El canal Segarra-Garrigues corre el riesgo de convertirse en un inmenso fiasco
El canal Segarra-Garrigues se propone convertir en regadío 68.000 hectáreas de las comarcas de Lleida, un objetivo que no será fácil de alcanzar por dos motivos: no está claro que el Segre tenga agua suficiente y, aunque haya agua, no está nada claro que los agricultores quieran comprarla. La obra pública de Catalunya más cara después del Ave tiene un futuro incierto. Apenas sólo unos 200 de los 17.000 propietarios de las zonas regables se han adherido al Segarra-Garrigues. Y de las 68.000 hectáreas previstas sólo se están regando 3.000. La Generalitat se encuentra ahora con un proyecto a medio hacer, corto de presupuesto, también de agua, y falto de unos clientes que lo justifiquen y rentabilicen
El canal y las redes de distribución del agua tienen un presupuesto, aprobado en 2003, de 1.500 millones de euros. El canal costará alrededor de 450. Las redes de distribución deberían cerrar por 1.069. El sobrecoste del 81 por ciento de estas redes (de los 1.069 millones de euros previstos se puede pasar a 1.928 millones) no es el único punto débil de esta obra faraónica que en estos momentos se presenta como de dudosa utilidad.
Hay, además, cuestiones de orden competencial que complican la situación. El agua del Segre, en primer lugar, pertenece a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), con sede en Zaragoza y dependiente del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Aunque sea un río que nace y muere en Catalunya, es un afluente del Ebro y su explotación la decide el gobierno central.
La dotación anual que se ha pactado para el canal Segarra-Garrigues es de 342 hectómetros cúbicos. La CHE, sin embargo, calcula que sólo puede garantizar el 80% de esta cantidad. Esto supone que, de cada diez años, dos no habrá agua.
Trescientos cuarenta y dos hectómetros cúbicos de agua es mucha agua. El sistema Ter-Llobregat, por ejemplo, que da de beber a cinco millones de personas, incluida toda el área metropolitana de Barcelona, con sus correspondientes industrias, tiene una dotación anual de 250 hectómetros cúbicos.
Mucha más agua, sin embargo, consume el canal de Urgell: 641 hm3. Es verdad que riega mucha más superficie (90.000 hectáreas) pero también es cierto que pierde mucha más agua. Es un canal del siglo XIX que riega, básicamente, por gravedad.
El Segarra-Garrigues es un canal de última generación, donde el agua circula a presión por la red secundaria de tuberías: 3.500 kilómetros. Eso significa que el agricultor puede regular el volumen con una simple llave, reduciendo las pérdidas a menos del 10% del total de agua consumida.
De momento, y debido a la baja demanda, la dotación del Segarra-Garrigues se situará en torno a los 116 hectómetros cúbicos anuales.
Sea mucha o poca, el agua que consuma el sistema Segarra-Garrigues irá en detrimento del caudal del Ebro en su último tramo, según los planes del Gobierno. Si es así, el retroceso del delta del Ebro, el área húmeda más importante de Catalunya, se seguirá acentuando.
La Generalitat, por ejemplo, propone un caudal mínimo del Ebro en Tortosa de 7167 hm3 en un año seco, de 9.508 hm3 en un año normal y de 12.543 hm3 en un año húmedo. El Estado, sin embargo, sólo ofrece 3.010 hm3, sin importarle que llueva mucho o poco.
La situación del Segre, única fuente de suministro de la cadena, es aún más dramática. A su paso por Lleida, por ejemplo, no lleva más de 63,1 hm3 al año, cuando el caudal ecológico se sitúa entre los 441,7 hm3 y los 568 hm3, es decir, entre siete y nueve veces más.
El problema de la escasez de agua en el Segre se podría solucionar yendo a buscar el agua al río Noguera Pallaresa, el más caudaloso del Pirineo y el que menos se aprovecha para la agricultura. Pero tampoco es fácil. Habría que pactar con los regantes del Urgell, además de pagar una compensación a las eléctricas que hoy lo explotan, y que dejarían de hacerlo para aumentar el caudal. Además deberían hacerse unos trasvases complicados.
Albagés, el pantano de cola del sistema Segarra-Garrigues, sería una solución complementaria. Permitirá almacenar agua en los años húmedos para no castigar tanto al caudal del Segre. Las obras, sin embargo, se han suspendido sine die por falta de presupuesto.
Albagés es un pantano medio, con una capacidad de 79,8 hm3, similar al de Oliana. Su coste ronda los 60 millones de euros. El canal Segarra-Garrigues, que se alimenta del pantano de Rialb, puede empezar a funcionar sin él porque está dividido en tramos, controlados por compuertas, donde se puede almacenar el agua. Las 43 balsas de regulación garantizan que el agua llegue a las fincas. Para regar las 68.000 hectáreas, sin embargo, sí será necesario. Pero el día en que esto sea posible parece todavía muy lejano.
Agua para el área metropolitana de Barcelona
Agua para el área metropolitana de BarcelonaSi los propietarios no quieren el agua, la rentabilidad del sistema Segarra-Garrigues, como reclama desde hace años el colectivo del Manifiesto de Vallbona, pasa por “contemplar diversos usos del agua, además del regadío”.
Dar de beber al área metropolitana de Barcelona es una de las salidas que está en estudio y que ahora contempla la Generalitat. La conexión al canal se realizaría desde Ratera, donde hay una planta potabilizadora, y el agua se llevaría hasta el sistema Ter-Llobregat por la Panadella. Los clientes del canal dejarían de ser sólo los regantes. Habría que hablar de usuarios, entre ellos las industrias, como ya sucede en el canal de Urgell y el delta del Llobregat.
El trasvase Segre-Barcelona, reclamado también desde hace tiempo por Agbar, se activaría sólo en caso de necesidad. Al ser entre cuencas hidrográficas diferentes, además, requeriría el visto bueno de Madrid. Si se consigue, el Segarra-Garrigues habrá conseguido el gran objetivo de hacer de Catalunya un país más integrado y equilibrado, con claros beneficios sociales y económicos para la Lleida de secano.
• El Grupo Llull está formado por Alba Alagón, Judit Tàpies, Patricia Ribes, Maria Macià, Silvia Márquez, Albert Balcells, Adrià Jiménez, Guillermo Sierra, Aleix Torres, Lara Gómez, Marco del Río, David Robinat, Helena Naya y Gonzalo Romero, estudiantes de Periodismo de la Facultad de Comunicación Blanquerna. Universidad Ramon Llull