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La sequía golpea el negocio de los kayaks en los pantanos: “Sin agua hemos tenido que cerrar”

Kayaks preparados para navegar en el pantano de Sant Ponç, en la Catalunya Central

Pau Rodríguez

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Si el año pasado fue de récord de facturación para muchas empresas de deporte de aventuras, gracias al bum del turismo de interior propiciado por la pandemia, este podría ser todo lo contrario al menos para las que mantienen su actividad en los pantanos. Empresas que organizan excursiones en kayak y que alquilan pequeñas embarcaciones, que habían proliferado recientemente en los embalses de comunidades como Catalunya, han visto cómo la falta de agua este verano ha golpeado su actividad hasta el punto de que algunas han tenido que cerrar. 

Con las reservas al 31% en el embalse de La Llosa del Cavall (Lleida) —el año pasado estaba al 80%—, Artur Beiroa, propietario de Kayak K1, se vio obligado a levantar su flota de piraguas ya a finales de julio. En su caso, como les ha ocurrido a otras empresas, al bajar tanto el agua el terreno para colocar las bases con los kayaks se convirtió en demasiado abrupto para que fuese viable. “Hasta junio íbamos trasladando la base cada semana, montándola cada vez más adentro, pero reduciendo las embarcaciones por falta de espacio, pero a finales del mes pasado ya vimos que el acceso era imposible para ofrecer el servicio”, expresa. “Sin agua tuvimos que cerrar”, resume.

Con una flota de unas 80 embarcaciones, Beiroa suele emplear en verano a entre cuatro y seis personas, la mayoría monitores y guías para excursiones en kayak. Pero este agosto ha tenido que finalizar antes de tiempo sus contratos. “Nuestro sector no recibe ayudas de ningún tipo; somos tan pequeños que ni siquiera tenemos un gremio ni estamos asociados”, se lamenta.

Esto último, sin embargo, podría estar cambiando. Desde hace unas semanas existe un grupo de WhatsApp, creado por la Federación Intercomarcal de Hostelería, Restauración y Turismo, para canalizar sus demandas, como por ejemplo la posibilidad de aplicar ERTE como los previstos para la pandemia. 

Según Daniel Brasé, gerente de esta federación y vicepresidente de la Sectorial de Pimec Turismo, la caída de la facturación en la veintena de empresas que se han agrupado este verano es de más del 50% respecto al año anterior. Esto ascendería a más de 30.000 euros de media, aunque siempre contando solamente las que están afectadas y de las que Brasé tiene constancia (en otros pantanos la actividad náutica se mantiene inalterada). A la pérdida de clientes por la sequía se le suma además, en algunos casos, el cierre durante unos quince días debido al Plan Alfa 3, de previsión del riesgo de incendios, que impidió el acceso público a algunas de estas infraestructuras, como el de Sant Ponç. 

Lejos de caer en el victimismo, sin embargo, algunos de estos empresarios, que se iniciaron en el negocio a raíz de su interés por los deportes de aventuras, viven la falta de agua con resignación, conscientes además de que el piragüismo no es la actividad prioritaria de unas infraestructuras cruciales pensadas para el abastecimiento de agua a la población, a los regantes y a las industrias.

“Igual que las escuelas de esquí, sabemos que dependemos de la pluviometría y estamos acostumbrados a la inestabilidad”, afirma Beiroa. Y remacha: “El año pasado había una pandemia y casualmente fue increíble para nosotros. Triplicamos la facturación, así que tampoco me voy a quejar ahora”. 

