La semana pasada tuve el placer de participar de la asamblea Ara és demà (Ahora es Mañana) organizada por Iniciativa y por Esquerra Unida. Hubo un gran éxito de participación de militantes y activistas que desbordó las previsiones más optimistas y un buen nivel de debate, siendo un salto cualitativo en la forma de relacionarse con su entorno por parte de las organizaciones políticas de izquierdas. Sin embargo, la imagen que quedó a nivel público era la presencia de los notables desorientados del entorno del PSC dejándose querer como si fueran activos necesarios para la transformación social.
La asamblea nacía coja al visualizarse como un acto de los dos partidos, en contraposición a la teorización de un nuevo espacio de las izquierdas transformadoras catalanas y de los movimientos sociales tejido desde abajo. El debate, sin embargo, sí estuvo a la altura situando las luchas concretas y la movilización social como eje vertebrador del nuevo sujeto, capaz de construir un empoderamiento ciudadano en torno a los conceptos de igualdad y de democracia económica; reconociendo el papel que deben tener los partidos transformadores como parte de la solución, pero a partir de una sacudida de regeneración democrática en el seno de una tensión dialéctica entre partidos y movimiento que sitúe la acción institucional al servicio del conflicto social y no al revés.
Invitar a figuras y grupos del centro izquierda desorientado es contraproducente cuando lo que se quiere es trabajar con los activistas sociales y con la izquierda alternativa para crear un nuevo sujeto por el cambio de régimen. Más aún cuando no se ha diferenciado Avancem o Socialisme, Catalunya y Llibertat de personajes como Ernest Margall o Àngel Ros. El intento de pescar en el pastel de la socialdemocracia a partir de sus dirigentes críticos (críticos por el tema nacional y no porque el PSC haya sido responsable del modelo en crisis) no está en línea de querer construir un alternativa al régimen, sino que responde el objetivo de debilitar al competidor del centro, desde el convencimiento de que se podrá controlar los elementos recién llegados una vez cambien de barco.
Volviendo a la idea original de un encuentro para crear un nuevo sujeto político, se echaba de menos la presencia activa de delegaciones de la CUP y del Procés Constituent, o al menos un saludo de sus organizaciones como primer paso o gesto de predisposición. Que la iniciativa haya surgido de las direcciones de los dos partidos y no de trabajos a más pequeña escala no ha ayudado a superar el choque de legitimidades entre las diferentes organizaciones, a no sentirse interpelados a participar en el espacio del otro.
Cada proyecto está tejiendo su patio particular de hegemonía, creyéndose capaz de articular por sí solo la alternativa al sistema, sin tener en cuenta que para lograr un cambio real hace falta una propuesta política capaz de incluir las diferentes partes organizadas para ser mayoritaria. Pero las diferencias entre las organizaciones existen y a corto plazo es complicado plantear como primer paso el escenario ideal de una confluencia organizativa o electoral.
La articulación de una propuesta mayoritaria debe pasar por asumir la responsabilidad propia de todas las partes, sabiendo que moverse siempre implica caer en contradicciones, reconocer a las otras partes como interlocutores válidos y que sólo se puede dar la coordinación desde el respeto por la diferencia. La confluencia en el escenario político de las izquierdas transformadoras catalanas necesita pasos previos desde abajo para hablar de política, consensuar programas y estrategias en caso de tener capacidad de incidir a nivel institucional y mantener un consenso en construir el sujeto social del cambio llevando el movimiento y el conflicto en primer término político.
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