La cuarta edición de Russafa Escènica fue presentada bajo el lema ‘Lo prohibido’. Nada que ver con la transparencia y elocuente actividad artística de un festival que crece a ojos vista. “Esta ola es imparable”, exclamó Jerónimo Cornelles, director artístico de un evento en auténtica pleamar. De aquellos 1.903 espectadores y siete compañías con los que arrancó ‘La germinación del arte’ de la primera edición, se ha pasado a los 9.435 y 25 compañías de ‘La felicidad’ del pasado año. Felicidad extensible a la edición que arranca este viernes, a tenor de los más de 10.000 espectadores previstos.
“Salvo que la gota fría que anuncian produzca un diluvio universal, las expectativas de Russafa Escènica son buenas”. Y Jerónimo Cornelles apuntó otro dato: “Los más de 9.000 espectadores del año pasado son una barbaridad, teniendo en cuenta que Sagunt a Escena tiene 14.000”. ¿Qué ocurriría si se duplica esa cifra? “Nos veríamos en un aprieto, porque no tenemos equipo suficiente para atender tanta demanda”. De forma que mientras Russafa Escènica crece imparable, el presupuesto apenas es “un poquito mejor” que en la edición anterior.
Pero como a Jerónimo Cornelles y su equipo, entre ellos María Poquet, Ximo Rojo y Ana Sanahuja, no les gusta quejarse, siguen a lo suyo, que es ofrecer los contenidos de un festival que cuenta con 30 estrenos absolutos de otras tantas compañías y 612 representaciones, durante los ocho días que dura el evento. Todo ello bajo el lema ‘Lo prohibido’, al que se acogen las diferentes propuestas textuales de los Viveros, para espectáculos de 25 minutos, de los Bosques, para obras de 60 minutos, y del Invernadero, que es la producción propia del festival, en esta ocasión dirigida por Gabi Ochoa.
Russafa Escènica es un festival único en su género. No hay otro como él dentro y fuera de la Comunidad Valenciana. Así lo explicó Ximo Rojo: “No sólo se trabaja lo escénico, sino que se anima con las propuestas de los artistas plásticos”. El teatro y el arte dándose la mano. Por eso sorprende que, al igual que ocurre con el festival de mediometrajes La Cabina (también único a nivel estatal), las instituciones no valoren el diamante en bruto que posee la ciudad de Valencia.
“Todo depende de la sensibilidad individual, que al político de turno le interese, pero no de que exista una política cultural consensuada entre todos”. Precisado lo cual, Jerónimo Cornelles volvió a lo suyo. Por ejemplo: que este año se han presentado 100 propuestas, que algunas compañías podrán actuar después en el Teatro Rialto gracias al acuerdo alcanzado con CulturArts, que por primera vez habrá dos casales falleros entre los espacios escénicos y que también por primera vez intervienen voluntarios en diversos aspectos de la organización.
Ana Sanahuja subrayó un aspecto sin duda importante: “Movemos mucha economía en el barrio, porque el año pasado cerca de 10.000 espectadores se acercaron a los diferentes espectáculos, lo que significa que luego consumen en locales de Russafa”. Y señaló algo que tenía mucho que ver con ‘Lo prohibido’ de la actual edición: “”Habrá música en la calle, porque tenemos el consentimiento legal para hacerlo, lo cual se convierte en un acto simbólico puesto que los músicos callejeros tienen prohibido tocar en la calle de muchas ciudades“.
También habrá, además de esa ‘música prohibida’, lo que se denomina ‘Balconitis’, mezcla de música-cabaret y arquitectura urbana, visitas guiadas por el barrio, mesas redondas y jornadas formativas. Intentando reinventarse cada año, tal y como señaló Jerónimo Cornelles, esa “ola imparable” en que se ha convertido Russafa Escènica es “una bofetada de realidad de que otras formas de hacer son posibles”.