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Leyenda sueca y mujeres en el cine

Laura Pérez Castaño

Regidora de Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona —

Pongamos que es domingo y quiero ir al cine. Si busco en la cartelera de las salas más próximas a mi casa una película interesante me fijaré en su título, en el argumento y en las fotos de los carteles. Advertiré además otra cosa que normalmente pasa desapercibida: de las diez películas en cartelera, sólo una estará dirigida por una mujer. Les animo a hacer la prueba en su propio barrio.

En general, esto último no nos llama la atención, porque la ausencia de mujeres en puestos de dirección, guión y producción del audiovisual es algo muy normalizado entre los y las espectadoras, también dentro del propio sector.

Según el último estudio de la Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales, CIMA, en 2015 solo el 7% de las películas españolas han sido dirigidas por mujeres. A esto se añade una presencia asimismo escasa en cuanto a guión, realización y producción. El mismo estudio nos alerta de cifras insuficientes también en televisión, en festivales de cine, y en cuanto a los contenidos del audiovisual, en los que casualmente abundan en exceso personajes e historias demasiado estereotipadas.

El cine sí ha construido una posverdad. A base de mostrarnos realidades demasiado acordes a unos roles de género poco realistas hemos acabado por creer que son pura realidad y los hemos reproducido. No hace falta decir que las mujeres no somos una sexy lamp que adorna la escena, ni un cuerpo desnudo casual que pasaba por ahí sin aportar nada al relato, y que la necesidad de historias complejas y de personajes femeninos inspiradores, sobre todo para las nuevas generaciones, son tan escasos como necesarios.

Bien recibidas excepciones con nuevas superheroínas al frente demuestran que el éxito de taquilla no está para nada discutido con las nuevas figuras femeninas que toman el relevo de Nikita, la teniente Ripley o Xena. Las últimas sagas y películas de acción protagonizadas por mujeres apuntan a una apropiación gradual de discursos feministas en el celuloide, como Cazafantasmas de Paul Feig o el personaje de Daisy Ridleyen en Star Wars: el despertar de la fuerza, de J.J. Abrams, sólo por citar algunos ejemplos.

Para seguir por ese camino, la asociación catalana CIMA presentó ayer una propuesta de implantación de una cuota progresiva como medida compensatoria, que garantice el acceso a las ayudas públicas para proyectos audiovisuales liderados por mujeres, cuya progresión supondría un 25% de estos proyectos para el 2017, un 30% para el 2018, un 35% para el 2019 y un 40% el 2020.

Pero cuidado. Siempre que las feministas hablamos de cuotas y de medidas compensatorias nos vemos obligadas a justificarnos hasta el agotamiento. Para quienes jalean, en el nombre de la meritocracia, que el talento viene dado por nacimiento y que el reconocimiento es producto de la combinación de la buena o mala suerte y de la capacidad de gestión de propias posibilidades y esfuerzos, para ellas, esta historia.

Cuenta la leyenda que en 2011 Anna Serner llega al Instituto de Cine Sueco con un 26% de películas dirigidas por mujeres y que cinco años después la paridad había alcanzado la industria cinematográfica del país, también con altos niveles de reconocimiento público y premios concedidos. Entre las claves del éxito, algunas son las ya propuestas por CIMA como la de obtener una cuota del 40% del fondo del audiovisual para proyectos liderados por mujeres.

Y nos toca seguir desde las instituciones poniendo medidas contra los estereotipos que excluyen a las mujeres de la cultura, inspiradas en modelos de éxito como el sueco y las actuaciones allí desarrolladas: formación, promoción de liderazgos, empoderamiento, mejora de la visibilidad de las mujeres en el sector audiovisual y cómo no, con medidas compensatorias en las nuevas bases de subvenciones para que estas lleguen de manera equitativa y en igualdad de oportunidades.

Y así es, como un buen día, las leyendas suecas se convierten en realidad.

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