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La izquierda federalista va tarde

Ricard Ribera

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Las movilizaciones del pasado 11 de septiembre y sus consecuencias han puesto de relieve que las izquierdas catalanas de raíz federalista no disponen de un proyecto nacional propio y un camino para alcanzar la articulación federal del Estado, sino que se encuentran superadas en la fase actual de construcción nacional. Esto las ha llevado a una posición subalterna en el momento en que la ciudadanía ha pedido dar un paso adelante como país, dejando a la propuesta independentista como única solución viable. Esta falta de proyecto hace que el movimiento actual no responda a los intereses de los sectores populares ya que ideológicamente tiene una hegemonía de los valores conservadores.

Las corrientes de izquierda catalana no independentista se han definido siempre como federalistas, y algunas han hecho bandera del derecho a la autodeterminación de Cataluña, sobre todo las que provienen de la tradición del PSUC y algunos componentes del Partido Socialista. El federalismo ha sido la propuesta óptima para la izquierda porque es la solución que permite dotar de estructuras de estado en Cataluña, mantener las relaciones con España y, quizás aún más importante, es el punto de equilibrio entre las diferentes posiciones que podemos encontrar en el interior de los partidos, en sus bases sociales y en sus electorados. Es también una opción que no se contrapone a España y que permite poner en primer término el eje social.

Asimismo, el desarrollo nacional no ha sido un tema prioritario para las izquierdas federalistas. Desde el final de la dictadura y la transición, en que el PSUC era hegemónico entre los que luchaban por las libertades nacionales de Catalunya, la izquierda federalista ha ido perdiendo terreno y ha acabado cediendo el territorio del ámbito nacional, permitiendo que la cuestión fuese monopolizada por el nacionalismo conservador en las últimas décadas.

No sólo no lo ha tenido como prioritario, sino que nunca ha tenido clara la idea de cómo debe desarrollarse nacionalmente Catalunya, ni un plan de trabajo para lograr el federalismo, esperando que el propio desenlace de la historia llevara a un estado federal que reconociera a Catalunya como pueblo. Sea porque es escabroso para según qué partes de los electorados de izquierdas o para ciertos sectores de los partidos (por el origen migratorio de mucha gente o porque a veces se asimila nación a nacionalismo burgués), sea porque hasta la reforma del Estatut parecía que el estado de las autonomías todavía tenía recorrido, o sea porque la problemática social siempre está en primer plano, la izquierda federalista catalana se ha mantenido aparcada del proyecto de país.

Al entrar el debate nacional en primer término no hay espacio para hablar de federalismo, porque al no haberlo trabajado, ni debatido, sólo es una etiqueta, quedando además todos los aspectos sociales apartados del debate nacional. Desde el 10 de julio de 2010 ha habido un cambio de fase en el proceso de construcción nacional en que las izquierdas federalistas se han visto superadas por la evolución de grandes partes de la sociedad hacia el independentismo. Al no haber tenido respuesta alternativa a la sentencia del Tribunal Constitucional, a lo que debe sumarse la falta de un proyecto propio, las izquierdas federalistas no han participado de las ansias organizadas de hacer un paso adelante como país y ahora se encuentran desubicadas.

El fruto de esta dimisión de la izquierda federalista, además de que el proyecto federal sea altamente improbable, es que la evolución en la construcción nacional ha sido hegemonizada por los valores de la derecha nacionalista, siendo su expresión política, CiU, quien ha fijado la agenda, los objetivos y los ritmos, a la vez que ha desligado el debate nacional del debate social. Además CiU ha sabido hacer equilibrios para impulsar y conducir desde la retaguardia el movimiento popular por la independencia, que sobrepasa en mucho a su base electoral, ejerciendo de partido motor en la mejor manera de Gramsci, tejiendo hegemonía. Por lo tanto, el proceso en que estamos inmersos no tiene en cuenta, de momento, la cohesión social y la diversidad, ni los intereses de los sectores populares del país, centrando el debate entre Catalunya y España, como si eso explicara los problemas propios de cada sociedad y quién controla el poder económico y político en Cataluña.

Las izquierdas federalistas deberían poner en primer término la idea básica de que Catalunya no existe en abstracto, no tiene unos intereses propios desligados del modelo de sociedad y las relaciones de poder que hay detrás, no es algo neutral alejado de los debates sociales, económicos, impositivos, de cohesión y de qué entendemos por ciudadanía. La izquierda federalista y los sectores progresistas del independentismo deben dotar de contenido la etiqueta del “catalanismo popular”, haciendo patente que Catalunya es una nación para que el conjunto de las personas que lo integran y que así lo creen y tienen voluntad de autogobernarse conjuntamente; que Catalunya es plural en su composición, habiendo muchas maneras de ser y sentirse catalán; catalán es quien vive en Catalunya independientemente de su origen, teniendo todas y todos los mismos derechos de ciudadanía, siendo parte de un mismo pueblo, y por último, y muy importante, que el bienestar social de los catalanes es la base de todo. Elementos todos ellos íntimamente ligados al modelo de sociedad y a la democracia en un sentido amplio.

Después de haber omitido el tema nacional durante décadas, las izquierdas federalistas deberían huir de esquemas preestablecidos y analizar la nueva realidad, para poder trabajar e influir en la situación actual. Deben ser conscientes de que el federalismo, a día de hoy, es muy complicado de lograr, que desde Catalunya ha aumentado justificadamente la sensación de incomprensión y no se han encontrado federalistas al otro lado con quien poder llegar a la acuerdo de federación. Esto ha extendido la idea de que España no se puede cambiar y seguramente en esto ya no hay marcha atrás. Las izquierdas federalistas deberían trabajar para construir un modelo de país para contrarrestar la hegemonía de la derecha y poder vincular el desarrollo nacional con los intereses de los sectores populares y la cohesión social de la pluralidad de los diferentes catalanes, para poder construir Cataluña una vez haya decidido qué quiere ser de mayor.

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