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OPINIÓN

Patios escolares: aire libre, educación, juego y algo más

El patio transformado de la escuela Els Llorers, en el Eixample de Barcelona

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Dentro de la pequeña ciudad que es cada escuela, el patio es su plaza. En este espacio exterior de juego libre y compartido por excelencia, los niños y niñas, desde que entran con 3 años y salen con 12, pasan más de 3.000 horas (o más de 4 meses enteros) jugando, conviviendo y aprendiendo. Como espacios educativos que son, es necesario (re)pensar los patios escolares para que sean más naturalizados, coeducativos y comunitarios. 

A raíz de la pandemia, los patios, así como el aire libre, el espacio público y la naturaleza urbana, han sido buscados y puestos en valor como nunca antes. De hecho, bien podríamos considerarlos un bien común (y escaso) de nuestras ciudades. La pandemia ha acelerado esta apuesta por (re)pensar los patios y nos ha recordado que, lejos de ser una moda, es una necesidad, para toda la infancia, pero en especial para la que vive en viviendas más precarias. 

Pero, en realidad, no es algo nuevo y desde hace un tiempo en varias escuelas y ciudades estamos impulsando la reflexión desde la innovación educativa, materializando proyectos y recursos públicos a la estrategia de transformar los patios. Barcelona compartió proyecto europeo de convertir colegios en refugios climáticos con París, donde lo llamaron “patios oasis”; o Madrid, donde están trabajando en sus “patios silvestres”. 

Hay distintos motivos compartidos para este empeño de mejora de los patios. El primero, para aprovechar mejor todo su potencial pedagógico vinculándolos con los proyectos educativos de los centros. Es muy importante que el entorno favorezca el bienestar físico y emocional (y, con ello, las ganas de aprender), así como la diversidad de posibilidades de juego, la coeducación y la gestión positiva de conflictos. 

El patio escolar es un espacio de vida donde la infancia experimenta y aprende a convivir con todas las diversidades. En este sentido, no sólo toca preguntarnos cómo es, cómo tenemos el patio (la dimensión espacial), sino también y muy importante, qué queremos que pase ahí (la dimensión relacional): qué dinámicas más o menos conflictivas o inclusivas, qué juegos más o menos diversos o futbolcéntricos. 

A parte de los motivos pedagógicos y de coeducación, vivimos una emergencia climática que nos exige tomar decisiones valientes para tratar de reducirla y mitigar sus impactos. Urge hacer de los equipamientos, de las calles y de las ciudades entornos más sostenibles y resilientes incorporando vegetación y más suelo natural y permeable, generando sombras y confort térmico. Con ello proteger la salud del planeta y de la ciudadanía, en especial, de los más pequeños. Entre otros, así lo recomienda la Sociedad Catalana de Pediatría cuando plantea la necesidad de “reverdecer” los patios escolares y hacer más actividad en contacto con la naturaleza para el desarrollo saludable de la infancia. Y nos lo decía la gran maestra Rosa Sensat: “la mejor escuela es la sombra de un árbol.”

Patio a patio, avanzamos en este reto de la agenda urbana de ciudades habitables que, aunque pueda parecer de pequeña escala, tiene calado: son pasos adelante hacia la ciudad más sostenible, verde y resiliente que lucha contra el cambio climático reduciendo el gris y aumentando el verde también en los patios. Y, a la vez, hacia la ciudad jugable que combate el sendentarismo, el pantallismo y la obesidad infantil con juego y actividad física y deportiva, y que Barcelona impulsa con su propio Plan de juego en el espacio público con horizonte 2030. Un plan pionero que parte del reconocimiento del juego como derecho de la infancia y adolescencia.

Cualquier cambio de paradigma genera tensiones. Es en este sentido es lógico que entidades del mundo del deporte hayan alertado de lo que perciben como el riesgo de perder oportunidades de actividad física y deportiva de niños, niñas y adolescentes. No se trata de marginar o minusvalorar la práctica deportiva. Nuestras ciudades son densas y muchas tienen déficits en instalaciones deportivas. Por ello, muchos equipamientos educativos se usan también para actividades deportivas extraescolares, conscientes de la importancia y beneficios para la salud integral y la educación en sentido amplio del juego y la actividad física-deportiva en edad escolar. De hecho, permite aprender competencias y habilidades muy valiosas sin darse cuenta de ello (trabajo en equipo, cooperación, gestión del riesgo, de las frustraciones y éxitos, autoconocimiento y autoestima…).  

Para ello, en los procesos de cocreación de los proyectos de transformación contamos necesariamente con las visiones tanto de la comunidad educativa (infancia, profesorado y familias) como de entidades educativas y deportivas que usan los patios por las tardes o fines de semana. Hay que garantizar la pista polideportiva en las escuelas, de la misma manera que hay que problematizar una excesiva superficie de cemento en los patios. En las críticas sobre si pierden metros de pista, lo que me parece realmente relevante, el bien a proteger, no son los metros cuadrados, sino las actividades deportivas en edad escolar que ahí se dan. Por lo tanto, si la transformación condiciona cierta actividad (sobre todo competiciones federadas) no se puede dar por buena hasta asegurar pista alternativa en el barrio para realizarla. Para buscar soluciones, en algún caso, cabe pasar de la escuela al barrio. 

La escuela es un equipamiento educativo y también aspiramos a que, todas y cada una de ellas, cuando no hay clases, sean un equipamiento público de barrio, abierto a usos comunitarios diversos, desde actividades de tiempo libre, deportivas y vecinales organizadas, hasta patios abiertos donde encontrarse para el juego libre y compartido, como un parque más del barrio con una visión de ciudad educadora. 

Toca escuchar muchas voces, visiones e intereses para mejorar los patios cocreando y buscando el imprescindible equilibrio entre tres miradas: la pedagógica-coeducativa, la de la actividad física y deportiva, y la de la emergencia climática y transición ecológica. Como en otras políticas públicas locales, en esta contamos con criterios globales de ciudad y a la vez soluciones situadas, siempre combinando el tándem vital en la infancia: naturaleza + juego/deporte. Así, patio a patio, con las escuelas en el corazón de los barrios, con más oportunidades de juego, actividad física y educación al aire libre, cuidamos que nuestros niños, niñas y adolescentes aprendan, convivan y crezcan en entornos más estimulantes, saludables y en contacto con la naturaleza urbana.  

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