asumible en función de los ingresos de cada familia. Yo estaba de alquiler, me quedé sin trabajo y no podía pagar el alquiler, me desahuciaron”.

Verónica nos explica cómo viven en lo cotidiano. “Aquí compartimos lo poco que tenemos y nos organizamos, nos apoyamos para salir adelante, en algunas casas no hay frigorífico o lavadora entonces el que la tiene la comparte con otro y así nos apañamos”. Verónica aprovecha la ocasión para lanzar un llamamiento: “Por cierto estaría bien que la gente que pueda nos ayudara, si tiene una lavadora un frigorífico que no usa…”

Con la ley del “desahucio expres”, que hay que recordar se aprobó en la anterior legislatura, el inquilino se ve en la calle en dos meses, cada vez son más los casos de desahuciados que estaban en alquiler y que se suman a los desahucios hipotecarios.

Verónica nos comenta “Es muy difícil el día a día, salir adelante, yo le diría a alguno de esos políticos que para que entiendan lo que es esto lo vivieran en sus propias carnes, que pague él luz, agua y todo, con 420 euros, si pagas el alquiler no comes y si comes no pagas alquiler”.

Gema recalca, “si, con solo una semana que pasaran por esto, levantándose cada día sin saber con qué van a dar de comer a sus hijos o con qué van a comprar la ropa que necesitan, saliendo a buscar cualquier trabajo, cualquier cosa para sacarlos adelante... Sin trabajo, sin ayudas y sin vivienda te puedes imaginar…, ellos no saben lo que es eso o no lo quieren saber”.

Los bancos y los que hoy tienen las casas están dejando en la calle a la gente y eso es inmoral, en esta situación es necesario un alquiler social”, continúa Gema.

En cuanto a la percepción que en la calle tienen del problema Verónica dice “algunos si lo entienden, otros no, claro, al que no le toca…, no estamos aquí por gusto, nos gustaría poder pagar nuestro alquiler, pero tampoco nos dan un trabajo, no podemos permitir que nuestros hijos estén en la calle”.

A pesar de todo no quieren sentirse abatidas y expresan su ánimo y la esperanza de que esto cambie. “Necesitamos que esto cambie, si no…”, dice Gema, “cuando se quejan de los escraches yo les digo que esto sí que es un escrache de día y noche, un desahucio sí que es una agresión, ¿Qué les molesta? ¿les incomodan los escraches? lo que les molesta es ver cara a cara la realidad y las consecuencias de sus decisiones”.

Verónica apunta “y ahora quieren prohibirlos, nos quitan la casa y nos quieren también quitar nuestros derechos, el derecho a protestar a decir basta. Pero aunque vienen con la policía, aunque nos quieren asustar no nos da miedo ni nos desanimamos, no nos pueden callar ni silenciar. Luego también los periódicos cuentan lo que quieren, no nos hacen caso”.

Terminamos la charla entre risas comentando cosas menos graves más gratificantes porque a pesar de todo intentan mantener el mejor de los ánimos, aunque no es tarea fácil.

De regreso aparece en mi cabeza el recuerdo de cierta ocasión, hace ya más de dos años, cuando me sobrecogí ante la foto de una pareja joven desahuciada, obligada a vivir entre cartones en la calle. Una persona de cierta relevancia en el ámbito sindical de la región que me acompañaba, al oírme expresar lo que sentía ante esa imagen me respondió con una frase que me dejó petrificado, “pero esos no son de los nuestros”, se refería a que la imagen de alguien en la calle no correspondía con la clase media, clase media a la que representaban los sindicatos. Hoy me viene una vez más a la memoria ese desatino que sirve para explicar ciertas cosas en algunos sitios. Y vuelvo a decirme ¡claro que son de los nuestros!, cada día son más las personas que tras verse sin trabajo se ven también arrojadas a la calle. Claro que son de los nuestros, son gente normal, trabajadores y trabajadoras que se ven en una situación impensable hace muy poco tiempo. Afortunadamente en la sociedad y en ese mismo sindicato hay otras personas que sí comprenden lo que está ocurriendo y actúan de forma comprometida como lo hace la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). El edificio dignidad es una tabla de salvación para 9 familias y 16 niños y niñas pero también debe ser un “abre ojos” para mucha gente.

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