La reforma del Paralelo escenifica un cambio de paradigma en la acción vecinal
Hay barrios que explican muy bien la complejidad social de Barcelona. Son barrios que resumen las nuevas y las viejas formas de acción vecinal, a veces en plena confluencia, pero otras veces profundamente alejadas, ya sea por la brecha generacional o por la irreconciliable forma de entender la relación con el Ayuntamiento. Uno de ellos es el barrio del Poble-sec que, en plena fiesta mayor, sigue inmerso en el debate sobre la remodelación de la avenida del Paralelo –conocida con el nombre de Pla Paral·lel–, el enésimo proyecto urbanístico de la ciudad que recibe la oposición vecinal por querer favorecer más el sector económico vinculado al turismo que los usos públicos de los ciudadanos de la zona.
La reforma ha evidenciado dos formas diferentes de hacer acción vecinal: Una desde posiciones moderadas –a veces directamente clientelares– y, otra, desde la ruptura. El pactismo clásico de una parte importante del tejido vecinal tradicional, ha sido sustituido por la crítica frontal de los colectivos más emergentes. Los primeros, llevaban cinco años participando en un proceso más consultivo que participativo, liderado por el Ayuntamiento y la Fundación El Molino (FEM), socio del consistorio en este proyecto. Los segundos, han destapado las debilidades de un proyecto que enmarcan en una lógica de ciudad que busca la rentabilidad a cualquier precio, incluso en detrimento del espacio público de los ciudadanos.
En la reunión multilateral celebrada este martes entre representantes de los sectores económicos, comerciales, vecinales y municipales, se volvió a reflejar esta doble alma del movimiento vecinal. Finalizado el encuentro y en declaraciones a este medio, el relato de unos y otros es bien distinto. La histórica Coordinadora de Entitats del Poble-sec, que este año cumple 25 años, de la misma forma que la Associació de Comerciants del Poble-sec y Paral·lel, ubica la reforma como una deuda pendiente de la administración después de muchos años de pedir una intervención urbanística de primer orden en una zona olvidada de la ciudad.
Por el contrario, la emergente Plataforma Aturem el Pla Paral·lel –que aglutina sensibilidades que van desde el activismo que bebe del 15M, pasando por referentes del movimiento vecinal histórico, hasta colectivos de profesionales, como arquitectos y urbanistas– enmarca el proyecto en la lógica del modelo Marca Barcelona, y denuncia los intereses que hay detrás de una reforma que, sostienen, convertirá el Paralelo en la alfombra roja de los cruceros de lujo que desembarcan en el Puerto de Barcelona, uno de los más importantes del mundo en tráfico de pasajeros.
La calle Blai, el ejemplo a no seguir
No levantar la voz cuando toca tiene consecuencias. Esto es lo que uno puede pensar mientras pasea estos días de fiesta por la calle Blai de Poble-sec, donde ya se acumulan una cincuentena de bares y casi cuarenta terrazas. Y es que en los últimos años el tejido comercial de la avenida y los barrios que la limitan ha cambiado de forma significativa. El comercio de proximidad ha caído en beneficio de la apertura de bares con terrazas, hoteles y apartamentos turísticos que han proliferado de forma exponencial.
Esta situación ya está teniendo consecuencias en el vecindario. Un caso sintomático es el de Miquel, Aurora y la pequeña Leia, una familia que se compró un piso en esta calle hace doce años. Entonces Blai representaba una conquista vecinal, que había conseguido regalar a los vecinos un eje completamente peatonal que favoreciera el espacio público. Hoy, sin embargo, es una “inmensa terraza”. Así se refiere este vecino que, junto con su pareja e hija, está haciendo las maletas. “No queremos que nuestra niña crezca aquí, con ruido día y noche”, explican. “Blai es la feria de la tapa y la cerveza a 1€, el Ayuntamiento ha cedido más licencias de la cuenta y pronto será una calle, sólo para turistas”.
“La apertura de estos establecimientos está realizando sin ninguna planificación”, explica el sociólogo Marc Serra, portavoz de la plataforma, que teme que la concentración económica en actividades de ocio y restauración termine “creando una dependencia de la economía de los barrios al monocultivo del turismo”. En este sentido, la plataforma Aturem el Pla Paral·lel se pregunta qué se ha hecho en el pasado para impedir la situación actual. Para Josep Guzmán, presidente de la Coordinadora, es cierto que la situación no es la deseable, aunque hace tiempo, cuando se proyectaba Blai, existía el convencimiento de que las terrazas pacificarían la zona.
