Pablo Gentili: “¿Cuánta desigualdad puede soportar una ciudad?”
En 1988 se inició en Río de Janeiro, en la empobrecida favela de Vidigal, la construcción de un lujoso hotel, el Sheraton. La intención era que el prestigio del hotel sirviera de polo de atracción y revalorización de la zona, cercana a la playa. Pero lo que se logró fue ensanchar la favela con las casas y barracas de los que iban a construir el flamante Sheraton. “¿Pero estás seguro de que la favela es un lugar seguro?”, le preguntaba un niño de clase media a un amigo suyo que vivía en Vidigal. “Claro”, le respondió el chico, “¿si no por qué crees que construyeron un hotel de cinco estrellas?”. La ciudad, escenario de contrastes y desigualdades.
El primer protagonista de esta anécdota era el hijo de Pablo Gentili, el encargado de inaugurar ayer -precisamente a partir de esta historia- el XIII Congreso Internacional de Ciudades Educadoras, que vuelve a Barcelona, la ciudad que lo vio nacer, para abordar el papel de las grandes urbanizaciones en la educación de sus ciudadanos. En esta edición, el certamen ha centrado su atención en la inclusión, y Gentili, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de las Ciencias Sociales (CLCS), ha dibujado un mapa urbano en el que el gran reto consiste reducir las desigualdades y, una de las principales herramientas para hacerlo, es la escuela. “Una escuela pública fuerte”, sentenció, “en un sistema educativo integrado, espacio de diversidad y donde y crecemos todos”.
Los cerca de 850 participantes del Congreso, de 190 ciudades -educadoras- de todo el mundo, asistieron a una ponencia en la que Gentili dejó claro que la lucha contra la pobreza no es suficiente para eliminar la exclusión social de grandes grupos de población urbana. “En los últimos años se ha reducido la pobreza en América Latina, pero las desigualdades se han mantenido si no se han incrementado en algunos países”, precisó. La tasa de pobreza en los países latinoamericanos ha pasado de casi el 50% en los años 90 -“en plena aplicación de las políticas neoliberales”, según Gentili- a un 27,9%, una reducción drástica que sin embargo no ha eliminado las desigualdades.
“Pensábamos que la reducción de la pobreza conllevaría una mayor democratización de los espacios urbanos y una integración de los barrios más guetizados, pero no ha sido así”, concluía Gentili. Y no ha sido así, según él, porque pese a que gran parte de la población va saliendo poco a poco de la situación de pobreza, no consigue quitarse de encima su estigma, la etiqueta. “Este hecho provoca que la población más rica siga apartandose de ellos”, algo que impacta en la distribución urbana. “¿Cuánta desigualdad puede soportar una ciudad?”, se preguntaba el ponente. En países como España, tal y como recordaba el ponente, los niveles de pobreza infantil -36,6%, según el último informe de UNICEF- están empezando a parecerse a los de la Amercia Latina hace años.
Combatir esta situación debe ser uno de los objetivos de las ciudades que se llamen a si mismas educadoras, porque su razón de ser no es sólo colocar pasos de cebra verdes para que los niños y niñas vayan a la escuela -que también-, sino garantizar el bienestar y la inclusión de los ciudadanos como fundamentos a partir de los cuales construir la ciudad. Esta idea se desprende de la Carta de las Ciudades Educadoras, elaborada en Barcelona en 1994, y también la desarrolla el Comité Científico del congreso de este año.
Gentili también pronosticó que en el futuro la lucha contra las desigualdades se irá haciendo cada vez más compleja en las ciudades, puesto que estas van creciendo y se van convirtiendo en “grandes aglomeraciones de población, llenas de confusión”. Sin ir más lejos, recordó Gentili, actualmente en China el 40% de la población ya vive en grandes conurbaciones empobrecidas; en la India, el 58%; en África, el 90%. “Es el planeta favela”, zanjaba.
La educación, herramienta igualitaria en las ciudades
La educación, herramienta igualitaria en las ciudades “En una gran ciudad, que un niño vaya a la escuela no significa nada”, soltaba, provocador, Gentili, para dar a entender que en las grandes conurbaciones hay demasiadas diferencias entre según qué escuelas y entornos. “Hay circuitos educativos muy diferentes y fragmentados”, constataba el ponente, y ponía como ejemplo los itinerarios formativos de Río. “Tenemos unos centros privados por los que pasan los hombres y mujeres que acabarán en las mejores universidades; tenemos centros, también privados, a los que acuden las clases medias; luego tenemos los públicos, algunos de ellos integrados y otros excluidos. Todo ello en dos kilómetros a la redonda”, resumía Gentili.
Esta “desintegración” del sistema educativo es aún más evidente con las universidades en Brasil, donde abundan mayoritariamente los campus privados. La “privatización de las políticas públicas”, según Gentili, es otro de los elementos que juegan en contra de una ciudad educadora. No sólo porque va contra la igualdad de oportunidades, sino también porque “tiene un impacto sobre el espacio urbano común”.
Ante esto, Gentili concluyó su intervención defendiendo la escuela como uno de los primeros espacios “donde se deben encontrar los de arriba y los de abajo”. “La escuela pública debe ser fuerte, es necesario promover y multiplicar las oportunidades de inclusión a través del sistema educativo”, sentenció.