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¿Unos Pirineos sin nieve? La crisis climática empuja a las estaciones a buscar una alternativa de futuro

Plano general de la estación de esquí de Port Ainé en diciembre de 2021.

Sandra Vicente

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El cambio climático es una realidad innegable y sus consecuencias han llegado para quedarse. Algunas de ellas son ya “irreversibles”, tal como ha sentenciado el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU, cuya segunda parte se publicó el pasado 28 de febrero. Según este estudio, las cubiertas de nieve y los glaciares han disminuido sustancialmente y de manera constante desde la década de los 70, de la misma manera que ha aumentado la temperatura global y se han reducido las precipitaciones. Este cóctel hace que planee una duda sobre una de las cordilleras más emblemáticas del país: ¿va a dejar de nevar en los Pirineos?

Esta pregunta se puso en boca de muchos con motivo de su candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030, sobre todo después de ver que en China, que los ha acogido este año, todas las pistas han tenido que ser cubiertas por nieve artificial. El panorama no es halagüeño: según un informe encargado por el gobierno de Aragón, en 2050 se habrá perdido más del 50% de nieve a más de 1.800 metros de altitud. Pero más allá de la viabilidad de unos hipotéticos Juegos Olímpicos, la reducción o desaparición de la nieve tendrá otras consecuencias climáticas, geográficas, y económicas. 

Según datos del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, la temperatura ha subido 1,6 grados desde 1959. Las precipitaciones también se han reducido, aunque no de manera constante. “El futuro de los Pirineos se juega a una combinación de factores”, asegura Francisco J Doblas, director del área de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercomputing Center y uno de los autores del informe del IPCC. “Pero lo que ya podemos ver es que la cota de nieve está subiendo y se están dando alteraciones en la disponibilidad de agua”.

Entre sequías e inundaciones

La alteración en los patrones de agua tiene efectos muy diversos. Por un lado, que nieve mucho en poco tiempo a una gran altura genera grandes acumulaciones de nieve. Esto no sería un problema si no se estuvieran registrando aumentos bruscos de temperatura, como los 30 grados a los que se llegó este febrero. Cuando esto sucede, la nieve se funde y provoca inundaciones, pero igual que sobra agua, también puede faltar. Si a principios de enero se activaba la alerta por inundaciones en Navarra, en el Pirineo catalán varios pueblos como Campelles o Guixers vivían una sequía que les dejó hasta sin agua corriente. 

“Cuando los embalses están secos, se tiene que escoger entre dar agua de boca o innivar artificialmente”, se lamenta Núria Martí, geóloga y miembro de la Plataforma SOS Pirineus, que recuerda que la mitad de pistas de esquí de España funcionan gracias a la nieve artificial. Sólo en Catalunya, esta técnica consume tanta agua en cuatro meses como una ciudad de 18.000 habitantes en todo un año. 

La falta de agua en los Pirineos tiene consecuencias que afectan mucho más allá de la calidad de vida de las personas que los habitan. El aumento de las temperaturas provoca que, al evaporarse la poca agua de los ríos y estanques, esta se esté acidificando, provocando un crecimiento de CO2 y pósitos de aluminio en sus lechos, un mineral tóxico que afecta a la flora y la fauna, tal como constató en 2019 un estudio de la Universitat Autònoma de Barcelona. 

Pero la lista de efectos adversos de la sequía no se queda aquí. Tal como alerta Marc Prohom, jefe del área de climatología del Servei Meteorològic de Catalunya, el estrés hídrico incrementa el riesgo de incendios invernales. “Debido a la baja humedad, la vegetación es más susceptible a quemarse debido a las actividades turísticas y rurales. Ya estamos viendo un incremento de incendios en alta montaña, cosa que no se había dado casi nunca”, explica. 

Consecuencias socioeconómicas

Asegurar que en 2030 no habrá nieve es “demasiado precipitado”, asegura Doblas, pero advierte que lo que nos debe preocupar son las “consecuencias de las nevadas irregulares”. Uno de los más graves es el llamado efecto albedo, que es el reflejo de la radiación solar sobre el planeta. “Las superficies claras, como el hielo o la nieve, tienen un mayor albedo, por lo que su disminución provoca un aumento de temperaturas”, explica Pere Estebe, doctor en geografía y profesor de la Universitat de Barcelona.

Así pues, a mayor temperatura, menos nieve y a menos nieve, mayor temperatura. Este pez que se muerde la cola es el que explica la predicción del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático, que augura que dentro de 30 años la temperatura subirá dos grados, obligando a cerrar casi un tercio de las pistas de esquí. 

En España ya hay una docena de estaciones fantasma de las que, después de un pasado lleno de esquiadores, ahora sólo quedan los esqueletos de los telesillas. Esta temporada no augura un buen futuro para las que quedan abiertas. En Catalunya, por ejemplo, las pistas estaban a un 50% de su capacidad debido a la escasez de nieve después del puente de la Purísima. Si el año no acabó bien, tampoco había empezado con buen pie para las cuatro pistas que dependen del holding empresarial participado por el gobierno aragonés, que en febrero de 2021 decidieron no abrir más en lo que quedaba de temporada por no poder cubrir costes.

“Hoy, la economía de la nieve funciona por innivación artificial. Pero es igual de importante hacer nieve que mantenerla”, explica Carles Carol, ingeniero industrial, miembro de la Plataforma SOS Pirineus y vecino de La Molina, la primera estación de esquí española en implantar un sistema de innivación artificial. “Con los aumentos de temperatura, la nieve se funde muy rápido y con los embalses tan secos no es sostenible gastar agua y energía para poner un manto que en una semana ya no estará”, remacha. Según Prohom, del Servei Meteorològic de Catalunya, actualmente sólo hay una estación viable en España: Baqueira Beret. El resto, ya se están reconvirtiendo a “estaciones de montaña”, para poder ofrecer actividades turísticas cuando la nieve no dé de sí. 

Carol denuncia que, durante años, los Pirineos han puesto “todos los huevos en el mismo cesto” y ahora se dan cuenta de que es “inviable” vivir sólo del turismo. Es por eso que la plataforma SOS Pirineus se ha posicionado activamente en contra de la candidatura de los Juegos Olímpicos de 2030. “No se pueden justificar diciendo que reactivarán el turismo cuando el turismo es parte esencial del problema. No nos oponemos por capricho, sino que nos preguntamos si realmente tienen sentido”, asegura. En la misma línea se expresa Pere Estebe, que apunta que el cambio climático “sólo se revertirá” si estamos dispuestos a renunciar a ciertas cosas como “el turismo de masas” o los Juegos Olímpicos. 

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