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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

“El planeta nos está diciendo que el crecimiento económico no puede ser un fin sino un medio”

Rubén Garrido-Yserte, profesor de la UAH

Carmen Bachiller

Rubén Garrido-Yserte es investigador de Análisis Territorial y Urbano en el Instituto Universitario de Investigación en Análisis Económico y Social de la Universidad de Alcalá. En una entrevista ahondamos en torno a si los actuales modelos económicos están o no adaptándose a los mensajes que nos llegan a través de un fenómeno global como es el cambio climático.

Este profesor del Departamento de Economía y Dirección de Empresas habla de las asignaturas pendientes para la ciencia económica, pero también para los agentes económicos y los poderes públicos.

¿El cambio climático es un reto para la economía?

Creo que sí y que lo es para la sociedad en su conjunto. Los últimos datos son relativamente alarmantes. Cambiará mucho la forma que tenemos de hacer las cosas o bien desde el punto de vista preventivo -aunque los expertos dicen que llegamos un poco tarde- o bien porque la propia naturaleza nos obligue. En algunos aspectos afectará de lleno a la economía, desde luego.

¿Y sus consecuencias -sean mayores o menores- distinguirían entre países pobres o ricos?

No, claramente no. Si el calentamiento global implica que el nivel del mar sube, hay muchos asentamientos, sobre todo el litoral, que cambiarán drásticamente. En el caso español, la industria turística ligada al sol y playa se verá afectada de manera directa si se altera mucho el ecosistema. 

La industria agroalimentaria, en la que somos bastante potentes, también se verá afectada. Quienes se dedican al sector primario ya lo están notando: la forma en que se producen las cosechas…

¿Son compatibles nuestros actuales modelos socioeconómicos con la amenaza del fenómeno?

Es muy difícil de cambiar lo que hasta ahora hemos basado siempre en crecer. Es importante hacerlo porque si no, no se genera renta, no hay empleo suficiente -y de eso sabemos mucho en la economía española- pero, en general, todo se ha vinculado al crecimiento como si fuera un fin.

Ahora lo que nos está diciendo el planeta es que el crecimiento económico no puede ser un fin, sino un medio y por tanto hemos de ver la manera de reorganizarnos para conseguir mejorar el nivel de vida de la población sin necesidad de crecer a toda costa, generando daños ecológicos o sociales.

Esto es un gran reto, incluso para la ciencia económica. Es como decir: vamos a posponer un poco los criterios de reparto de la riqueza porque el crecimiento llegará a todos en mayor o menor medida. Eso lo que nos está diciendo es que el tamaño de la economía actual y obviamente en el futuro también, con la incorporación de todos los países asiáticos, no da para aguantar la carga del planeta.

¿Y la ciencia económica trabaja ya en algún criterio para combatir el cambio climático que pueda ser asumido de forma generalizada por los agentes económicos?

Creo que no porque la parte que tiene una visión más completa de la sostenibilidad, también en el sentido económico del término, está todavía en minoría o en la parte más heterodoxa de la corriente económica.

En muchas universidades, se estudie o no Económicas, la Economía en primer curso se ve todavía como el proceso de atender necesidades, de producir, de los costes marginales…Son herramientas muy útiles pero que parten de la realidad de un mundo muy mecanicista, que crece continuamente.

La ‘Economía del Donut’, que aquí llamamos ‘Economía Rosquilla’, de la economista británica Kate Raworth es la única que demanda una visión más completa. Por ejemplo, la contaminación es un coste que hay que atender con impuestos, pero en el fondo no va a la filosofía de las cosas, a cómo podemos hacer que la Economía no sea tanto la ciencia de los precios sino la administración del hogar que está en la propia etimología de la palabra.

Todo eso no se estudia en los primeros cursos en la universidad, sino después. No se parte de una concepción de una economía que nos permita proveernos teniendo en cuenta la  sostenibilidad a largo plazo.

¿Y quién y cuánto debe pagar por contaminar?

El tema de los impuestos ambientales y el principio tan europeo de que ‘Quien contamina paga’ ayuda a que aquellos que tienen cierta responsabilidad asuman parte de los costes. Ahora, la cuestión es que no sabemos si estamos tomando bien o no las decisiones respetando las posibilidades que puedan tener las generaciones futuras. Es un dilema, no una cuestión técnica, si aún pagando, estamos calculando bien lo que hay que pagar para que el daño no se produzca.