Un Plan de Usos para el Paralelo y sus barrios
Un Plan de Usos puede ser una herramienta útil para garantizar el espacio público y los derechos de los vecinos, o un instrumento destinado a garantizar todo lo contrario. Depende de quién y cómo lo impulse. El caso más flagrante de los riesgos de esta herramienta lo encontramos en Ciutat Vella, donde CiU y PP aprobaron una ley muy criticada por los vecinos y movimientos sociales, dado que favorecía los intereses económicos de promotores y grandes empresarios. De hecho, el proyecto anterior, estuvo dirigido por la concejala de Ciutat Vella, Itziar González, que terminó presentando su dimisión cuando fue consciente de los impedimentos que tenía para ejercer su trabajo ante los sistemáticos casos de corrupción.
Ciutat Vella al margen, un Plan de Usos es un instrumento neutro empleado “para equilibrar la densidad de actividades en el territorio, fomentar la renovación y la mejora de los establecimientos, sin aumentar el número, y promover la dinamización y la inversión, teniendo en cuenta las necesidades de convivencia”. En el caso que nos ocupa, un Plan de Usos específico para el Paralelo y para los barrios afectados por la reforma genera hoy un amplio consenso entre las diversas sensibilidades y tradiciones vecinales. Aunque con matices.
La Coordinadora de Entitats prioriza la “labor preventiva” que hay que hacer en el Paralelo, ahora que la reforma está en plena ejecución, más que invertir más esfuerzos en el “trabajo curativo” que supondría tratar de arreglar la situación de Blai. La plataforma, en cambio, entiende que la lucha contra el Pla Paral·lel no puede desligarse de la de los barrios adyacentes y pide que, mientras no se redacta el anhelado Plan de Usos, el Ayuntamiento impulse una moratoria inmediata de las licencias de hoteles, apartamentos turísticos y terrazas en las zonas más afectadas.
Nuevo proceso participativo “real”
Las próximas semanas serán claves para saber hasta qué punto el nuevo modelo participativo será capaz de determinar los usos futuros del Paralelo. Según el consistorio hay margen de maniobra en algunos temas, como en la fisonomía de las nuevas plazas que se proyectarán en la avenida, pero no lo hay para otras cuestiones, como la partida de la iluminación, que acabará suponiendo un 30% del total del proyecto. Es decir, 2,8 millones de euros. Según los cálculos de la plataforma, cada una de las farolas costará, en promedio, 6.500 euros, lo que tachan de “incomprensible”, dado que “no ofrece ninguna respuesta a las necesidades de la zona”.
A pesar de las farolas, de momento, la movilización vecinal ya ha conseguido sacar de quicio el principal socio del Ayuntamiento en la reforma, la FEM, que entiende que el proceso participativo ya se había realizado y que, entonces, todos los que ahora quieren cambios no estaban. El Ayuntamiento, por su parte, valora con satisfacción que se hayan incorporado nuevas voces en el debate sobre el futuro del Paralelo “con visión critica pero constructiva”. “Ahora el reto es que este nuevo espacio de participación conjunta sirva para definir qué actuaciones de futuro pueden mejorar el Pla Paral·lel”, explican fuentes del gabinete de la alcaldía.
Cabe decir que hay muchos casos en la ciudad en los que el movimiento vecinal tradicional y el emergente han tenido, a pesar de los matices, una única voz ante los conflictos. De hecho, si la línea de crítica que marca la FAVB, el paraguas aglutinador de las asociaciones de vecinos de Barcelona, fuera la más seguida por las asociaciones estaríamos en otro escenario. No deja de ser paradigmático que la FAVB se haya posicionado en favor de la plataforma Aturem el Pla Paral·lel y que algunas asociaciones de vecinos de la zona no lo hayan hecho.
Otro caso reciente es Can Vies, donde el histórico Centro Social de Sants fue más que un aliado del colectivo de raíz asambleario que defendía el centro autogestionado. En el Poble-sec, sin embargo, la confluencia vecinal, de momento, es parcial. Lo cual no quiere decir que no haya habido esfuerzos por ambas partes para ir juntos, de la misma manera que ha habido esfuerzos por parte del gobierno municipal de que no haya sido así.
Mientras tanto, este popular barrio barcelonés sigue de fiesta mayor. En un extremo de la calle Blai se puede leer estos días una pancarta gigante con el lema 'Ningún plan sin los vecinos'. A pie de calle, cordialidad e incluso amistad entre representantes de una y otra corriente. Algunos de los veteranos se acercan a los más jóvenes y admiten que es hora de dar paso a las nuevas generaciones. Las nuevas generaciones, en cambio, les recuerdan que no es cuestión de edad, sino de espíritu crítico. En el resto de la calle, terrazas tras terrazas y una pregunta en el aire: La regeneración vecinal, como la política, ¿es urgente?