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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

En la estela de la marcha de la muerte de Donald Trump

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso en el hospital de Ifema el 16 de abril.

Javier Pérez Royo

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“El coronavirus fue una emergencia hasta que Trump descubrió quiénes eran los que estaban muriendo”. Es el título del artículo de Adam Serwer en The Atlantic. “Una vez que el impacto desproporcionado de la epidemia fue visible para la élite política y financiera, muchos empezaron a considerar el número creciente de muertes más como un inconveniente que como una emergencia nacional”. De ahí la “Marcha de la Muerte de Donald Trump”, que The New Republic lleva a la portada de su edición digital.

El Washington Post, por su parte, abría su edición del domingo con una información con la siguiente cabecera: “A medida que aumenta el número de muertos, Trump intenta convencer a los americanos de que es seguro avanzar hacia la vuelta a la normalidad”. El presidente ha decidido cambiar la estrategia de gestión de la crisis por otra de reapertura de la nación, aunque dicha estrategia suponga que los ciudadanos tengan que aceptar “la proposición devastadora de que una constante acumulación diaria de muertes solitarias es el duro pero inevitable coste de reabrir la nación”.

Este cambio de estrategia no cuenta con el aval de los expertos en hacer frente a enfermedades infecciosas, que han indicado reiteradamente que en la mayor parte de los estados que integran los Estados Unidos no se dan las condiciones para una “vuelta a la normalidad” y que el coste en vidas humanas, de no entenderlo así, puede ser muy alto.

Como puede verse, la propuesta de Isabel Díaz Ayuso de pasar a la fase 1 en la desescalada, a pesar de que su propia Directora de Salud Pública considera que en la Comunidad de Madrid no se dan las condiciones para hacerlo y de que nadie ha estado dispuesto a poner su firma en la documentación que se tenía que enviar al Ministerio de Sanidad para que se pudiera tomar la decisión de pasar a dicha fase, no hace otra cosa que seguir el camino indicado por el presidente de los Estados Unidos. El número de muertes no es una emergencia nacional sino un “inconveniente” del que lamentablemente no podemos librarnos. Sería preferible no tener que optar entre la reapertura económica y la salud de los ciudadanos, pero si hay que hacerlo, la primera ocupa un lugar preferente sobre la segunda.

Isabel Díaz Ayuso no es un “verso suelto” en el PP. El propio Pablo Casado ha reconocido que la política que se sigue en la Comunidad de Madrid es la alternativa a la del Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Lo que está haciendo Isabel Díaz Ayuso en Madrid es lo que se estaría haciendo en el conjunto del Estado con un gobierno del PP. El que avisa no es traidor.

En Estados Unidos, a pesar de la resistencia de los gobernadores de algunos estados y de los alcaldes de algunas ciudades, así como de la crítica de medios de comunicación importantes, parece que la suerte está echada y que la reapertura económica del país se va a imponer, si es que no se ha impuesto ya en el momento en que este artículo se publique.

Cosa distinta es que Donald Trump se vea obligado a rectificar si el número de muertes aumenta de tal manera que la situación se convierte en insoportable. Le puede ocurrir lo mismo que le pasó a Boris Johnson cuando optó por la política de “inmunidad de grupo” para hacer frente inicialmente a la llegada de la COVID-19 al Reino Unido. La propagación meteórica de la infección le impuso una rectificación, aunque la misma no haya podido impedir que el Reino Unido sea el país europeo con mayor número de muertes. No es descartable que el presidente de los Estados Unidos también tenga que rectificar. Y es posible que acabe haciéndolo porque, como se le está diciendo desde distintos ámbitos, una buena política sanitaria es la premisa en este momento de una buena política económica. Pero el coste en vidas humanas habrá sido enorme.

Por suerte, en España no parecer que la estrategia “economicista” del PP tenga posibilidad alguna de prosperar. Los ciudadanos de la Comunidad de Madrid van a tener la suerte de que el Gobierno de la Nación va a impedir que “su” presidenta haga realidad su proyecto de reapertura económica por encima de las garantías para la salud pública.

El ejercicio del derecho de sufragio tiene consecuencias. En esta legislatura se mide en vidas humanas. Por la información que hemos tenido esta misma semana, directamente de la presidenta Díaz Ayuso y del vicepresidente Aguado, en Madrid también hay una élite económica que, como la de Estados Unidos, considera “el número de muertes más como un inconveniente que como una emergencia nacional”. Élite económica que tiene la suficiente capacidad de presión como para arrastrar a la élite política del PP a la estrategia que ellos promueven. Preferiríamos que la reapertura no tuviera un costo en vidas humanas, pero...

En Estados Unidos es conocido que el hecho de que los muertos hayan sido muy mayoritariamente afroamericanos e hispanos ha influido decisivamente en el cambio de estrategia. Quiero pensar que en Madrid no ha sido así, que no se ha hecho previamente un estudio sobre el “impacto por barrios” de la epidemia y que, en función del mismo, se tomara la decisión de avanzar en la desescalada en contra de la opinión de los expertos en salud.

Como todavía queda mucho camino por recorrer, sería importante que no perdiéramos de vista dónde estamos y a qué riesgos podemos todavía tener que enfrentarnos. En este primer paso Madrid ha conseguido librarse de seguir la estela de la marcha de la muerte de Donald Trump. Pero no demos por acabada la presión en esa dirección, que es, en última instancia, la que está detrás del intento de rechazar la prórroga del estado de alarma de esta pasada semana.

Nadie debe llamarse a engaño.

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