Luego está la cuestión de que cuando algo se mercantiliza mucho se generan desigualdades nuevas. ¿El aire limpio es un derecho humano o solo de los que lo pueden pagar? Va más allá de la economía como técnica. Es una decisión de la sociedad. A veces no se toma y se dejan al mercado cosas que terminan cambiando de naturaleza.

¿Cree que hay modelos o instrumentos económicos para frenar el cambio climático tal y como afirma el catedrático de la Universidad de Yale (EEUU), William Nordhaus, ‘padre’ de la economía del cambio climático que aboga por poner precios disuasorios a las emisiones de carbono?

Los mercados de emisiones se han desarrollado bastante en el ámbito europeo pero el problema a largo plazo no se corrige. Tener una visión de que hay que cambiar cosas más allá de la fiscalidad porque hay impuestos sobre ‘males’ y no sobre bienes, sería importante.

Se pueden implantar tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, favorecer la innovación en determinadas industrias o energías más sostenibles…Ser capaces de generar más valor con menos recursos materiales o energéticos. Se puede hacer. Eso es cambiar el modelo productivo.

¿Cree que las administraciones públicas están teniendo en cuenta todas estas cuestiones a la hora de elaborar presupuestos o de definir estrategias socioeconómicas a medio y largo plazo?

Tímidamente. Depende… En España es ideológico, casi en el espectro de izquierda-derecha. En otros sitios como Alemania no: lo tienen bastante más claro y no depende tanto de un partido más o menos progresista.

Se han introducido algunas cuestiones. Había una agenda de fiscalidad verde, pero todavía no se ha implantado más allá de sondeos sobre el diésel. Además, la gente tampoco es consciente de que para corregir algo, hay que pagar. No es una buena política para ganar las elecciones decir que vas a subir los impuestos. A veces hay una contradicción: queremos cosas como ciudadanos, pero no como contribuyentes.

Cuando empiecen a formalizar programas electorales, fuera ya de la campaña, veremos cuánto hay de todo esto. Creo que relativamente poco.

Casi todas las políticas de los gobiernos en este sentido se basan en el ‘Informe Stern’ que dice que se necesita una inversión equivalente al 1% del PIB mundial para mitigar los efectos del cambio climático, ya que de lo contrario el mercado mundial sufriría una recesión que podría alcanzar el 20% del PIB global. Hablamos de un informe del año 2006. ¿Es hoy suficiente?

En los años 70 hubo informes similares del Club de Roma sobre los límites del crecimiento. Las grandes tendencias ya estaban dibujadas. El problema no es de diagnóstico por mucho que ahora haya revisionistas que dicen que el cambio climático no existe. La ciencia en general creo que está bastante de acuerdo pese a la involución de gobiernos como el de Estados Unidos.

El problema es que es un gran reto para la sociedad. Tenemos problemas globales con gobiernos que son nacionales. La Cumbre del Clima de semanas atrás se queda en papel mojado cuando los principales actores no están.

¿Tenemos que cambiar, nuestros hábitos de consumo, la forma de producir, de divertirnos…? Porque muchos dirán que eso es volver a la Edad de Piedra…

Bueno, yo entiendo ese tipo de manifestación. Hay que pensar si en los hábitos cotidianos algo podemos ahorrar. Ahora está el tema del plástico, de usar menos envases cuando se va al supermercado…Si todos tomamos conciencia, el supermercado se adapta. Son gestos. Tenemos un rol muy importante los hogares, pero el grueso está en la industria, la agricultura y otras actividades que presionan mucho al medio.

Somos votantes y cuanto más informados estemos más podremos demandar y más caso nos harán. Si no está en nuestra agenda de reivindicación, la política no le va a hacer caso.

Se habla mucho en España de despoblación. ¿El cambio climático puede llegar a influir en futuros movimientos demográficos?

Hay algunos modelos que apuntan que sí, sobre todo en poblaciones ligadas al mar. En cuanto a la despoblación ocurre no por el cambio climático sino por la gestión del medio. Es un gran reto, tan importante como la presión en las grandes ciudades con la contaminación. Las desigualdades en la distribución de la población serán un gran reto y habrá mucha gente que tendrá que moverse y no dentro de su país sino hacia fuera.

A veces estamos atrapados en el corto plazo. En política económica es difícil vender acciones que tienen resultados muy a largo plazo porque se ha de pasar por caja cada cuatro años.

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