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“Del 15-M queda la esperanza de que pueda haber otro 15-M”

Mayor Zaragoza ha participado en el ciclo de conferencias de L'H Espai de Debat.

Neus Tomàs

Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) es farmacéutico, político, escritor pero sobre todo es alguien preocupado por la educación. El cargo más destacado que ha ocupado es el de director general de la Unesco entre 1987 y 1999. Insiste en que la máxima prioridad que gobernantes y ciudadanos deberían tener en estos momentos es luchar contra el cambio climático. Mayor Zaragoza lo resume gráficamente al recordar que el planeta se está hundiendo y apela a las conciencias para que exista un clamor global de rechazo a las políticas de Trump.   

En alguna ocasión su madre le aconsejó que no hay que tolerar lo intolerable. ¿Viendo el auge de la derecha extrema, aquí con Vox, y en otros países con otras siglas, diría que como sociedad estamos tolerando lo intolerable?

Sí, se está tolerando lo intolerable porque desde hace muchos años hemos perdido la memoria de lo que pasó y en vez de convertirnos todos en ciudadanos del mundo y demócratas, poco a poco nos hemos ido convirtiendo en espectadores que permiten que vuelva a haber supremacistas, personas que consideran que su religión o color de piel es superior a la de los demás. Hasta hace muy poco había también un gran supremacismo de género. No hemos sido capaces de compensar todos estos desequilibrios que se iban manifestando de forma progresiva y si hubiese que buscar un culpable sería el partido republicano de Estados Unidos, que a lo largo del siglo XX nunca aceptaba que hubiese otra cosa que un poder absoluto masculino.

Considera que debemos dejar de ser meros espectadores sino que debemos ser actores de nuestro futuro. ¿Para cambiar eso hay que empezar por la escuela?

Por la escuela, no. Pasa por la educación y por no fiarse de unos informes Pisa que están hechos por una organización económica, pasa por seguir lo que dice la Unesco y es que los educados son los que son libres y responsables. Lo que tenemos que hacer es apelar a la libertad y la educación. Si además de eso sabemos inglés, mejor. Pero podemos saber mucho inglés y ser unos grandes maleducados. Hablamos siempre pensando en los niños y lo que hay que hacer es hablar de la educación de todos los ciudadanos.

El programa que yo puse en marcha en la Unesco apuesta por la educación para todos a lo largo de toda la vida. Cuando uno es gobernante y habla de educación debe ser un ciudadano educado, libre y responsable.

¿Se atreve a dar el nombre de algún gobernante irresponsable o de alguno que sí es responsable?

No. Hubo muchos responsables. Uno fue Obama.

¿Algunos medios y las redes sociales tienen alguna responsabilidad en que los ciudadanos sean solo meros espectadores?

Tienen una responsabilidad enorme. Hay medios de comunicación buenísimos pero la mayor parte hoy son la voz de su amo. La mayoría de medios dependen de un sistema neoliberal en el que el que paga, manda. No dicen lo que tendrían que decir sino lo que les dicen que deben decir. También hay que reconocer que gracias a la tecnología ahora tenemos información que antes no teníamos. Por eso cuando la gente joven habla de la Transición yo les insisto en que en esa época solo el 10% de los españoles pintaba algo. El otro 90% nacía, vivía y moría en 40 kilómetros cuadrados.

La Constitución acaba de cumplir 40 años. Usted es de los que defiende que habría que reformarla. ¿Es posible hacerlo con el actual panorama político?

Claro que es posible. Hace 20 años ya dijimos que había que modificarla. Es una buena Constitución pero se escribió en un momento en el que la mayoría de ciudadanos no sabíamos ni lo que pasaba ni podíamos expresarnos. Además, en ese 10% que antes citaba había un gran número de nostálgicos del franquismo. Recuerdo con gran satisfacción a dirigentes como Santiago Carrillo, que dijeron que no era el momento de hablar de monarquía o república sino que había que superar una dictadura. El 23-F fue algo terrible.

Todo aquello se superó porque había el convencimiento de que lo importante era que a un militar le sustituyera un civil y a este civil, otro civil. Se hizo la Constitución que se podía hacer en esas circunstancias pero el propio Adolfo Suárez al referirse al Título VIII, que es el que se refiere a la estructura del Estado, habló de sinfonía inacabada.

¿Se atreve a apuntar una solución para resolver el conflicto catalán?

La solución pasa por que todos los catalanes y españoles nos demos cuenta que tenemos que ser ciudadanos del mundo. En la convención de Viena se estableció que la autodeterminación queda estrictamente limitada a países que vienen de una situación colonial o de dominio militar. Lo importante es que desde Catalunya se contribuya al cambio radical que el mundo necesita. Hay que hacerlo muy rápido porque el principal problema, el cambio climático, no espera. Estamos comprometiendo el futuro de nuestros hijos y esto es lo que nos debe preocupar a todos.

¿A esos dos millones de catalanes que votan a favor de la independencia habría que hacerles algún tipo de propuesta alternativa?

Claro. Yo les propondría que haya un gran autogobierno. Catalunya en un sistema federal podría ser un estado o una nación. Un estado federal puede ser una nación pluriestatal, como lo es Estados Unidos, o un estado plurinacional, como lo son la mayoría de federaciones. Pero incluso a estas personas les pediría que hagan una pausa para pensar en sus hijos y nietos porque como científico le digo que lo van a pasar muy mal. La nave de la Tierra se está hundiendo. Obama lo vio muy claro y por eso creó la Agenda 2030. Trump ahora dice que no y el resto le siguen. Debe haber una gran reacción popular.

¿Qué queda del 15-M?

Queda en buena parte la esperanza de que pueda volver otro 15-M. Pero ahora ya con personas que saben que no solo pueden expresar sus divergencias sino que lo pueden hacer con un gran clamor popular. Por ejemplo, si ahora lográsemos que los pueblos pudiésemos decirle al señor Trump que dejaremos de comprar productos norteamericanos si no cambia de opinión. El pueblo ahora es el que tiene que tomar la palabra.

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