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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Madrid vibra en Lavapiés

Bares en la calle Argumosa, en Lavapiés

Alicia Fàbregas

Decía Lole Montoya –la cantaora de la mítica pareja Lole y Manuel- que Lavapiés le “recordaba mucho al barrio sevillano de Triana”, que le encantaba su ambiente artístico, “es un lugar muy motivador” remataba. Sin saberlo, quizás había dado con el axioma de esas calles de Madrid, un axioma que puede desplegarse en tres páginas, como un tríptico conceptual: el mestizaje, el arte y la motivación transformada en empoderamiento de la sociedad.

El mestizaje

Muchos aseguran que Triana es un ejemplo de convivencia entre gitanos y gachés –payos en rromanò- y que gracias a eso la riqueza cultural ha brotado como en pocos lugares. Allí se criaron el bailaor Antonio Canales, el cantaor Chiquetete, la actriz Paz Vega o la presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz. Así que equiparar ese barrio con Lavapiés es un halago. No se puede decir que en esta zona de Madrid te canten por bulerías en cada esquina, pero la mezcla es palpable, de eso no cabe duda.

Según los últimos cálculos del Ayuntamiento de la capital, casi un 25% de la población de Lavapiés es extranjera y la mayoría proceden de Asia u Oceanía. Es más, su composición demográfica es tan diversa, que se pueden contar hasta más de 80 nacionalidades entre sus vecinos. Eso traducido al lenguaje comercial significa salones de té, restaurantes árabes, peluquerías afroamericanas, locutorios y un infinito etcétera. Un melting pot en toda regla, que dirían los americanos, donde no faltan los rincones de coleccionistas de tebeos de siempre o los bares castizos de toda la vida, esos regentados por un matrimonio ya mayor, que te tratan como a una nieta y te sirven raciones más que generosas. Un matrimonio mayor, sí, porque es el barrio del distrito Centro con el porcentaje más alto de personas con más de 65 años. Y tiene una explicación.

Su entidad de barrio obrero –aunque el barrio en realidad es Embajadores y Lavapiés es una muñeca rusa dentro de él- se la empezó a forjar ya en el s.XIX y eso se fue intensificando. En la época de la posguerra se convirtió en un refugio para los que protagonizaban el éxodo rural, que encontraban en estas calles casas asequibles, modestas, pero muy bien situadas, en el corazón de la ciudad. De ahí que se transformara con el paso del tiempo en un barrio de gente mayor y de inmigrantes –eso último lo ha sido siempre-.

Aunque esa realidad empieza a formar ya parte de la nostalgia. En los 90 llegó la droga a mansalva y la delincuencia y pasó a ser un lugar peligroso, donde se dice que ni los taxistas se atrevían a entrar. Eso se ha ido resolviendo pero siempre hay un precio que pagar. Últimamente Lavapiés está empezando a sufrir el mal que ataca a cada vez más ciudades: la gentrificación y la hipsterización. Los precios de los alquileres suben, expulsando a los vecinos de toda la vida hacia zonas más alejadas, y se va instalando más clase media, dándole a todo lo que toca ese punto vintage que tanto gusta ahora. Se podría decir que se está convirtiendo en el nuevo barrio cool, en condiciones de competir con otros ya consagrados como Malasaña o Chueca.

Para entender esa metamorfosis, lo mejor es meterse en un mercado: el de San Fernando. Es un lugar que nació en plena posguerra y que hasta hace unos años parecía que estaba tocado de muerte, en plena decadencia, como gran parte del barrio. Un diamante en bruto que un grupo de jóvenes ha sabido pulir. Se hicieron cargo de muchos de los puestos que habían quedado vacíos, apostando por los productos locales y ecológicos, integrándose con el comercio tradicional que allí ya existía en los puestos que resistían pese a la crisis y añadiendo algunas iniciativas culturales. El resultado es un mercado como los de siempre, pero donde también se pueden comprar “libros a peso”, en algún rincón original, comer de tapas con el producto fresco de los puestos o beber buenos vinos y cervezas.

Ese carácter han ido adquiriendo también muchas calles del barrio, plagadas de bares a la última, cafés y tiendas modernas.

El arte

Lavapiés es, así, un imán, pero no solo para lo moderno, también para lo artístico. En la calle Dr. Fourquet –destacado médico del s.XIX y gran especialista en anatomía- hay hasta 15 galerías. Cuentan que exponer allí sirve de trampolín para pasar luego al Reina Sofía, una suerte de tela de araña para los cazatalentos del mundo del arte.

Además, la zona también está plagada de salas o bares donde escuchar música en directo y teatros. En concreto, hay 14 salas de teatro y más de 1000 obras anuales. Una de ellas es el Teatro del Barrio, una iniciativa en forma de cooperativa de consumo cultural sin ánimo de lucro. Como dicen ellos mismos, “Nuestros medios para hacer política son la cultura y la fiesta. Teatro, música, poesía, baile, talleres de formación artística”.  Uno de los géiser por donde brota el espíritu del barrio, lleno de conciencia social.

La motivación

Ese espíritu toma allí muchas formas, por eso el barrio puede enorgullecerse de su alta concentración de asociaciones vecinales y culturales, del movimiento popular intenso y efervescente que hace vibrar las calles. Quizás el origen de esta personalidad está, además de en su condición de barrio obrero, en la época en que aquellas calles empezaron a llenarse de casas vacías que poco a poco fueron siendo ocupadas. Una muestra es, por ejemplo, La Quimera.

Como ellos describen, “Quizá la línea directriz de todos estos años ha sido la de desafiar y poner en cuestión la propiedad privada, actuando directamente contra ella okupando un espacio abandonado, para entregarlo al uso y disfrute, al encuentro de la comunidad”. Ofrecen talleres de todo tipo, biblioteca, cine y hasta gimnasio.

Está también La Tabacalera, un centro social autogestionado ubicado en el espacio de lo que había sido la Fábrica de Tabacos de Embajadores. Este lugar está adscrito al Ministerio de Cultura y es patrimonio histórico, catalogado como Bien de Interés Cultural. Se fundamenta en la difusión de la cultura libre y se organizan allí exposiciones muy interesantes de artistas consagrados, como la que terminó hace poco, que exponía la obra del fotógrafo Juan Manuel Castro Prieto, uno de los referentes en España.

Decía Víctor Hugo que “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento”. Parece que a Lavapiés ya hace unos años que le ha llegado el suyo.

Vueling vuela de Barcelona a Madrid.

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