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Matemática para bebés: ¿qué saben de números los recién nacidos?

Imagen: Thomas Eakins

Cristian Vázquez

Las preguntas en torno a cuánto de nuestro conocimiento es innato y cuánto es adquirido con el tiempo a través de la educación y la cultura, constituyen uno de los enigmas que más han quitado el sueño desde siempre a los investigadores y científicos. Por ello, estos realizan experiencias con bebés, incluso muy pequeños, en busca de descubrir señales que les permitan determinar, precisamente, qué y cuánto saben. Un trabajo reciente sugiere que los niños llegan al mundo ya con una cierta idea de cómo funcionan los números.

El estudio realizado por investigadores de las universidades de Padua y Trento, Italia, señala que los recién nacidos asocian de manera espontánea los números más pequeños con el lado izquierdo y los más grandes con el lado derecho. Es decir, el mismo ordenamiento de la llamada línea numérica mental humana, la imagen visual que tenemos de la escala numérica y en la cual los números aumentan de izquierda a derecha.

Por supuesto, esa es también la orientación de la escritura en el mundo occidental. El hecho de que los 24 bebés analizados tuvieran una edad promedio de 51 horas (es decir, poco más de dos días) lleva a pensar que escribir tanto textos como números en ese orden no es algo cultural y aprendido, sino que formaría parte del bagaje con el cual nacemos.

Predisposición a ubicar los números en el espacio

¿Cómo se pueden conocer estas asociaciones mentales y matemáticas en bebés tan pequeños? Siempre que realizan esta clase de pruebas con bebés, lo que hacen los científicos es analizar los movimientos oculares de los niños, a partir de la base de que dirigen y sostienen la mirada ante los sucesos que les resultan más novedosos e interesantes.

En este caso, el procedimiento fue bastante simple. Durante un cierto tiempo, se mostró a los bebés una tarjeta en la cual se veían dos cuadrados blancos, y dentro de cada uno de ellos, cuatro cuadrados negros. Después de eso, y durante el mismo lapso de tiempo, se les mostró una tarjeta similar, pero con 36 cuadrados negros dentro de cada cuadrado blanco. El dispositivo de rastreo ocular permitió advertir que, expuestos a un número menor de figuras negras, los niños miraban con mayor frecuencia a la izquierda, y expuestos a un número mayor, a la derecha.

“Esta evidencia demuestra que existe una predisposición a ubicar los números en el espacio, la cual forma parte de los sistemas neuronales humanos”, afirma el estudio, publicado en julio en la web especializada bioRxiv. Los investigadores destacan que es, además, un desafío: “Es un punto de partida -escribieron- para desentrañar el papel y el peso relativos de los factores biológicos y culturales que determinan la orientación de la línea numérica mental humana”.

Comprensión numérica a los seis meses de vida

Muchos trabajos anteriores ya habían indagado en el conocimiento matemático innato de los bebés. Un estudio realizado por expertos del Instituto para las Ciencias Cerebrales de Duke, Estados Unidos, y publicado en 2013 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se basó en la “rudimentaria comprensión numérica” con la que cuentan los niños pequeños desde mucho antes de aprender a contar o a distinguir el nombre de los números. Y detectó que, a la edad de seis meses, algunos bebés tienen una mayor capacidad para distinguir las diferencias entre grupos más numerosos de objetos en relación con otros grupos menos numerosos.

Para eso, recurrieron también a la mirada de los bebés. Les mostraron dos pantallas con figuras. En una de las pantallas, el número de figuras permanecía constante, mientras que en el otro se modificaba. Algunos bebés preferían observar durante más tiempo la imagen cambiante, de lo cual los científicos concluyeron que tenían una mayor capacidad para distinguir los valores numéricos diferentes. Los otros niños, en cambio, observaron durante un periodo similar ambas imágenes.

Tres años después se realizó la segunda parte del experimento. Los mismos niños fueron sometidos a una serie de pruebas matemáticas, en las cuales los niños que habían preferido las pantallas con imágenes cambiantes desarrollaron un rendimiento superior. En palabras de Ariel Starr, uno de los directores del trabajo, tales niños mostraron “un mejor sentido numérico primitivo” que los demás.

Por lo tanto, ese “sentido numérico infantil” puede predecir en buena medida el desarrollo posterior de la capacidad matemática simbólica de los niños, tal como lo enfatizó Elizabeth Brannon, directora principal de la investigación. Y esto sería debido a que, al incorporar conceptos abstractos como los símbolos y los nombres de los números, los niños lo harían sobre la base de las representaciones preverbales con las que cuentan desde sus primeros meses de vida.

Bebés que ya advierten operaciones aritméticas simples

Estudios anteriores, desarrollados en el mismo sentido, permitieron comprobar otras habilidades de los bebés a los seis meses de vida. Algunos de los primeros y más relevantes fueron liderados por Prentice Starkey, experto de la Universidad de California, Estados Unidos, desde finales de la década de 1970. Así se comprobó que los bebés son capaces de reconocer la diferencia entre conjuntos de dos o tres objetos, por un lado, y de grupos con cantidades mayores siempre que se cumpla una relación de 2 a 1 (es decir, que uno de los grupos sea de 5 elementos y otro de 10, pero no si uno tiene 8 y el otro 10).

Por otra parte, a esa misma y tan temprana edad, los niños tienen ya la capacidad de advertir operaciones aritméticas simples: entienden que si a un grupo de objetos se añaden o se quitan elementos, la cantidad final de objetos será diferente de la inicial. A esas conclusiones llegó un estudio realizado por la estadounidense Karen Wynn y publicado en la revista Nature en 1992, así como un trabajo de otros científicos, también de la Universidad de California, difundido en el año 2000.

En todos estos casos, la cuestión de fondo -si los conocimientos son innatos o adquiridos- sigue sin respuesta. Incluso en los bebés cuyo tiempo de vida se cuenta en horas, los especialistas advierten que pueden haber recibido influencia externa y que, si la misma prueba realizada en Italia se llevara a cabo en un país donde la escritura se realice de derecha a izquierda (como en Israel o en los países árabes), los resultados podrían ser diferentes.

Más allá de todo lo que aún queda por saber, lo que estos trabajos vienen a refrendar es la certeza de que los bebés, además de aprender muy rápidamente, lo hacen desde bien pronto en sus vidas. De lo cual se desprende que los estímulos para el desarrollo cognitivo y emocional del niño son esenciales desde las primeras horas.

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