Los dos partidos comunistas más relevantes de Cataluña, el PSUC-Viu y el Partit dels Comunistes de Catalunya, han puesto en marcha desde hace unos meses un proceso de unidad que pretende reconstruir el espacio comunista después de treinta años de divisiones y enfrentamientos. Después de la Fiesta unitaria del pasado sábado 6 de julio y del excelente debate que se desarrolló por la mañana, es el momento de plantearse cuestiones y hacer un análisis de la confluencia. La pregunta principal de este proceso es si acabará siendo una fusión orgánica de las dos organizaciones o bien si involucrará los muchos comunistas que no están encuadrados en la militancia en alguno de los dos partidos. Sin duda la fusión de PCC y PSUC-Viu ya es un buen paso adelante para que este espacio crezca y genere pequeñas parcelas de hegemonía; sin embargo, sólo la unidad de ambas estructuras no generará la reconstrucción de lo que suponía el PSUC histórico, porque parte de dos organizaciones deficitarias en comparación a las necesidades del comunismo catalán, que se encuentra repartido en diferentes espacios.
Las claves que marcarán la respuesta a la pregunta sobre el alcance del proceso serán diversas: dos condiciones sine qua non previas y tres de relevancia en la definición del nuevo partido que se fijarán a lo largo del proceso de unidad. Las condiciones básicas son la propia voluntad de los actores que impulsan el proceso, que asumen realmente que los comunistas catalanes están en una pluralidad de espacios y los dos partidos no les representan en su conjunto, y el mantenimiento de una línea estratégica de PCC y PSUC-Viu de mayor combatividad, recuperando el trabajo social y nuevas alianzas desde Esquerra Unida i Alternativa (EUiA). La consolidación de una línea más rupturista con el funcionamiento tradicional del sistema político parece que lleva adelante, tanto en el seno de la propuesta política de los dos partidos como en la estrategia fijada en EUiA, aunque habrá que ver cómo se gestiona lo que han llamado la creación del “nuevo espacio”. Más diversa es la conceptualización del nuevo partido y las consideraciones sobre la pluralidad del espacio comunista catalán.
Las tres claves que se deben ir definiendo en el transcurso del proceso son: la capacidad para dar una respuesta satisfactoria a la cuestión sindical, abordando la situación de unas Comisiones Obreras burocratizadas, alejadas de las diferentes realidades de las clases trabajadoras precarizadas; mantener un equilibrio entre la soberanía y la coordinación en las relaciones con el Partido Comunista de España y, por último, lograr una síntesis en la propuesta nacional que permita casar la tradición federalista con la existencia de propuestas independentistas desde una perspectiva de clase, en base al derecho a la autodeterminación, el republicanismo y un modelo para Cataluña integrador y plural.
A la hora de tejer este proceso de unidad con buena lógica se toma de referencia el PSUC histórico, el añorado partido nacional y de clase de todos los comunistas catalanes. Asimismo, tomar el modelo y historia del PSUC como un todo, desvinculado de la composición interna del partido, de las relaciones con la sociedad y el momento histórico, no ayudará a extraer lecciones para el éxito de esta empresa. Debemos ver la historia del PSUC como diferentes momentos, casi como diferentes partidos propios de cada situación de la sociedad catalana, española e internacional.
Aspirar a superar la división comunista como si sólo hubiera que arreglar la división de 1981, a partir de sumar los dos partidos comunistas herederos de aquel espacio, es dar mucho más peso a PCC y PSUC-Viu del que realmente tienen. Ambas estructuras representan casi todo el comunismo catalán organizado en la fórmula partido, pero no representan el conjunto del espacio. En la historia de este movimiento hay una máxima que dice que no se puede ser comunista sin partido, esto hace mucho tiempo que no se cumple, especialmente en Cataluña. Los comunistas catalanes se encuentran en una pluralidad de espacios muy diversa, podríamos decir que los dos partidos son deficitarios, no encuadran a todo el mundo ni mucho menos.
