Los mismo ingredientes para un plato distinto: cómo aprovechar las placas sobrantes de lasaña
Hay ingredientes que llegan a la cocina con una función muy clara y cuesta sacarlos de ahí. Las placas de lasaña son uno de ellos. Parecen diseñadas para cumplir un único destino: capas, horno y salsa. Sin embargo, cuando la fuente ya está hecha y quedan unas cuantas láminas intactas en la caja, surge la pregunta incómoda: ¿qué hago con esto ahora?
Ni son suficientes para repetir el plato ni encajan fácilmente en la lógica de la semana, pero esas placas sobrantes no son un problema; son materia prima. Basta con cambiar el enfoque y pensar en ellas como lo que realmente son: pasta plana, con la misma capacidad de adaptación que cualquier otra.
Su forma, textura y capacidad de adaptarse a distintos rellenos las convierten en una base ideal tanto para recetas tradicionales como para propuestas más creativas.
1. Tiras de lasaña con huevo y verduras, al estilo revuelto
Una solución rápida y efectiva es cortar las placas cocidas en tiras anchas y utilizarlas como base de un revuelto. Saltea primero cebolla, calabacín o champiñones, añade la pasta y termina incorporando uno o dos huevos batidos. El resultado es un plato híbrido entre pasta y revuelto que funciona tanto para una cena improvisada como para aprovechar restos de verduras.
Un poco de queso rallado al final o unas hierbas frescas bastan para redondearlo. Es una receta de cinco minutos que demuestra que la pasta también puede jugar el papel del acompañamiento, no solo del protagonista.
2. Lasaña salteada con ajo, aceite y guindilla
Inspirada en los platos más básicos de pasta italiana, esta idea consiste en romper las placas en trozos irregulares y saltearlas con ajo laminado, aceite de oliva y una pizca de guindilla. No hay salsa, no hay horno, no hay capas. Solo una cocción correcta de la pasta y un buen salteado final.
Se puede enriquecer con anchoas, alcaparras o aceitunas, o dejarlo en su versión más austera. Es un plato que funciona especialmente bien cuando sobran pocas placas y se busca algo rápido pero con carácter.
3. Empanadillas improvisadas de pasta
Las placas de lasaña cocidas y bien escurridas pueden actuar como envoltorio flexible para rellenos sencillos. Coloca una pequeña cantidad de relleno —restos de carne picada, verduras salteadas, queso— en un extremo, dóblalas sobre sí mismas y sella los bordes presionando ligeramente.
Estas “empanadillas” se pueden dorar en sartén con un poco de aceite o llevar al horno. El resultado es crujiente por fuera y jugoso por dentro, y funciona bien como plato principal acompañado de una ensalada o como aperitivo.
4. Base de pizza fina con láminas de lasaña
Para quienes buscan soluciones prácticas, las placas también pueden servir como base improvisada de pizza. Colocadas una al lado de otra sobre papel de horno, ligeramente solapadas, crean una superficie perfecta para añadir tomate, queso y los ingredientes que haya a mano.
Tras unos minutos de horneado, la pasta se vuelve firme y crujiente en los bordes, más ligera que una masa tradicional. No sustituye a una pizza artesanal, pero cumple con creces su función en una cena sin planificación.
5. Dados de pasta para ensaladas templadas
Otra forma de integrarlas en comidas cotidianas es cortar las placas en dados pequeños y saltearlos ligeramente tras la cocción. Estos dados funcionan muy bien en ensaladas templadas con legumbres, verduras asadas o incluso pescado desmigado.
La textura es diferente a la de la pasta corta habitual, más irregular, más casera, y aporta una sensación de plato hecho sin necesidad de grandes elaboraciones.
6. Lasaña a la plancha con salsa rápida
Una opción menos evidente es pasar las placas cocidas directamente por la plancha o sartén, sin romperlas. Doradas por ambos lados, se sirven enteras, como si fueran un filete de pasta, acompañadas de una salsa sencilla: yogur y limón, tomate triturado con especias o una vinagreta caliente de aceite y ajo.
Este formato convierte la pasta en el centro del plato y permite jugar con presentaciones distintas, más cercanas a la cocina contemporánea que a la tradicional.
7. Crujientes de pasta para sopas y cremas
Además de integrarlas dentro de una sopa, las placas pueden transformarse en elementos crujientes. Cortadas en formas irregulares, horneadas hasta secarse por completo y ligeramente tostadas, funcionan como topping para cremas de verduras o sopas ligeras.
Aportan contraste de textura y permiten reutilizar pocas cantidades, incluso una sola placa.
8. Rollos fríos para llevar
Pensadas para comidas fuera de casa, las placas cocidas también funcionan como envoltorio frío. Rellenas de queso crema, verduras ralladas o restos de pescado, se enrollan, se cortan en porciones y se conservan bien en la nevera.
Son una alternativa al bocadillo o al wrap tradicional, especialmente útil cuando se busca variar sin comprar ingredientes nuevos.
9. Lasaña a la sartén con legumbres y especias
Cuando quedan placas sueltas y un bote de legumbres cocidas en la despensa, la solución puede estar en la sartén. Cuece las placas hasta que estén flexibles y córtalas en trozos medianos. En una sartén amplia, sofríe ajo y cebolla con comino, pimentón y una pizca de curry. Añade garbanzos o lentejas escurridas, saltea unos minutos y agrega la pasta. Un chorrito de caldo o agua de cocción ayuda a integrar el conjunto.
El resultado es un plato contundente pero equilibrado, con la pasta actuando como hilo conductor y las legumbres aportando cuerpo. Un poco de yogur natural o limón rallado al final refresca el conjunto.
10. Tacos vegetales con placas de lasaña
Las placas de lasaña también pueden sustituir a la tortilla en versiones improvisadas de tacos. Tras cocerlas, pásalas brevemente por la sartén para que se vuelvan maleables y dóblalas en caliente. Rellénalas con verduras salteadas, queso rallado o restos de pollo, y termina con una salsa sencilla de tomate o yogur.
Las placas de lasaña sobrantes no necesitan grandes discursos para justificar su reutilización. Basta con reconocer su versatilidad y perder el miedo a sacarlas de su contexto habitual. Cortadas, dobladas, salteadas, horneadas o incluso tostadas, se adaptan a comidas rápidas, platos principales o pequeños aperitivos.
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