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Más allá de las disputas partidistas, los demócratas, derechas e izquierdas, de centro o sin ideología definida, no podemos discrepar sobre derechos humanos. Y por eso no podemos amilanarnos ante la gravísima situación que se está viviendo en Gaza. El genocidio que está cometiendo Israel es una de las mayores ignominias de nuestro tiempo, sino la que más.
Las imágenes de muertes diarias, de niños mutilados o muertos (literal) de hambre, nos impactan todos los días. No puede haber ningún ser humano que no sienta compasión -y humanidad- ante lo que está sufriendo el indefenso pueblo gazatí de manos del 'abusón de la clase', que se jacta de incumplir la legalidad internacional, en situaciones de guerra (si es que ésta puede llamarse así, ya que hay uno de los contrincantes que no puede, siquiera, defenderse), cuando, gracias a ella, en su momento, pudo 'recuperar' el Estado de Israel. Pura hipocresía y demagogia ventajista.
Las sociedades europeas, de corte occidental, democráticas y siempre vigilantes ante otras violaciones del derecho internacional y de la soberanía de los pueblos, llevan años impulsando el boicot a Rusia por su invasión de Ucrania, apoyando las iniciativas defensivas ucranianas y su papel en el contexto global. Es muy evidente que Europa está del lado del país invadido, Ucrania. No queda ninguna duda.
No sucede lo mismo con Gaza. Las presiones de Estados Unidos, el 'miedo' a señalar a Israel (con el recuerdo del holocausto nazi) y la presencia de partidos ultras en muchos gobiernos, han condicionado, hasta ahora, la respuesta europea a este genocidio.
Aunque con mucho retraso, más de 60.000 fallecidos después, Europa parece querer reaccionar. Y España es la punta de lanza de esta respuesta. No se si los compromisos anunciados por el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, (embargo definitivo de armas a Israel, prohibición de acceso al territorio o espacio aéreo de buques, aeronaves o personas implicadas en el genocidio, o el aumento de los fondos de cooperación o para los refugiados gazaties, entre otras) son suficientes-. Seguro que no, pero son la apuesta más valiente de un gobernante democrático ante la masacre que se está viviendo.
Es posible que, dentro de unos años, cuando volvamos la vista atrás, nos demos cuenta de cómo hemos fallado como seres humanos, pero será reconfortante saber que, al menos, nuestro país, a través de su presidente del gobierno, intentó denunciar y combatir las atrocidades de unos seres humanos frente a otros.
El presidente ha sido valiente, y es de los pocos, por no decir el único, que se ha atrevido.
Y yo, hoy, me siento muy orgulloso de mi país. Es un pequeño consuelo ante la magnitud de la tragedia, pero nos honra, sin duda, como seres humanos.
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