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Espai que combina l’actualitat al voltant de les polítiques de les administracions valencianes en matèria de memòria democràtica i exhumació de fosses amb continguts més especialitzats sobre la història de la repressió franquista i els avanços en les investigacions acadèmiques. Reportatges, entrevistes, actualitat, opinions, informació sobre recerques universitàries o publicacions...

La recuperación de los refugios antiaéreos de la Guerra Civil: un aliciente para el turismo y la memoria histórica

Refugio antiaéreo de la Guerra Civil en el IES El Grau de València.
9 de julio de 2021 23:02 h

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La Guerra Civil pobló las ciudades de la zona republicana de refugios antiaéreos para proteger a la población civil de los bombardeos. Ciudades como Barcelona o Valencia sufrieron las bombas de la aviación italiana y la Junta de Defensa Pasiva puso en marcha la construcción en el subsuelo de estos espacios (más de 300 en la ciudad de Valencia).

Tras décadas de abandono, están saliendo a la luz cada vez más refugios, en muchos casos adecentados por las administraciones públicas para impulsar las visitas de los vecinos o de los turistas. De hecho, esta misma semana, la Diputación de Alicante, en manos del PP y de Ciudadanos, ha aceptado sumarse a las políticas de musealización de los lugares de la memoria, tal como marca la ley autonómica en la materia.

Las obras del entorno del Mercado Central de València desenterraron un refugio, desconocido hasta ahora. En el Instituto de Educación Secundaria El Grau, en la calle de Escalante de la zona marítima de Valencia, han adecentado el refugio escolar que alberga el centro. Al igual que en Argelita (Castellón), una localidad que ha restaurado recientemente su refugio, al que ya acuden visitas. Y en Novelda (Alicante) han hallado un gigantesco refugio con capacidad para proteger a unas 4.000 personas.

El hallazgo casual, mientras unos operarios trataban de localizar una fuga de agua en la calle de Goya, ha rescatado del olvido el refugio más grande de la localidad alicantina, construido en una fábrica de armas y que, en la posguerra, se transformó en una prisión.

Mado Abad, concejala de Cultura y Patrimonio Histórico de Novelda, estudia junto al arqueólogo municipal Daniel Andrés, la posibilidad de restaurar el espacio y convertirlo en un lugar para visitas. Si pueden excavar más y obtener datos adicionales, confirmarán si se puede acceder, “ya que hay viviendas encima y, probablemente, los accesos estén cerrados”, explicó la edil en declaraciones a la cadena autonómica À Punt.

El consistorio ha llevado a cabo trabajos de localización de los 13 refugios de la localidad con un georadar. Los espacios subterráneos podían acoger a unas 15.000 personas en un municipio que durante la contienda tenía apenas 9.000 habitantes. Estas infraestructuras demuestran “la importancia estratégica de Novelda” durante la Guerra Civil, según la edil.

El georadar también ha permitido cartografiar el subsuelo de Aspe (Alicante) en busca de refugios en el marco de un proyecto impulsado por el Museo Histórico Municipal de la localidad, con un equipo formado por los arqueólogos Felipe Mejías y José Ramón Ortega, tal como informó este diario.

El divulgador José María Azkárraga, coordinador de la Guía urbana, Valencia 1931-1939 (PUV, 2010) junto con Lucila Aragó y Juan Salazar, es uno de los mayores especialistas en los refugios de la guerra en el territorio valenciano. Azkárraga, que ha recorrido con su inseparable cámara de fotos numerosos refugios en el subsuelo, también los de muchas viviendas privadas de la ciudad, celebra la nueva ola de restauración de los singulares espacios. “Se deberían de abrir, aunque tampoco todos”, declara a elDiario.es.

“Ahora en Valencia el problema es el tema del corto horario pero disponemos de un refugio público en la calle de Serranos, un refugio escolar en el Ayuntamiento y uno fabril en Bombas Gens. El problema es que el de la calle de Serranos se abre unas pocas horas dos días a la semana y ha estado cerrado mucho tiempo”, lamenta Azkárraga.

A pesar del tiempo transcurrido, los refugios se han conservado en buen estado: “Al ser de hormigón la estructura se mantiene muy bien, en Valencia son todos de hormigón dada la humedad del subsuelo”. “En otros sitios”, abunda el especialista, “se hicieron en galería de mina, excavados sobre el suelo”, agrega.

Incluso se han conservado las inscripciones en las paredes o los dibujos de los críos que pasaban los bombaredos bajo tierra. “Se mantiene lo que había, la pintura en algunos casos. El ejemplo típico es el del colegio Balmes, hay un deterioro pero mantiene todos los elementos, la instalación eléctrica y de ventilación, los bancos y los carteles pintados en la pared dando información, pero está muy deteriorado por la humedad”, afirma Azkárraga, quien recientemente ha podido visitar uno de los pocos que aún no tenía localizado en la calle de Ruiz de Lihory, en pleno centro de València.

“Cuando se encuentra un refugio, que ahora ya se encontrarán pocos, existe el problema de que la parte metálica de los sistemas de ventilación, las escaleras de grapas o cualquier otro elemento de madera, como el canto de los asientos, se han deteriorado, pero lo que es la estructura y visualización del espacio en momentos de bombardeo se mantienen”, agrega el divulgador, coautor de Tempesta de ferro. Els refugis antiaeris a València, una monografía editada por el Ayuntamiento de Valencia.

Actualmente, al de la calle de Serranos, tras su restauración, se puede acceder en una visita guiada. Además del refugio del Ayuntamiento de Valencia también se ha abierto al público el del Palau de Benicarló, que alberga las Corts Valencianes, y que fue sede de la Presidencia del Gobierno de la II República entre noviembre de 1936 y octubre de 1937.

El Instituto Lluís Vives, cerca de la Estación del Norte, también cuenta con un enorme refugio, cuyo acceso da al patio del centro educativo y que también se puede visitar. El colegio Balmes, en la calle del Maestro Aguilar del barrio de Russafa, conserva el refugio escolar construido durante la Guerra Civil y con capacidad para albergar hasta un millar de niños, aunque sólo se abre un par de veces al año. La ciudad, breve capital de la II República, recupera poco a poco las huellas de su historia más trágica.

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