El modelo de política de partido no se ha adaptado a las formas de militancia de las generaciones que tienen menos de 50 años, se visualiza como más adecuada para el gobierno que para la lucha y no para el equilibrio que proponía aquel lema del PSUC: “un partido de lucha y de gobierno”. Los partidos de este espacio no han ayudado para compensarlo, con la propia división, con líneas políticas erráticas, años de proyectos institucionalizados con diferentes alianzas que no han funcionado. La generación de experiencias de lucha a nivel micro (cooperativismo, ateneos, etc.) ha permitido que haya alternativas sin tener en cuenta los partidos, a través de las cuales muchos han puesto en práctica la teoría comunista, generando valores colectivos y alternativos al sistema, sin la necesidad de pertenecer a un partido, a pesar de las deficiencias de la fórmula partido y a pesar de la inexistencia del Partido (así, en mayúscula).
Para asumir realmente la pluralidad de espacios donde se encuentran los comunistas y poner en marcha un proceso de unidad amplio no se puede tomar como modelo el PSUC previo a la ruptura, con una grave crisis en torno a la línea estratégica del partido, donde había un grupo muy importante que priorizaba el partido de gobierno y las políticas socialdemócratas. Como PCC y PSUC-Viu no son los únicos miembros de la tradición comunista del PSUC y la sociedad y la política han cambiado mucho, el espacio comunista se encuentra disperso, por lo tanto la suma automática de ambos partidos no dará el PSUC de la dictadura e inicios de la transición, de aquellos años heroicos en que aún no había divisiones ni renuncias.
La nueva formación beberá de la tradición del PSUC, pero el modelo que podrá servir para inspirar el proceso de unidad debería ser el espíritu que emana de la fundación del propio PSUC. La idea de confluencia de diferentes espacios marxistas para crear el partido del “socialismo unificado” en el marco de una situación muy crítica, puede ser útil en un momento con un comunismo catalán plural con tantos comunistas sin partido. Esta imagen será útil si PCC y PSUC-Viu tienen claro que hay que ir más allá de las dos estructuras y que hay que sumar todos los comunistas, incluso aquellos que no beben directamente de esta tradición, ya que la crisis extrema es un buen momento para romper viejos espacios estancos.
Este proceso ha sido iniciado por los dos partidos, pero si se quiere que sea amplio no puede ser una fusión orgánica dirigida a nivel cupular. Debe dotarse de ámbitos de debate para hablar de política (modelo de partido, estrategia, alianzas, sindicalismo...) entre los militantes de los dos partidos y dar espacios de participación a aquellos comunistas sin carné para ir definiendo entre todos el nuevo partido. El debate de base dará más ventajas que inconvenientes, en primer lugar evitará ser la suma artificial de dos militancias. La actividad del partido debería minimizar el funcionamiento en base a cuotas de representación de cada grupo, y los espacios de debate conjunto puede facilitarlo en tanto que crearán complicidades y alianzas entre diferentes sectores en función de cada punto a definir y no en función del origen partidario. Por otro lado, estos espacios de debate deberían ser esenciales para involucrar en el proceso a los comunistas que no vienen de los partidos, generando coincidencias y práctica conjunta que crearía complicidades. Por eso habrá que ser laxo en los tiempos, una vez nazca el nuevo partido será necesario mantener estos espacios para que los que no se incorporan de inicio puedan seguir confluyendo desde la práctica y el debate.
Una clave esencial para que el nuevo partido sea más amplio es la política sindical, aunque será muy difícil que resulte una síntesis que englobe todas las partes. PSUC-Viu y PCC defienden oficialmente la participación crítica dentro de Comisiones Obreras, a pesar de que muchos comunistas las han ido abandonando progresivamente para optar por otras formas de sindicalismo de base. La estructura burocrática y jerarquizada del sindicato, la cultura del acuerdo permanente con la patronal como mal menor, el funcionamiento como gabinete de negociación y gestor de conflictos en lugar de organizar a los trabajadores o la incapacidad para influir en la realidad precarizada de las diferentes tipologías de trabajadores, hacen que CCOO no se adapte al modelo sindical que necesita el comunismo catalán de hoy.