“Aquí manda la naturaleza”

De forma parecida lo está encarando Xavi Bergua, de Kayaking Mont-rebei, una de las ocho empresas que en los últimos años trabajan en el concurrido paraje del desfiladero de Mont-rebei, en el río Noguera Ribagorzana, entre las provincias de Huesca y Lleida. Ante la imposibilidad de navegar con kayaks por el bajo nivel del agua, algunos operadores se han trasladado a otros pantanos. Bergua, sin embargo, ha preferido adaptarse y sacar el polvo a las embarcaciones para descenso de río, más pequeñas y manejables, que ya usaron en anteriores sequías. Se trata de una actividad técnicamente más difícil y que requiere de grupos más pequeños, con lo que ha visto reducidos sus ingresos. Pero no le apetece quejarse. “Aquí manda la naturaleza, así que si el pantano se seca, pues se seca. Y si todo el mundo abre el grifo, pues el nivel baja. ¿Qué vamos a hacer? ¿Llorar? ¿Pedir un trasvase? Si llorando se llenase el pantano, pues lloraría. Pero como no es así, me adapto y bajo por el río, aunque gane menos dinero”, afirma. 

Veterano en un entorno natural impresionante como el de Mont-rebei, que ha vivido en los últimos años un bum de visitas que lo han acercado al colapso, con auténticas “romerías” de piragüistas y senderistas, Bergua se permite incluso ironizar con la actual situación. “Hay quien dice que este puede ser el peor año para el desfiladero de Mont-rebei… Pero será para sus empresas. Para el desfiladero en si, igual es uno de sus mejores años”, comenta, en referencia a la caída de los visitantes. 

El perfil de las empresas que alquilan embarcaciones en los embalses –sobre todo kayaks y pádel surf– es variado, aunque todas suelen tener un tamaño reducido –entre dos y veinte empleados– y acostumbran a compartir el espacio con no más de dos o tres flotas, debido a las restricciones en materia de licencias. Entre los afectados se cuentan operadores de embalses como La Baells, Sant Ponç (ambos en Barcelona) o Sau, en Girona.

Despidos e incertidumbre

Con 12 años de actividad a sus espaldas, Albert Palau, de la empresa Indòmit, nunca se había encontrado en una situación parecida en el pantano de la Baells. “Cuando cerramos ya hacía semanas que el terreno para las barcas era demasiado vertical e impracticable. A la gente que venía le daba mucho respeto. Pero es que luego ni siquiera había agua”, se lamenta. Tuvo que retirar así su flota, que en total asciende a unas 80 embarcaciones (entre kayaks, pádel surf y barcos de hidropedales). Ahora han vuelto a abrir, pero de las 18 personas que suele emplear en verano –incluido servicio de bar, también clausurado–, ahora están activas dos.  

Palau sí tiene quejas claras hacia la Administración, como la falta de ayudas en comparación con otros sectores. “Sé que nuestra actividad es secundaria para un embalse, pero la Administración es opaca y tú vas viendo cómo el pantano se vacía sin saber exactamente a qué tipo de consumo se debe”, opina.

En Sau, con el pantano al 37,7% (el año pasado estaba al 68%), la empresa Kayak Pla de Sau estima que sus clientes se han reducido a más de la mitad que el año pasado. Su responsable Gerard Tomàs, atribuye el vaciado de la infraestructura no solo a la falta de lluvias, sino también a la mayor fabricación de electricidad y a los necesarios caudales de mantenimiento del río Ter. La precaria imagen del embalse de Sau, en la provincia de Girona, se ha convertido en un símbolo de la sequía en España al haber dejado al descubierto los restos de la antigua iglesia de Sant Romà de Sau, a la que normalmente se accedía en piragua –de ahí el éxito del negocio– pero que ahora se puede llegar a visitar andando. “Si llegas andando al campanario, para qué ibas a alquilar una embarcación”, se resigna Tomàs.

En Sau se ha dado la paradoja de que el excepcional acceso a pie que se ha abierto hacia la iglesia ha provocado un alud de visitantes. Hasta el punto de que los accesos en coche se han visto colapsados y se han tenido que regular.  Si, como está previsto debido a la emergencia climática, las sequías y la necesidad de agua aumentan, Tomàs se muestra convencido de que deberán hacer un replanteamiento. “Si estas bajadas se convierten en habituales y se ve toda la iglesia, tendremos que buscar alternativas de negocio”.

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