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La Ley del Juego, todavía un “pequeño pasito” para luchar contra la ludopatía: “Sigue siendo demasiado fácil jugar, a pesar de la autoprohibición”

EFE

Francisca Bravo Miranda

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Desde 2013 Castilla-La Mancha no renovaba su normativa relacionada con el juego. Desde entonces, el fenómeno de las casas de apuestas ha parecido incontrolable y ha levantado voces críticas desde diversos sectores. En la Ley, cuyo trámite se iniciaba a mediados de marzo, se contempla, entre otras medidas, la prohibición de que hayan menos de 150 metros de distancia entre los locales de juego, evitando así que se acumulen demasiados de estos centros, y también que guarden una distancia mínima de 300 metros respecto a los accesos principales de entrada o salida de cualquier centro educativo. Es una medida para proteger a los menores de edad.

Francisco Galindo, secretario de la asociación de 'auto-ayuda' contra la ludopatía LARCAMA, explica que la organización valora la ley como un “pequeño pasito” para luchar contra los problemas que genera la adicción al juego. “Sigue siendo demasiado fácil jugar, a pesar de la autoprohibición”, explica. Se refiere a un registro en el que las personas que detecten que tienen un problema de ludopatía pueden inscribirse para así restringir su entrada en locales de juego. “Es algo por lo que peleamos mucho, las autoprohibiciones. También en contra de los micropréstamos, que son un peligro”, recalca.

A la asociación, asegura, están llegando últimamente “muchos casos” de personas que, a pesar de haber firmado el registro de autoprohibición de juego, pueden seguir jugando, gracias a tarjetas “o bonos” que se pueden comprar de manera sencilla en estancos y gasolineras. “Incluso con conocimiento de las familias, que intentan que no accedan al juego”, lamenta Galindo. Son algunos de los mecanismos que surgen y que esquivan los cercos que intentan imponer a las personas ludópatas para luchar contra su adicción.

La normativa, recalca, es un avance importante. “Pero siempre hay más cosas que se pueden hacer y otras que deberían ser mucho más restrictivas”. En este sentido, asegura que han planteado la posibilidad de que sólo se pueda acceder a cualquier tipo de juego de este tipo con el DNI y con una cuenta de banco vinculada a dicho documento de identidad. “Sólo así, sin usar ninguna otra tarjeta ni otro tipo de elementos, para evitar que se siga jugando bordeando la legalidad”, explica.

Como ocurrió con muchos otros fenómenos sociales, la lucha contra la adicción al juego sufrió un “pequeño parón” durante la primera etapa del confinamiento extremo. Tras la desescalada, las casas de apuestas sólo fueron cerradas por decreto en la tercera ola, a finales de enero de este año

Ahora, siguen cerradas en aquellos municipios que tengan medidas de nivel tres. “Últimamente, piden mucha más ayuda que en las etapas anteriores de la pandemia. Suelen ser familiares que llaman para pedir ayuda para chicos de entre 20, 25 o 30 años. Son personas cada vez más jóvenes, antes teníamos personas con mayor edad, pero el perfil va bajando cada ves más de edad.

“Es que es tan sencillo seguir jugando, a pesar de estar autoprohibido. Nosotros pedimos más barreras para evitar que las personas puedan acceder al juego de manera tan fácil, por eso, cuantas más maneras, mejor. Por eso nos gustaría que las casas de apuestas estuvieran concentradas, como ocurre en Las Vegas. Fuera de los núcleos urbanos, para tener que desplazarse a propósito”, explica Galindo. Con maneras de este tipo, no sería fácil que una persona pudiese acceder a ellas por primera vez. Y que si ya las conoce, le resulte difícil ir a ellas.

Los 300 metros de distancia de centros de enseñanza, reclama, tampoco son suficientes. “No funcionan como una medida disuasoria, esa es la verdad. Concentrarlas en un polígono, lejos de la ciudad, sí sería disuasorio. Para que sea difícil ir para los jóvenes y también para los mayores. Si al final, 300 metros, te basta con darle un paseo al perro y estás en la puerta de un salón”, concluye.

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