A nivel teórico sería posible llegar a una síntesis sobre cómo debería ser el sindicalismo en la actualidad y qué elementos debería priorizar, sin embargo a la hora de afrontar el debate sobre cómo actuar con CCOO, dentro como sector crítico o fuera construyendo otra herramienta, genera profundas discusiones estratégicas. Los sectores más desengañados con CCOO, visión bastante extendida entre los comunistas sin carné y también entre una parte de los partidos, entienden que con la correlación de fuerzas actual y el funcionamiento del sindicato no es posible el cambio, por lo tanto Comisiones es más parte del problema que de la solución y hay que crear un nuevo sindicalismo de base; otro análisis entiende que romper con Comisiones no es una solución porque no hay una capacidad real de crear un sindicato de referencia capaz de incidir, por tanto debe mantenerse dentro para seguir organizando a los trabajadores e intentar pequeños cambios.
La teorización y la incidencia en la cuestión nacional es otra de las claves que marcarán el nuevo partido. El PSUC supo conceptualizar la realidad nacional catalana e influir en la construcción nacional desde una perspectiva de clase, en un momento en que la propuesta independentista no era en absoluto transversal en la sociedad catalana. Entrada la fase democrática, el nacionalismo de carácter burgués se convirtió en hegemónico en la construcción nacional y los comunistas se vieron relegados. El espacio comunista catalán heredero del PSUC se ha caracterizado por defender el federalismo pero no ha hecho gala de trabajar la cuestión nacional con un proyecto propio. Algunos han sido contrarios a involucrarse en este tema para confundir cuestión nacional con nacionalismo y en conjunto no se ha sabido plantejarlo sin estar a la defensiva.
En el momento actual, en que amplios sectores populares de la sociedad catalana ven la independencia como solución y en una situación que la autodeterminación de Cataluña puede ayudar a desmontar definitivamente el régimen político e institucional de 1978, el nuevo partido debería poder conjugar la tradición y propuesta federalista con dar espacio a comunistas que, viniendo de la tradición del PSUC o no, se reclaman independentistas por definición teórica o por análisis de la situación concreta. Para lograr esto, sería necesario tener una propuesta nacional abierta, cohesionada en torno a una perspectiva de clase: la base de la pluralidad y la integración, fundamentando la catalanidad en la ciudadanía tal y como se hizo con el PSUC, con una clara concepción republicana de la sociedad catalana, entendiéndola como sujeto político soberano porque existe la voluntad colectiva de gobernarse, por tanto debe ejercer el derecho a la autodeterminación. Explicitando la necesidad de relacionarse con los pueblos que la rodean, dando pie al federalismo de libre adhesión.
Esta propuesta en el ámbito nacional no es sencilla y va acompañada del establecimiento de unas relaciones con el Partido Comunista de España que deben ser al gusto de todos: de las diferentes partes del nuevo partido y también del PCE. Históricamente, el PSUC había mantenido relaciones de hermanamiento con el PCE, balanceándose entre la soberanía y momentos de mayor dependencia. Estas relaciones sufrieron alteraciones con la fracturación del espacio comunista catalán. El PCC no ha mantenido nunca relaciones formales con el PCE, habiendo tenido enfrentamientos cuando sus líneas políticas han sido contrapuestas y de otros momentos de distensión y cierta proximidad como el actual. Por otra parte, el PSUCviu ha heredado las relaciones con el PCE una vez había desaparecido el PSUC histórico, pero al ser el apoyo del PCE el principal activo del PSUCviu no han sido unas relaciones entre ambos partidos sino más bien de subordinación. Habrá que encontrar el punto medio en las necesarias relaciones con el PCE que permita no generar dificultades en verso a la incorporación de comunistas heterodoxos o algunos miembros del PCC que sean reticentes.
El equilibrio entre soberanía, el reconocimiento mutuo y coordinación con el PCE será una de las piezas importantes de la configuración del proceso de unidad comunista, así como la actitud que tome el PCE ante las posibles innovaciones que se puedan adoptar en las relaciones o en el formato y propuesta del nuevo partido. Estas serán unas de las claves para definir el alcance del proceso de unidad comunista, junto con la voluntad para ir más allá de la suma orgánica de PCC y PSUCviu, mantener una línea estratégica más combativa, dar una solución del debate sindical y la conceptualización del tema nacional.
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